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Aunque la casa era espaciosa y contaba con varios ambientes para asegurarse una vida digna bajo techo, la mujer había terminado en una situación extrema. El trastorno que padecía la había llevado a no poder vivir dentro de su casa y obligada por las cosas acumuladas a pasar el final de sus días bajo el alero de su casa en la localidad de Benavídez, en la provincia de Buenos Aires.
“El problema la perjudicó a tal punto que un buen día ya no pudo volver a ingresar a su hogar: todo dentro de su casa era acumulación. Así también se manejaba con sus perritos”, recuerda Andrea, una vecina del barrio.
“La mujer amaba a sus perritas”
El trastorno de acumulación compulsiva -según destaca la información que comparte la Clínica Mayo de los Estados Unidos en su sitio- es una dificultad que se presenta para deshacerse de pertenencias ya que la persona cree que necesita guardarlas. La sola idea de deshacerse de esos objetos puede generar angustia y comienza así un ciclo peligroso de comportamiento que lleva a acumular progresivamente una gran cantidad de objetos, independientemente de su valor real. Por lo general, la acumulación compulsiva crea condiciones de vida de hacinamiento con muy poco espacio para moverse entre las pilas de objetos.
Las cocinas, los escritorios, las escaleras y todas las demás superficies suelen estar atestadas de cosas. Cuando ya no queda espacio dentro de la casa, el desorden puede extenderse al garaje, al patio y otras áreas de la casa. Ese era el problema al que se enfrentaba la mujer de Benavídez.
Nueve animales fue el número máximo de integrantes que pudo alojar en su casa. “Marta, mi vecina, amaba a sus perritas, pero tenía un trastorno y, como todo acumulador, necesitaba mucho de todo. A veces ella no tenía para comer, pero para sus perritas siempre había alimento y agua fresca a disposición”, dice Andrea.
Originaria de la ciudad Concepción del Uruguay en Entre Ríos, la mujer no contaba con familiares y, cuando falleció, aunque aparecieron algunos amigos, ninguno pudo hacerse cargo de las perras que habían quedado a la deriva. “Lamentablemente Marta no tenía familiares. Pudimos dar con algunos amigos lejanos. Sin embargo ninguno de ellos mostró interés en ayudar con aquella herencia viva que había dejado al momento de su fallecimiento. En ese entonces eran seis perritas. Lamentablemente dos fallecieron en el transcurso de estos dos años y cuatro quedan en esa vivienda”.
“Me consuela saber que están juntas”
Ante ese triste panorama, Andrea -que ya conocía a las perras y ayudaba en su cuidado cuando Marta todavía vivía- se prometió a sí misma que haría todo lo que estuviera a su alcance para poder cambiar el destino de esos animales. Luego de largas jornadas de extenuante limpieza, orden y puesta a punto de los diferentes ambientes, logró acomodar a las cuatro perritas en uno de los ambientes de la vivienda.
En forma paralela, en tanto que la casa se encuentra dentro de un barrio cerrado, logró que un grupo de vecinos se haga cargo mensualmente de todos los gastos que implica mantener la casa: expensas, luz, jardinero, entre otros servicios.
“Desde ese momento, con otra vecina nos encargamos de todo lo necesario para que no les falte agua ni comida. También armamos un cronograma de visitas para acompañarlas un ratito dándoles mimos. Pero, lamentablemente, cada vez se hace más difícil sostener este compromiso: no solo por lo económico sino que lo que más angustia es saber que ellas pasan todo su tiempo en soledad. Solo me consuela saber que están juntas y en su casa”.
Andrea sigue buscando con esperanza un hogar para ellas. “Escribimos a varios refugios, pero no recibimos ningún tipo de ayuda hasta la actualidad. Las de pelaje marrón parecen ser jovencitas, deben tener entre tres y cuatro años. Son todas muy cariñosas, juguetonas y buscan caricias. No bajamos los brazos y esperamos que, al contar su historia, aparezca un alma generosa que pueda adoptarlas y darles un hogar para que no pasen todo el día solas o corran el riesgo de quedar en la calle. Deseamos inmensamente que tengan una vida de amor y cuidados. Ellas se lo merecen”.
* Para ayudar a las perritas, podés comunicarte con Andrea al 11 4027-5442
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