En su barrio de San Isidro, Rafael Maratea tuvo una infancia poco común. Su madre lo abandonó cuando apenas tenía cuatro años y, tanto él como su hermana, quedaron a cargo del padre, algo inusual para la época. Aun a pesar de las circunstancias creció en el seno de una familia italiana numerosa, muy apegada y cercana. Él, sin embargo, era tímido en extremo y todo le causaba temor.
Con el paso de los años las heridas pasadas comenzaron a sangrar en un presente cotidiano áspero, duro de sobrellevar. Las dificultades propias de una dinámica familiar compleja, acompañadas por las carencias afectivas, se manifestaron a través de los constantes desencuentros con su padre, que a sus 20 años decidió echarlo de su casa: "Al comienzo paré en lo de diversos amigos, pero luego terminé durmiendo en la calle, en el club o en alguna plaza. Fue muy difícil", rememora el hombre de 57 años.
Sin embargo, el espíritu fuerte que Rafael poseía oculto emergió resiliente para demostrarle que, aun en los tiempos más severos, cada amanecer significaba una nueva oportunidad para darle batalla a la vida y construir mejores caminos. Tocó cuantas puertas pudo para abrirse a un mundo laboral que, gracias a sus esfuerzos, lo supo recompensar. Trabajó en recolección de basura y en otros puestos en diversas empresas que le brindaron la posibilidad de reacomodarse y empezar a vivir bajo un anhelado techo.
Amor y familia
Para Rafael, su existencia siempre había estado signada por la soledad, una compañera que sin dudas forjó rasgos firmes en su personalidad pujante, pero que por momentos podía resultar cruel y dolorosa. Por ello fue que, al encontrar a Mariana en el sendero de su vida, halló aquello que tanto necesitaba: amor y familia.
A partir de entonces, Rafael comenzó a transitar por instancias inéditas; una época marcada por pasajes tan hermosos como duros, colmados de crecimiento y aprendizaje. Trabajó fuerte y estudió hasta llegar a cumplir metas que en otros tiempos le eran impensadas, como lo fue convertirse en consultor de una empresa de origen británico y, finalmente, en el año 1999, crear su propia firma dedicada a la capacitación empresaria. A través de años de dedicación y empuje, también llegó a posicionarse como un reconocido coach de equipos empresariales, un orador motivacional y un especialista en liderazgo empresarial.
No es tiempo de morir
Pero arribar a sus metas no fue sencillo. En el trayecto fue la familia que supo forjar, su pasión por el deporte y su amor por la enseñanza, quienes lo instaron a desplegar sus alas. Y también resultarían ser los pilares que lo sostuvieron para enfrentar un cáncer, que se presentó por primera vez siendo muy joven, en una época en la cual estaba atravesando serias dificultades económicas: "Lo primero que sentí fue la sensación de fin, porque cuando a uno le avisan que está invadido por un cáncer siente que la vida se terminó. Aparte, mi padre había muerto por su causa en el año 85 y mi madre en el 86, cuando tenía 23 años, de manera que no había muchas esperanzas. Todo se vino abajo y me encontré sin saber para dónde ir. En ese momento yo era chico, solo 33 años, gracias a Dios Mariana ya estaba en mi vida, ella se puso la enfermedad al hombro, me bancó e hizo que todo estuviera bien".
Con un pronóstico desalentador luchó durante tres años por no morir. El tiempo transcurrió con altos, pero más bien bajos, y cuando se creyó que ya no habría mejoría para su enfermedad, Rafael decidió discontinuar su tratamiento. "En ese momento tuve una charla con Mariana y ella me dijo: `Mirá Rafa, vos te vas a morir, pero yo me quedo sola con los cuatro chicos (Tomás y Lucas tenían 8 años, josefina 6 y Santiago 5) así que hacé algo para salir de esa situación´. Y ahí comprendí que no podía morirme, que tenía que continuar con el tratamiento y vivir para ver y acompañar a mis hijos en su crecimiento, y seguir adelante con la mujer que había elegido para pasar el resto de mi vida. En ese momento descubrí cuál era mi propósito y eso logró – considero yo - que cuatro meses más tarde tuviera una remisión completa de la enfermedad".
