Vivi Tellas: "Me gusta andar por caminos que no conozco ni controlo"
Si hay un artista rupturista, ella es Vivi Tellas. Integrante del legendario grupo del under de los 80 Bay Biscuits, teloneras de Charly García, Seru Giran y Los Redondos, conoció ya en aquel entonces el rechazo de la gente por la novedad. "La gente gritando forma parte del espectáculo. En realidad, el show debería verse desde arriba, incluyendo el público que nos tira cosas", contaban las Bay en el libro Corazones en llamas, que narra las historias del rock argentino de los 80. Anécdotas del público pidiendo que aquellas chicas rebeldes se bajaran del escenario eran moneda corriente para ellas. Nada la detuvo.
Pionera feminista, artista incansable, Tellas siguió adelante, egresó del Bellas Artes primero para luego ir hacia el teatro hasta llegar incluso a crear un nuevo género totalmente novedoso, como fue el biodrama. "Haciendo teatro me empecé a hipnotizar con las personas, ¿quiénes son? ¿Por qué son así? ¿Cómo crecieron? Y todas esas preguntas que aparecen cuando mirás a alguien. Me volví fan del error, el error como la producción de momentos nuevos. Empecé a mirar la realidad con ojos de teatro", cuenta Tellas.
Directora artística del Teatro Sarmiento, posibilitó ciclos como las retrospectivas del grupo Piel de Lava, de Matías Feldman y ahora de Leticia Mazur.
Creó el género biodrama a comienzos del milenio, un género que recorrió el mundo y que sigue despertando interés llevando a escena historias biográficas interpretadas por sus protagonistas naturales. Así nacieron obras como Mi mamá y mi tía, boom teatral que comenzó en 2003 en la casa de la directora y al que se accedía llamando por teléfono y esperando confirmación, Tres filósofos con bigotes, Cozarinsky y su médico, Escuela de conducción, Disc Jockey, Mujeres guía y Rabbi Rabino.
Todas estas experiencias forman parte del Proyecto Archivos. Hoy en día dirige Los amigos, un biodrama afro en el que dos senegaleses que se conocieron en Caballito cuentan su historia.
–Sos la creadora del biodrama, que fue, en sus comienzos, una irrupción en la escena teatral desconcertante para la mayoría. ¿Por qué pensás que fue rechazado primero para convertirse luego en algo masivo?
–Siempre las nuevas ideas y formas son resistidas. Primero, hay miedo a que tu mundo conocido desaparezca, todos nos agarramos a lo conocido, porque ¿mirá si detrás de eso no hay nada y quedás en el vacío? ¡Qué susto! Mi posición política y artística es la lucha contra el control en todas sus formas. En la sociedad cada vez hay más control, es insoportable, desde la publicidad hasta las cámaras en todos lados. Cada vez son más sofisticadas las formas de control.
–¿Tuviste claro que estabas creando un género nuevo que llegaría a todas partes del mundo?
–Al principio yo tampoco sabía lo que estaba haciendo. Me gusta andar por caminos que no conozco ni controlo, mi curiosidad siempre me lleva a la acción. Se ve que con el tiempo esta nueva forma se empezó a convertir en un marco de trabajo poético. El biodrama también me dio la posibilidad de trabajar con la historia de los hechos y la política, cómo las vidas son atravesadas por la historia y cómo hacer presente esa historia, en un país con una historia de desaparición muy triste y dolorosa. Biodrama es presencia, es estar presente.
–Te definiste alguna vez como una editora biográfica, ¿de qué se trata esa denominación?
–Es parte del trabajo que hago cuando empiezo mi investigación en biodrama. Trabajo sobre la biografía de los intérpretes buscando los momentos más teatrales y ahí empieza la dramaturgia. Es parte de la escritura, cómo editar, cómo elegir y qué forma tendrá la estructura dramática para después convertirse en escenas. Cuáles son las conexiones que aparecen en los relatos y cómo pensar esas conexiones como material dramático. La obra se empieza escribir desde el momento en que el intérprete entra a la sala de ensayo con todo lo que pasa a alrededor, trato de tener siempre esa mirada documental. Trabajo con mi Compañía Biodramática, el grupo es fundamental para la investigación y creación de las obras.
–¿Cuándo descubriste que hay teatralidad en la vida cotidiana?
–Toda mi vida fui muy observadora y muy experimental, en el sentido de que siempre estoy probando qué pasa si cambio las reglas. Cuando era chica mi familia no sabía muy bien qué hacer conmigo, yo estaba siempre quemando cosas para ver qué pasaba, escondiendo huevos dentro de cajones para ver si nacían pollitos, ponía cualquier cosa en frascos a ver cómo se pudría y cambiaba de color y de olor y así. Hoy me dedico al arte.
–Hablás en diferentes oportunidades del teatro y su necesaria e indispensable función social, ¿a qué te referís?
–Sí, primero social porque siempre el teatro es con otros, se hace juntos. En mi última obra, Los amigos, un biodrama afro que estamos haciendo en Zelaya, es la obra más social, en el sentido de que mira a la sociedad, los protagonistas Fallou y Sow son senegaleses y junto con ellos creamos esta pieza que toca la inmigración, la visibilidad, la inclusión, la injusticia y, sobre todo, es un viaje a una cultura emocionante y muy sofisticada.
–¿Cómo surgió el concepto de unidad mínima de ficción (UMF)?
–Con mi grupo de trabajo pensamos sobre si las cosas son ficción o no ficción y cuándo empieza la ficción. Empecé a pensar cómo salir de esa situación binaria. Hay grados de ficción, hay matices y entonces inventé el UMF, umbral mínimo de ficción, como una medida poética de ficción, como kilos, metros, litros, pero el UMF mide la ficción. Es un juego poético. Podemos empezar a ver cuánto UMF hay en una situación o en una persona. Cuánta más construcción más UMF.
–Además de crear tus propias obras y de ser docente, desempeñás la gestión cultural estando a cargo del Teatro Sarmiento. ¿Cuál creés que es la función del teatro oficial? ¿Y la del Sarmiento en particular?
–Estuve en la dirección artística del Teatro Sarmiento de 2001 a 2009 y allí inventé biodrama, después me fui dar clases a la Universidad de Nueva York y a la Universidad de Princeton. En 2016 Jorge Telerman me llamó para dirigir nuevamente el teatro. Me interesa mucho la curaduría en teatro. Lo veo como una dramaturgia gigante. La posibilidad de trabajar con otres directores pensando juntes me parece un gran desafío. El Teatro Sarmiento es parte del Complejo Teatral, que es el teatro público de la ciudad, cuando se dice teatro oficial siempre me trae malos recuerdos de la dictadura. El Sarmiento se convirtió en el ala experimental del teatro público y tratamos de que se mantenga así. Es la posibilidad de investigar y crear nuevas experiencias escénicas con los recursos de la ciudad.
–Siempre desde la periferia, buscando formas alternativas, cuestionando y reflexionando sobre la vida cotidiana, formaste parte del under de los 80, creaste un género nuevo, sos generadora e impulsora de nuevas dramaturgias en el Sarmiento. ¿Cómo ves el teatro actual?
–¡Uf, sí, realmente hice todo eso! Hay muchas experiencias muy atractivas en el teatro hoy. Todos los intentos de buscar nuevos espacios/escenarios habla de una escena muy viva. La idea del espectador como protagonista, un espectador activo, también es algo que está pasando y me interesa mucho. Siempre pienso el teatro como un lugar de encuentro, charlar, comer, tomar algo, reír, llorar y enamorarse.