Tras 26 años detenido, Jean Claude Romand, el falso médico francés salió de la cárcel el 28 de junio de 2019 para instalarse donde antes se alojaron otros criminales.
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En la abadía benedictina de Fontgombault se cumplen las reglas de San Benito: hasta el hombre más repudiable debe ser recibido como si fuera el más santo de los santos.
Jean Claude Romand llegó a ese monasterio de la localidad de Indre, en Francia, al salir de la prisión de Saint-Maur donde cumplió 26 años de su condena a cadena perpetua por el asesinato de toda su familia. A las 3.30 de la madrugada salió de en dirección a la Abadía de Fontgombault, que en los años setenta albergó al colaboracionista filonazi Paul Touvier, cuando era buscado por crímenes de lesa humanidad.
El falso médico y mentiroso serial
El 9 de enero de 1993, Jean Claude Romand mató a su mujer, sus hijos, sus padres e intentó, sin éxito, suicidarse inmolado bajo las llamas del fuego con el que incendió su casa para fingir una tragedia y mantener a salvo la mentira de toda su vida. Los bomberos lo rescataron con vida y después de una semana de pasar internado en coma fue entrevistado durante 4 días por investigadores policiales que empezaron a sospechar que había una correlación entre el crimen de los padres y el de su propia casa. La investigación reveló que no era un prestigioso médico de la OMS como fingió ante su familia y sus amigos. Mentía desde los dieciocho años. A punto de verse descubierto, prefirió suprimir a aquellos cuya mirada no hubiera podido soportar, incluyendo a su amante Chantal a quien no logró ahorcar cuando se reunió con ella pocas horas después de haber cometido los otros crímenes.
La cuestionada salida en libertad condicional de Romand suscitó muchos debates en la sociedad francesa: ¿En qué lugar quedan las familias de las víctimas si se le da la gracia de la libertad al perpetrador del crimen que acabó con sus vidas? ¿Hay arrepentimiento posible después de un asesinato múltiple tan atroz? A parecer, la justicia francesa evaluó que era el momento de hacer lugar a los pedidos de la defensa y el 25 de abril de 2019 dictaminó su liberación. En dicho fallo ordenó a Romand mantenerse alejado “de los familiares y amigos de las víctimas” y de todos aquellos que representaron la parte civil de la acusación. También le prohibió desplazarse dentro de tres regiones: Île-de-France (incluida la ciudad de París), Borgoña Franco-Condado y Auvernia Ródano-Alpes. Otra condición impuesta por el documento judicial fue la de un silencio “monacal”: “Debe abstenerse de toda comunicación mediática relativa a los crímenes por los que fue condenado” y, además, “reparar total o parcialmente los daños causados”, así como “someterse a medidas de control médico, cuidados y tratamiento”.
El silencio de los inocentes
Hubo algunos antecedentes de que a lo largo de sus dos décadas y media en la prisión Romand desarrolló una conducta ejemplar. Estudió y se graduó en informática, comenzó a practicar el catolicismo, también se apasionó por el canto gregoriano y restauró los archivos de sonido del Instituto Nacional del Audiovisual (INA). Aunque todos esos indicios de cambio no fueron suficientes para que las primeras evaluaciones psiquiátricas concluyeran que el asesino no había cambiado sustancialmente a lo largo del tiempo de encierro, finalmente sus abogados lograron obtener un un informe pericial distinto que recomendó la liberación.
Por aquella época salió a declarar ante la prensa Emmanuel Crolet, hermano de Florence, la mujer y primera de las víctimas de Romand. Indignado, Crolet afirmó que era imposible que el falso médico haya cambiado: “Quería salir de la cárcel, logró salir de la cárcel consiguiendo hacer creer a la gente que era alguien honesto, y que se merecía esa salida de la cárcel”, a pesar de una primera negativa de la corte de Châteauroux “, contó al podcast Les Voix du Crime.
Fue entonces, cuando el que fue uno de los crímenes más famosos de Francia volvió a ocupar las páginas de los diarios y los programas de televisión. Pese a que se ya se sabía que Romand iba a ser dejado en libertad condicional, no se informaba a la prensa francesa sobre su destino fuera de la cárcel; sin embargo el rumor acerca de su llegada al pueblo comenzó a circular entre los poco más de 250 habitantes de la comuna de Fontgombault, pese a que los monjes y el alcalde lo negaban.