Los años que siguieron encontraron a un Rafael fortalecido, que lo llevó a transformarse en lo personal y cumplir sus objetivos anhelados en lo laboral, siempre intentando transmitir enseñanzas y conceptos. Sin embargo, la vida lo desafió una vez más con la muerte del único miembro de su familia de origen restante, su hermana, en un accidente de tránsito y cuando, a sus 50, la enfermedad volvió a atacar: "Uno no está preparado para luchar dos veces contra el cáncer, pero sucedió. Cuando me dieron la noticia me pregunté `¿Otra vez?´, ahí tuve que remover mis demonios, estuve todo un día caminando sin hablar con nadie para intentar serenarme, pero, en mi fuero íntimo, en ese instante creí que era mi momento, que ahora sí no había salida. Por fortuna volví a entender que había un propósito por cumplir y eso me volvió a cargar de energía y me dije a mí mismo que ya había vencido al cáncer una vez, que esta era otra batalla y debía ganarla nuevamente, algo que logré".
La batalla más dura
Los años transcurrieron colmados de nuevos retos, golpes duros e inexplicables, risas y lágrimas. Pero fue en agosto de 2019, que Rafa comprendió que luchar para no perder la propia vida puede llegar a ser un desafío titánico, pero que lograr superar la muerte de uno de los seres más amados, surge casi como un imposible. Inesperadamente, le tocó dejar ir a Mariana, su amada mujer.
"Podemos estar preparados para soportar el dolor propio, pero, cuando aparece la pérdida de tu compañera uno queda desorientado, devastado y sin rumbo. La tristeza te aborda, la desesperanza se apropia de tu ser y en determinado momento sentís que no tiene sentido seguir. Se esfuman los sueños, las ilusiones, las esperanzas y, sobre todo, sobreviene la pregunta: `¿y ahora qué hago de mi vida?´. Ha pasado poco tiempo, pero hay algo que me impulsa a seguir pese a todo el dolor y la tristeza: volví a escribir mi propósito y estoy convencido de que mi historia puede ayudar a otros a vencer situaciones traumáticas, así que cada día me levanto pensando en cómo voy a tocar el alma de los demás", afirma Rafael, quien también a lo largo de los años ejerció como colaborador, entrenador y responsable de equipos de rugby, hockey, fútbol y golf, y es autor de libros de liderazgo y marketing relacionados al deporte.
Nuestro propósito en la vida
Hoy, y después de tantas batallas vividas, Rafael siente que aún le faltan respuestas para tanto dolor, pero que su experiencia le ha obsequiado grandes enseñanzas: "En primer lugar el hecho de haber atravesado en dos oportunidades el cáncer te hace entender que siempre se puede salir de situaciones complejas y es importante tener una razón para seguir avanzando. Y, con respecto a la muerte de un ser tan amado, como en mi caso Mariana, te deja el aprendizaje más importante, que es: `mañana es tarde´. Al aplazar nuestros sueños nos podemos encontrar con que la vida puede cambiar de un momento a otro y que no hay mañana", reflexiona.
"A partir de mis vivencias me atrevo a decir que, cuando uno comprende la importancia que tiene vivir con un propósito, todo es soportable, con mayor o menor dolor, pero siempre es posible salir adelante. No hay que aflojar, no hay que desesperarse y hay que continuar confiando en ese propósito que nos da el combustible para avanzar. Y en el camino es fundamental no dejar para mañana un te quiero, un abrazo, una palabra o una caricia; es clave para no sentir que se podría haber hecho algo que no se hizo. Tenemos un tiempo limitado en esta vida, hay que aprovecharlo al máximo siendo conscientes de la finitud de nuestra existencia. Aprendamos a vivir en el amor, a tener esperanzas, a formular nuestro propósito en la vida, a brindarnos a los demás, y a servir por sobre todas las cosas. Todo eso reaviva el alma y nos hace poderosos", concluye.
*
Si tenés una historia de resiliencia propia, de un familiar o conocido que quieras compartir, escribinos a GrandesEsperanzas@lanacion.com.ar .
Más notas de Grandes Esperanzas
Más leídas de Lifestyle
Escalofriante. El sitio argentino que encabeza el ranking de los lugares más embrujados del mundo
No fallan. Los siete trucos de un neurólogo para fortalecer y cuidar la memoria
La última entrevista. Cuando Roberto Giordano habló sobre sus problemas de salud: “Ya tengo tres bypass”
“Era un viejito ciego y sordo”. Recibió un pedido de ayuda para un animal atrapado en una alcantarilla y estaba por darse por vencida hasta que escuchó un ladrido