Después de graduarse en la Universidad, Brianna O Brien decidió regresar a su ciudad natal en Hampton Falls, New Hampshire, Estados Unidos. Como no podía comprar ni alquilar un departamento decidió invertir en una linda mini casa de madera recuperada que encontró en Market place por 29.000 dólares. Aunque al principio pensaba declararla para poder estacionar legalmente en el barrio de sus padres, optó por esconderla entre los arbustos del jardín familiar. A los pocos meses de instalada, recibió una orden de desalojo. Su vivienda no cumplía con las reglamentaciones municipales: no tenía cañerías formales, había solo una puerta de salida y estaba demasiado cerca del límite de la propiedad, además de afectar al valor del metro cuadrado de las edificaciones linderas, argumentaron las autoridades. Apeló la medida, pero la joven (que en las fotos aparece tomando mate y con una bandera argentina detrás), tuvo que mudarse. "Hice mucho crowdsourcing para pedir consejo, y la mayoría de las personas que viven en casas pequeñas sobre ruedas recomiendan mantenerlas lo más ocultas posible porque la burocracia es muy difícil", dijo meses atrás a los medios locales.
Lo nuevo no reglamentado
Su caso refleja la otra cara del fenómeno de las microcasas, en todo el mundo: al ser una tipología nueva no están reglamentadas, entonces violan cualquier ordenanza municipal. En los Estados Unidos, por ejemplo, algunos gobiernos las consideran "vehículos recreativos" y no las admiten como residencia permanente en áreas urbanas, razón por la que los moradores deben vivir en tránsito o pernoctar alejados de las ciudades, en parkings especiales.
Mientras que en la Argentina quedan limitadas a los campings turísticos, en el país del norte existen registradas más de 260 comunidades en las que por un alquiler más o menos bajo los propietarios pueden estacionar y acceder a servicios esenciales. La noticia es que tras la pandemia estas aldeas o vecindarios empezaron a multiplicarse como consecuencia del aumento de la demanda de viviendas móviles, no solo en América del Norte, también en Nueva Zelanda, Asia Oriental y otras regiones del planeta. Con espíritu ecologista, pensadas para la era del home office y orientadas a reunir personas con intereses afines, esta suerte de tribus proponen una forma de vida que combina el trabajo con el disfrute, sin culpas ni gastos de más. Existe un directorio que permite recorrer la variedad de opciones, , que las hay para todos los perfiles de residentes.
Tampa Bay Village
En plena pandemia el empresario Dan Dobrowolski -que desde hace 25 años fabrica tiny houses- lanzó al mercado un nuevo desarrollo: Escape Tampa Bay Village, un refugio de casas mínimas en la costa oeste de Florida. Son diez edificaciones inspiradas en los diseños de un vecino ilustre, el arquitecto Frank Lloyd Wright. "Tiene que sentirse abierto y verse de cierta manera, verse genial y darte espacio. Tienes que poder respirar" decía en una entrevista el también director ejecutivo de Tiny House Escape Villages, que aumentó las ventas un 120 % en 2020. "Ha habido un cambio drástico desde el coronavirus. Quienes nunca consideraron vivir en un parque de casas rodantes, de repente ven una casa pequeña en una comunidad de personas de ideas afines como una propuesta atractiva". El primer residente de Tampa Bay es un joven informático que harto de pagar alquiler compró su tiny por 69.000 dólares. Por unos 450 mensuales de expensas, goza de estacionamiento y servicios de red. "No hay pasillos, ni ascensor, pero hay espacio al aire libre e incluso una zona de reunión y trabajo compartido. Y cuando el agua comience a subir sobre Florida, los vecinos simplemente pueden remolcar su casa, e irse", ironiza el empresario.
