Vivencias: cómo las frustraciones del pasado pueden potenciar nuestro presente
Cuando tenemos que responder a la pregunta: "¿Cómo sos?", por lo general, lo hacemos contando una historia. Somos seres narrativos. "Soy de esta manera… Me gustan tales cosas… Admiro a… Me sucedió este hecho… No me gusta cuando…". Todos poseemos una historia predominante.
Dicha historia predominante que armamos de nosotros mismos es un entramado de muchas situaciones y acontecimientos que nos han sucedido en la vida. En el transcurso de ella, atravesamos miles y miles de situaciones. ¿Qué hace, entonces, nuestra mente con cada una de esas vivencias? Comienza a darle forma y a relacionarla con otra situación vivida, de modo que acabamos construyendo una especie de constelación narrativa.
Por ejemplo: "Mi mamá no me trataba muy bien; no fui validada ni abrazada. Por eso, en el colegio me costaba mucho relacionarme con mis pares. Esto me lleva a tener dificultad a la hora de…". Lo cierto es que no somos una única historia sino la unión de miles de historias. Tantas historias que, en realidad, no tenemos historia. Pero, ¿qué ocurriría, si ahora unimos una historia vivida con otra que también hemos vivido? Armaríamos una nueva narración.
No soy mi historia; soy muchas historias
Leí en una oportunidad acerca de una joven que tuvo una infancia de mucho dolor y maltrato. Creció viendo cómo el papá le gritaba a su mamá. La consejera le preguntó: "¿Y vos qué hacías cuando eso sucedía?". A lo que ella respondió: "Yo me tapaba con las sábanas y envolvía mis muñecos?". La asistente, al notar ese detalle, continuó preguntando: "¿Y por qué tapabas a los muñecos? ¿Querías cuidarlos?". "Sí", dijo la joven, "quería cuidarlos para que ellos no escucharan la violencia que escuchaba yo". "¿Desde cuándo adoptaste esa actitud de cuidado? ¿A qué otras personas cuidaste? Y, si esos muñequitos te hablaran, ¿qué te dirían?". Le formuló toda una serie de preguntas, a partir de un solo detalle: cuidar a los muñecos. Así pudo crear toda una historia de cuidado en ella, que había olvidado.
Cuántos detalles han pasado por nuestra vida que no vemos, pero sin duda con los cuales seríamos capaces de armar una gran historia. Si yo te preguntara: "Si fueras un animal, ¿cuál serías y por qué?" y me contestaras: "Un caballo por su libertad y velocidad"; luego, te pediría lo siguiente: "Contame qué papel juega la velocidad en tu vida. Narrá todos los momentos en los que fuiste veloz. Compartime todas las situaciones que recuerdes en las que fuiste libre".
Inmediatamente nuestra mente comenzará a buscar una nueva historia de esta infinitud de situaciones. No es que la anterior sea falsa, sino que le agregamos algo novedoso que se suma a las historias que ya tenemos. Otro ejemplo: si alguien dice que se siente un fracasado y se le pide que narre aquellas situaciones que ha vivido, mencionará detalles que contradicen esa narrativa y esa historia.
No existen los tiempos perdidos
Te invito a pensar qué situaciones en tu vida quedaron a mitad de camino y qué te han aportado. En mi caso, yo quería ser músico y ajedrecista. Desde los nueve años, pasaba horas analizando partidas de ajedrez y practicando también, durante horas, el clarinete. El hecho es que no me convertí ni en músico ni en ajedrecista. En una etapa de mi vida, me frustré por ello. Hasta que un día tuve un destello de iluminación y empecé a darme cuenta de que todo aquello que había hecho me había aportado algo para llegar a ser lo que soy hoy.
El ajedrez me permite pensar jugadas hacia adelante, no apresurarme, darme tiempo. Y la música me ayuda a fluir, a improvisar, a interpretar. Todos esos elementos los puedo utilizar en la tarea que estoy llevando a cabo actualmente. No existen los tiempos perdidos. Todas las cosas que hicimos, aun las que han quedado paralizadas en algún momento determinado, nos han ayudado a ser lo que hoy somos. Esos fragmentos (que solemos considerar perdidos) son pequeñas historias que nos ayudaron a construir nuestro presente.
No somos una historia. Somos muchas historias. Somos tantas historias que, en realidad, no tenemos historia. Somos vida y valemos por lo que somos.
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