A dos años del arribo de Romand, el padre Dom Jean Pateau, director de la Abadía de Fontgombault, brindó una entrevista a la televisión francesa en la que reveló varios de los interrogantes sobre la estadía del famoso asesino devenido en hombre de fe. En mayo de 2021 el programa 13h15, le dimanche, emitió una edición especial, titulada Jean-Claude Romand, le double « Je », que puede verse por France TV, previa suscripción gratuita al canal online. Sobre el día de su llegada el padre Pateau declaró: “Me encontré con un hombre profundamente cansado, con una gran tensión psicológica; no durmió esa noche porque hubo que hacer muchas cosas antes de que pudiera ingresar; la administración penitenciaria también estuvo presente para activar la pulsera electrónica y hubo muchas cosas que hacer para dejar todo listo”.
La parábola de la oveja perdida
En la primera misa dominical que tuvo lugar luego de su llegada Jean Claude Romand escuchó el evangelio de la oveja perdida, una parábola en la que Jesús explica a sus discípulos la gran alegría que siente un pastor al recuperar, de entre cien, a una de las ovejas de su rebaño que se apartó del camino. “Es así que encontrará la alegría en el cielo: por un pecador que se convierte, más que por 99 justos que no necesitan la conversión”, dice el sermón. ¿Decisión institucional o casualidad? Nada de eso, según expresó el padre Pateau: “Fue, sin dudas, una certera bienvenida pero no fue planificada, fue producto de la providencia”, asegura.
En la Abadía de Fontgombault, equipado con su brazalete electrónico, el asesino converso a la fe se aloja en la sección hotelera y comparte la vida cotidiana de los 70 monjes, en particular el trabajo agrícola en las pocas hectáreas de la finca. Tiene la obligación de seguir indemnizando a las partes civiles y tiene prohibición de viajar y hablar en forma pública.
“¿Para usted este crimen es odioso?”, le pregunta la entrevistadora al padre Pateau. “Sí, sí...”, responde. “¿Perdonable?”, indaga la periodista. “Perdonable, sí, sí...” expresa el clérigo y la periodista repregunta: “¿Odioso y perdonable?”. El cura explica: “Dios perdona todo”.
En una entrevista que brindó al portal La famille chrétienne Dom Pateau explicó cómo se dio el pedido de albergue para Romand. “Se llegó a la abadía a través de un antiguo visitante de la prisión, el general Jean Delaunay, un amigo de nuestro monasterio, quien acompañó a Jean Claude Romand durante veinte años en su camino religioso y su conversión”.
A la pregunta por los motivos que los llevaron a aceptar a un hombre con un pasado tan cargado a riesgo de desestabilizar su comunidad, el director responde: “El mal siempre perturba. En el Consejo se han sopesado los riesgos asociados a este acto de hospitalidad tan inusual. Hemos optado por avanzar considerando detenidamente los elementos que nos habían sido comunicados sobre nuestro huésped, con la voluntad también de seguir el camino de la esperanza inquebrantable hacia las personas, el camino del Evangelio que nuestro mundo ya no comprende”.
Dos años después de aquellas declaraciones, el clérigo mantiene la misma postura y reconoce que la misericordia y el perdón pueden resultar escandalosos y entiende que para la madre y el hermano de la mujer asesinada con un palo de amasar, abuela y tío respectivamente de los niños muertos a disparos por su propio padre, la protección de los religiosos a Romand puede ser difícil de aceptar. “Pero tiene que aceptarlo”, responde ante la inquisición de la periodista. Jeannine Crolet, sin embargo no acepta la muerte de su hija y de sus nietos. Con pedazos de cinta adhesiva tapó en todos los álbumes de fotos la imagen de quien durante dieciocho años fingió ser el yerno ideal. “No puedo verlo, es inútil hablar de este señor”, expresa ante la cámara. “Es una sombra que planea sobre nuestra familia”, agrega Emmanuel Crolet, el cuñado quien no puede dejar de expresar su indignación por la libertad del asesino. “En nuestra familia ya no tienen ningún lugar, pero sigue estando presente teniendo en cuenta el mal que sigue haciendo con su libertad”, dice el hermano menor de Florence. “No puedo impedirme pensar que él sabe que miente”.
La historia del falso médico y asesino hasta el momento de su condena quedó plasmada en El adversario, del escritor francés Emmanuel Carrère, quien llevó adelante un frondoso intercambio epistolar con Claude Romand a lo largo de varios años para elaborar la novela de no ficción. La historia también fue llevada al cine una: película llamada igual que la novela de Carrère, estrenada en 2002, en Suiza y otro elogiado film francés, sin asesino pero también sobre un hombre que pierde su empleo y no se anima a contarlo a su familia, El empleo del tiempo (2001).
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