En Argentina se desempeñaba como psicólogo, brindaba un servicio de protección a niños y adolescentes, y tenía un trabajo en una inmobiliaria; el estrés lo llevó a cambiar de aire y en el camino descubrió la forma de tener a su tierra más cerca que nunca
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Damián Funes se acomodó en un restaurante de Villa Urquiza, miró a sus padres y hermanas, respiró profundo y comenzó a hablar. El último año había sido demasiado estresante, entre largas horas de trabajo como psicólogo, el servicio de protección de derechos de niños y adolescentes que brindaba, y su trabajo paralelo en el rubro inmobiliario. Voy a suspender mi profesión por un tiempo, les dijo. Me surgió una oportunidad y necesito un cambio de aire, continuó. Voy a poner en alquiler el departamento, vender el auto y sacar pasaje para irme a probar suerte a Los Ángeles.
El joven levantó la mirada, vio a su madre, ya con lágrimas en los ojos, y aguardó las reacciones de quienes lo habían acompañado la vida entera. Si es lo que vos querés, yo siempre te voy a apoyar, le dijo su madre, un sentimiento que fue acompañado por su padre y sus hermanas.
“Sintieron que, si bien me iban a extrañar, les alegraba que yo pudiera vivir una experiencia así”, rememora Damián hoy, al repasar su historia. “Luego les fui contando a mis amigos quienes se mostraron contentos por lo que emprendería; viendo ahora en retrospectiva, creo que el sentimiento común de todos era el pensarlo como una travesía que ninguno sabía cuánto duraría”.
En noviembre de 2017, Damián llegó a Los Ángeles, una ciudad que había visitado una vez en su vida, allá por 1997, junto a su familia. Ahora le tocaba dejarlos atrás, aventurarse solo ya no como turista embelesado por el suelo californiano, sino como hombre extranjero tras la búsqueda de un espacio en la cotidianidad de una cultura diferente. ¿Podría vivir tan lejos, sin respirar y sentir sus raíces cada día?
Insomnio en Los Ángeles y un impacto profundo: “Una dura realidad que se extiende a muchas ciudades de Estados Unidos”
La oportunidad laboral había surgido gracias a su trabajo paralelo en Argentina, en el rubro inmobiliario. Si bien Damián estaba poseído por la dulce adrenalina de un nuevo comienzo, su arribo fue un tanto extraño. El invierno estaba por comenzar y a las 17:30 el sol ya se había puesto. Durante varios días, se despertaba a las 4 de la madrugada y le era casi imposible volver a conciliar el sueño, algo que muy de a poco se fue acomodando.
Sabía que en Estados Unidos cenaban temprano, pero creyó que podría hallar algún lugarcito abierto a las 22, una misión que se le complicó por demás: “Puedo decir que pude atravesar esta dificultad ya que hasta el día de hoy la merienda no se negocia y ceno entre las 21 y las 23″.
“Una de las cosas que tristemente me llamó la atención fue la cantidad de personas en situación de calle que hay hasta el día de hoy, cuadras enteras de homeless alrededor de Downtown y en muchos barrios a lo largo y ancho de California, una dura realidad que se extiende a muchas ciudades de Estados Unidos”.
La belleza de California y trabajar en Los Ángeles: “El solo hecho de ser argentino me ha abierto puertas”
A pesar de los choques culturales, la belleza de California lo había impactado veinte años antes, cuando la conoció junto a su familia, y lo seguía haciendo. Y no era solo de las postales de ensueño que estaba enamorado, también del clima de la costa oeste, que parecía vivir en una primavera constante. Si bien podían tocar días de intenso calor estival y otros de lluvias copiosas en el invierno, le gustaba la estabilidad general de una atmósfera sin la humedad de lugares tales como Buenos Aires o Florida.
Desde el comienzo, Damián supo que Los Ángeles -la segunda ciudad más grande de Estados Unidos- no podía ser recorrida sin auto, pero fue esto mismo lo que le permitió comenzar a disfrutar de la diversidad en sus paisajes, su larga extensión de playas atractivas, el desierto o las montañas nevadas, todo tras manejar un par de horas fuera de la ciudad.
