Tras emigrar, Keiservarden, una meseta montañosa al norte de Noruega, le trajo paz; hoy recomienda el lugar a todos los visitantes argentinos
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Ricardo Clarke miró a su alrededor y sus ojos se empañaron. Aquel paisaje le recordaba a su otra tierra, a las montañas de su querida Argentina. Él había crecido en la llanura de Trelew y siempre había soñado con vivir en alguno de los tantos rincones impregnados de elevaciones de su querida Patagonia.
Y ahora estaba allí, en Bodø, tantos años después, parado frente a Keiservarden, una imponente meseta montañosa en las cercanías de su nuevo hogar, en Noruega.
Hacía tiempo ya que su querida mujer, oriunda del país escandinavo, lo había iniciado en las largas caminatas por la naturaleza, por lo que, apenas se mudaron por aquella región, ella insistió que debían explorar la zona, en especial Keiservarden.
“La paz que sentí en la montaña fue inmediata, quedé impactado por tanta belleza”, revela el argentino. “Me asombró la prolijidad del sendero, el silencio de los caminantes, personas de todas las edades entregadas a disfrutar de tanta maravilla. Es un privilegio vivir acompañado por estas postales”.
La llegada a Bodø y un rincón que recuerda a la patria
Para Ricardo, dejar la Argentina no significó demasiado. El país, hasta donde tenía entendido, no se esfumaría del mapa. Allí permanecería su Trelew querido para recibirlo con todo su amor cada vez que quisiera volver. ¿Por qué debía aferrarse a un pedazo de tierra cuando el mundo era tan amplio, tan interesante, tan rico en culturas y había tanto por descubrir?, se cuestionaba. Sin dudas consideraba que había recibido por parte de sus padres lo más preciado que se pudiera obsequiar: alas. Alas para volar y crecer. Y Ricardo, desde muy joven, las supo aprovechar.
Fue así que, a sus veintilargos, decidió dejar su entorno conocido, sus funciones en la empresa textil familiar, y un propio e incipiente comercio en el rubro de la gastronomía, para abrirse camino en el mundo. Las primeras aventuras sucedieron en Los Ángeles y en Mallorca, donde trabajó como vendedor de perfumes para la cadena Esteé Lauder.
Y en Mallorca lo aguardaba el suceso más significativo de su vida: en una coincidencia mágica se enamoró de Merete, una mujer extraordinaria oriunda de Noruega, que lo llevó hacia paisajes nunca imaginados y a enriquecer sus horizontes mentales.
Corría el año 1986 cuando Ricardo, con 32 años, contrajo matrimonio y se instaló en Bodø, la primera ciudad noruega al norte del círculo polar ártico, un lugar inesperado en el planeta que lo desafió en todos los sentidos, pero que, de a poco, le abrió sus puertas hasta hacerlo sentir noruego y dividir su corazón en dos países.
Hoy, entre dos tierras, Ricardo observa Keiservarden, ubicada tan cerca de su casa, y se imagina en la cordillera argentina. La nostalgia, entonces, mengua. Se siente agradecido y privilegiado.
Keiservarden, Noruega: Sol de medianoche, ciervos y tango en la cima
Con los años, Keiservarden se transformó en el rincón favorito de Ricardo en Noruega. La montaña, aparte de formar parte de su cotidianeidad en pareja, es el lugar elegido cada vez que un amigo argentino llega de visita. Y ellos, por supuesto, quedan impactados por los paisajes.
“A todo aquel que viene a Noruega, le recomiendo venir a mi rincón favorito”, dice Ricardo con una sonrisa. “Me gusta en verano, porque puedo apreciar el sol de medianoche, que es un fenómeno natural increíble en el norte de Noruega”.
“Hace unos años, en el 2011, el gobierno de Noruega cerró un acuerdo con Nepal. Ellos enviaron a los sherpas para que hagan los caminos de montaña, de tal manera que incluso la gente mayor pueda acceder. ¡A la reina Sonia, de 84 años, le encanta subir! Lo llamativo es que para los senderos solo se utilizaron rocas y materiales propios del Keiservarden”.
“Desde el 23 de junio hasta fines de julio el sol no se pone y el espectáculo es asombroso. En esa época estival se realizan shows en la cima, que incluyen tango”, agrega. “Es la mejor época, aunque hay que estar atentos con los ciervos. Mi mujer le explicó una vez a un amigo argentino qué técnica usar para que no ataquen; no son agresivos, pero en verano están con sus crías, a quienes les enseñan a andar por la geografía compleja y, claro, son protectoras. ¡Pobre amigo, estuvo aterrorizado toda la subida! El método es muy sencillo: no hay que frenar ni mirarlos a los ojos, tan solo hay que seguir de largo. Así, cada uno permanece en su mundo, disfrutando de la belleza de Keiservarden, una magnífica montaña que eleva los sentidos”.
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En breves postales, “Mi Rincón Favorito” es una sección que invita a todos los argentinos (de acá y del mundo) a compartir su lugar preferido en el suelo que hoy habitan y tan bien conocen, ya sea un paisaje, un museo, un restaurante, o un rincón perdido. Aquello que vale la pena conocer no siempre se encuentra señalado en el mapa y, tal vez, entre todos podamos descubrir un poco más de la Argentina y el resto del planeta. Si tenés un rincón favorito para compartir podés escribir a mirinconfavoritoLN@gmail.com
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