Muriwai, Nueva Zelanda
Atentos a la falta de legislación y al aumento de clientes, la empresa Go Tiny fundó The Micro Collective, una urbanización para mini casas que pretende ser la primera de Nueva Zelanda. El proyecto - ubicado cerca de las playas de Muriwai, al oeste de Auckland, con 60 kilómetros de costa - apunta a desarrollar una red de parques que además de terreno privado ofrecen amenities como Internet, sectores de coworking, parrilla, jardín zen y actividades recreativas. "Estamos desarrollando una comunidad de nómadas conscientes, trabajadores digitales y emprendedores que buscan un estilo de vida alternativo. Las personas no nacen para estar encadenadas al escritorio o esclavizadas en un trabajo que odian. La mayoría se queda atrapada en la rutina diaria solo para pagar las facturas. En Go Tiny creemos en una ética de trabajo duro, pero muéstrame en qué parte del libro de reglas dice que no podemos ir a surfear antes de la reunión del desayuno, o hacer yoga entre las llamadas de los clientes e incluso andar en bicicleta en mitad de la semana laboral" rezan los postulados de la futura aldea. Suena tentador, si es que no vamos a practicar surf: en 2019 un tiburón blanco de cuatro metros de largo devoró a un cineasta.
Las Vegas, Estados Unidos
Creada por Tony Hsieh, actual CEO de Zappos (el gigante de venta online de indumentaria), Airstream Village en Las Vegas, Nevada, ofrece más de lo que un habitante puede pedir: juegos, piletas, autocine, noches alrededor de las fogatas, además de conciertos y eventos culturales. "Queremos que la gente contribuya más de lo que recibe. Para algunos podría ser cocinar para todos; para otros, tocar música" decía su fundador, que prefiere vivir ahí y no en su piso de NY. La oferta de actividades outdoor promueve la integración e invita a los residentes a pasar más tiempo afuera que adentro. Es que las casas son bastante chicas. Solo admiten dos modelos: el remolque Airstream de 22 metros cuadrados, y la cabina Tumbleweed de solo 13. Por dentro son elegantes. La primera está equipada con revestimientos de madera, electrodomésticos, cocina y lavadero; la pequeña con menos tecnología y una estética hogareña, tiene dormitorios en buhardilla. A la comunidad también se la conoce como "Llamapolis", debido a una variedad de alpacas que merodea la zona.
Colorado, Estados Unidos
Construidas con la misma estética aunque cada una con su personalidad, al estilo de las cabañas de las películas (madera por dentro y por fuera, en sintonía con el paisaje nevado) Whispering Aspen Village, en Fairplay, Colorado, ubicada cerca de la Cordillera del Mosquito, es un paraíso para esquiadores y fans de snowboard que la eligen para morada permanente o temporal. El parque reúne más de 20 caravanas y pequeñas viviendas sobre ruedas para alquilar, e incluye instalaciones comunes como un club y áreas de recreación.
British Columbia, Canadá
Bluegrass Meadows Microvillage fue la primera mini aldea de casas y cabañas de pocos metros ubicada 15 minutos al norte de Terrace, en British Columbia, Canadá, en el antiguo territorio de la nación Tsimshian. Surgió en 2015 como consecuencia de la crisis de propiedades en alquiler de la región, razón por la que la renta no supera los 700 dólares mensuales, aunque ofrecen lotes vacíos para quienes quieran instalar su propiedad. Cuenta con lavandería compartida e instalaciones de agua, electricidad, reciclaje de residuos, Internet, remoción de nieve en invierno y un jardín, todo enmarcado por montañas, ríos, senderos para caminar y lagos donde pescar. "Nos sentimos muy agradecidos de tener un grupo diverso de inquilinos que comparten sus dones y habilidades con la comunidad" destacan sus anfitriones.
Kurkkufields, Prefectura de Chiba, Japón
Más extrema y filosófica es la urbanización rural (valga el oxímoron) creada por el productor musical Takeshi Kobayashi, Kurkku Fields en Japón, que propone una experiencia distinta a los habitantes.
Es una granja de productos orgánicos con sectores comunes y espacios verdes decorados con instalaciones artísticas firmadas por Yayoi Kusama, Anish Kapoor y Camille Henrot, entre otros, pero además contiene en el mismo predio un pueblo de tiny houses autosuficientes. Funciona solo para estancias cortas y con estricto derecho de admisión, asi es que quien desee visitarlo deberá antes traducir los requisitos que figuran en el portal. Los refugios son rústicos y tienen las comodidades mínimas, al mejor estilo japonés.
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