Mientras tanto, el trabajo floreció a fuerza de dedicación, así como del entendimiento de que en Estados Unidos se priorizan las actividades laborales por sobre todo: “Debo reconocer que el ser una persona muy sociable me ha permitido entablar relaciones con todo tipo de personas de las cuales han surgido oportunidades laborales en distintas áreas”, afirma. “En este tiempo en Los Ángeles he trabajado en el sector inmobiliario, gastronómico, hospitalario y hoy en día en la industria del entretenimiento. Sin embargo, el dato curioso es que el solo hecho de ser argentino también me ha abierto puertas y permitido conocer muchos compatriotas a lo largo de estos años”.
“Una vez conocí una chica argentina de nombre Jesica, con quien no solo empecé a trabajar en su productora, sino que además decidimos empezar a hacer juntadas y eventos para los argentinos que andábamos desparramados por Los Ángeles. Es así que tres años atrás surgió el proyecto Argentinite, a través del cual comenzamos a hacer fiestas con música 100% argentina, mateadas en las playas, recitales, torneos de truco, eventos deportivos y hasta shows para niños”.
“La idea desde el principio fue tener un espacio de encuentro para aquellos que extrañan sus raíces y necesitan de esa argentinidad, además de celebrar nuestra cultura y compartirla con todos aquellos que quisieran conocerla”, explica Damián, quien en sus eventos recibe asimismo amigos mexicanos, salvadoreños, guatemaltecos, peruanos, franceses, ingles, italianos, y estadounidenses, entre otros.
“Hemos tenido la oportunidad de extendernos a otras ciudades, llegando a hacer eventos en San Francisco, Dallas, Miami, y en el exterior en ciudades como Bogotá, Madrid y Londres. Con respecto a la calidad humana, hay que rescatar que el argentino en general siempre tiene una buena predisposición a solidarizarse con el recién llegado o con quien ya vive acá y tiene alguna necesidad, ya sea desde ayudar con un colchón o un mate, hasta proveer alojamiento, trabajo o asesoramiento legal”.
La vida lejos, los aprendizajes y el amor: “Puedo convivir en una nueva cultura, pero también aprendí que no puedo desprenderme de mis raíces”
Allá, por el 2017, cuando Damián dejó Argentina atrás, no sabía por cuánto tiempo se iría, ni si podría sobrevivir sin sus raíces cerca. La respuesta llegó clara: él no podía vivir alejado de sus raíces, pero comprendió que no era necesario regresar para sentir su cultura presente cada día.
Su sensación de falta de calidez por parte de los norteamericanos, la compensó con comunidad creada y nutrida, donde la espontaneidad surge con mayor frecuencia, así como los besos y abrazos, tan bienvenidos cuando el amor de la familia se extraña.
“Ojo, los locales creo que son muy cordiales, bien predispuestos a ayudar y reconocen al argentino como buen trabajador”, destaca Damián. “Acá, si bien es cierto que the sky is the limit, hay que trabajar arduamente (muchos tienen más de un trabajo) para poder mantenerse, pagar el alquiler, un auto y darse unos gustos. Así como Los Ángeles es la segunda ciudad más grande de Estados Unidos, también es la segunda con nivel de vida más caro después de San Diego. Es decir, la calidad de vida es buena pero no todo es color de rosa”.
“A pesar de todo, vale la pena, la experiencia misma de vivir en el extranjero es en sí un aprendizaje. Hay que aprender a convivir con uno mismo fuera de su zona de confort, de sus afectos, vencer miedos e inseguridades para afrontar situaciones laborales, enfrentarse a un nuevo idioma, costumbres y estilos de vida diferentes, y a las limitaciones que implica estar en un proceso migratorio”.
“No me arrepiento de haber tomado la decisión de vivir en el exterior, pero entiendo que no es para cualquiera, que el desarraigo no es fácil y que no todos llegan en las mismas condiciones. No hay que caer en la falsa ilusión de que todo lo de afuera es mejor, ya que aun viniendo en las condiciones más óptimas, conlleva mucho esfuerzo y tiempo lograr una vida económicamente estable”.
“En lo personal aprendí que puedo convivir en una nueva cultura, pero también aprendí que no puedo desprenderme de mis raíces, sino que por lo contrario, aun habiéndome convertido en ciudadano americano, he reafirmado mi identidad argentina y el orgullo por nuestros hábitos y costumbres, llegando a consolidar una comunidad que hacen que el extrañar a la familia y amigos más cercanos sea más llevadero”, continúa.
“De hecho terminé enamorándome de una mujer argentina quien hace pocos meses se convirtió en mi esposa. Quién hubiera dicho que una persona de San Martín y otra de Caballito llegarían a conocerse y armar una familia a casi 10.000kms de sus respectivos lugares de origen”, concluye.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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