Matías Litvak dirige la oficina de cultivo de la universidad pública Bar-Ilan, de la ciudad de Ramat Gan, vecina a Tel Aviv, donde investiga genéticas para mejorar los productos con fines medicinales
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Matías Litvak tiene 32 años, se crió en Ezeiza, y desde hace casi tres años vive en Israel, país pionero y líder en investigación y desarrollo del cannabis, donde trabaja en invernaderos y laboratorios dedicados a eso.
Autodidacta, por estos días dirige la oficina de cultivo de la universidad pública Bar-Ilan, de la ciudad de Ramat Gan, vecina a Tel Aviv y fue contratado por la empresa Cann-Il, donde analiza genéticas para mejorar los productos con fines medicinales. Está a cargo de todas las salas de cultivo y la salud de las plantas. También dicta algunas clases especiales y es mentor de algunos estudiantes de agronomía y biología que están trabajando en sus tesis.
“Lo que más me interesa es el desarrollo de genéticas, que consiste en la cruza y selección de genéticas que vienen de muchos lugares del mundo para tratar de encontrar, dentro de poblaciones que voy abriendo con la cruza, aquellas genéticas más comerciales, con las mejores características como resistencias a plagas y hongos; el desarrollo de protocolos, es decir, la mejor forma de cultivarlas; y de tecnologías, en constante desarrollo acá en Israel, y que sirve para entender de qué manera se pueden mejorar esas genéticas. Es realmente muy interesante el relevamiento de datos, lo disfruto muchísimo y lo tomo con muchísima seriedad”, cuenta Litvak al otro lado de la línea desde su casa en Tel Aviv, ciudad vecina a Ramat Gan, dispuesto también a responder cualquier tipo de consulta a través de su cuenta de Instagram @litvak.matias.
Claro que para llegar a dónde hoy se encuentra Litvak debió andar un largo camino plagado de prejuicios vinculados a la planta de cannabis, desde su adolescencia, cuando se juntaba a fumar un cigarrillo de “prensado” en la baulera de la casa de su mejor amigo, el Mago, encuentros que se extendían en largas y entretenidas charlas.
Lo que más me interesa es el desarrollo de genéticas, que consiste en la cruza y selección de genéticas que vienen de muchos lugares del mundo para tratar de encontrar, dentro de poblaciones que voy abriendo con la cruza, aquellas genéticas más comerciales, con las mejores características como resistencias a plagas y hongos
“Nos divertíamos mucho, nos reíamos. Después empezamos a juntarnos con más amigos, y formamos una verdadera hermandad donde entendimos que hacer algo por el otro era una alegría. Nunca fui adicto al cannabis, siempre consumí desde un lugar muy saludable, fumábamos como quien se toma una copa de vino el fin de semana”, recuerda.
Tiempo después Matías empezaba a cultivar en la terraza de la casa de sus padres, y siempre de forma autodidacta, comenzó a investigar e interiorizarse cada vez más sobre las propiedades medicinales de la planta y sus beneficios para la salud, aunque fuera ilegal y pudiera traerle problemas con la justicia.
“Mi formación siempre fue autodidacta, nunca me gustó la educación formal o académica. Sí tomé clases de biología, hice cursos de hidroponía, de cultivo orgánico, porque me interesa el conocimiento, pero nunca me interesó rendir un examen, participar de un sistema que empuja la competencia, así como tampoco me interesa tener un título que valide mi capacidad, a pesar de que siempre me dijeron que sin un título no iba a llegar a ningún lado. Creo que no hay nada como la experiencia empírica. De esa manera es como más aprendí y siempre me relacioné muy bien con la gente desde el respeto y la humildad, desde el intercambio de conocimiento”, explica.
Un día recibió la noticia de que al padre de su amigo, Marcelo, le habían diagnosticado cáncer, y le propuso intentar convencerlo para cultivar un cannabis que lo ayudara a llevar mejor la enfermedad.
“Pusimos mucha plata, compramos los mejores equipos. Para ese entonces yo ya vivía solo en un dos ambientes, así que pasamos la cama al living, hicimos una habitación de cultivo y empezamos a cultivar diferentes cepas, fabricar aceite y probar cuál le hacía mejor, algo específico para él. Empezó a consumir un montón de aceite de cannabis y eso mejoró muchísimo su calidad de vida. Hasta el día de hoy tengo guardados audios suyos donde me cuenta que después de muchos años había empezado a dormir doce horas y estaba muy contento”, sigue Litvak.
A partir de esa experiencia, allá por 2015 dio una charla que llamó “Rompiendo mitos”, donde empezó a trasmitir sus conocimientos sobre cannabinoides, cultivos, extracción, patologías, formas de consumo. Para su sorpresa, asistieron 300 personas, lo que lo impulsó a su vez a contactarse con Mamá Cultiva Argentina, fundación sin fines de lucro que es un referente respecto del cannabis solidario, donde empezó a colaborar en los talleres y asesorar gente sobre su uso medicinal y terapéutico para diferentes enfermedades como cáncer o epilepsia. “Fue una experiencia muy linda. Junto con el cultivo que siempre me gustó hacer con todas las plantas, ahí me encontré con otra pasión, la de poder ayudar en lo social”, recuerda.
Un tiempo después, Litvak contactó una empresa en Israel que lo llevó a trabajar tres meses a ese país, donde la marihuana para uso medicinal es legal desde 1999, y que cuenta con una gran capacidad para investigación y desarrollo. Luego volvió a la Argentina y enseguida regresó a Israel donde encontró lugar en otra empresa y posteriormente le ofrecieron trabajo en una plantación de montaña en Lake County, California, Estados Unidos, donde la marihuana es legal desde 2016.
“Había mucho para arriesgar. Primero iba a viajar con mi compañera de ese momento, pero terminé viajando solo. Y fue muy duro, estar solo en la montaña durante 5 meses y medio, laburando todo el tiempo, sin internet, sin auto. Ahí empujé mis límites al máximo y aprendí muchísimo. Estaba solo y tenía a mi cargo un cultivo de 5 mil plantas. Eso me enseñó a ser muy eficiente y a laburar sin parar teniendo bien clara la disciplina”, recuerda.
Cuando terminó ese trabajo le llegaron nuevas ofertas de distintas empresas de producción como director de cultivo, pero finamente aceptó una oferta de la Universidad pública Bar-Ilan, de la ciudad de Ramat Gan, para seguir profundizando su formación y aprendizaje en la investigación y el desarrollo, donde continúa hasta el día de hoy.
“Cuando uno hace lo que ama, siempre hay un intercambio de conocimientos, Hoy tengo muchos colegas amigos en muchas especialidades, y eso me hace formarme cada vez más como profesional en esta industria, y además también revalida mi confianza, y confirma que lo que estoy haciendo va por el buen camino, y me llena de orgullo”, sigue Matías.
Creo que se puede desarrollar una industria del cannabis muy buena en la Argentina, que mejorará la salud de muchísimas personas y ojalá que se siga por este camino y se lo tome con mucha responsabilidad, para que en un futuro no muy lejano tanto el cannabis medicinal como el terapéutico estén disponibles en el sistema de salud público
Respecto del desarrollo del cannabis en la Argentina, donde hace unos meses atrás abrió una oficina de consultoría junto a tres socios, Litvak asegura sentirse muy entusiasmado. Destaca la importancia de dignificar el trabajo de los canabicultores que podrían hacer muy bien a la industria del país y plantea la necesidad de desestigmatizar a los consumidores.
En ese sentido, hace apenas unos meses atrás fue convocado desde el Ministerio de Desarrollo Productivo para participar de una charla virtual con el ministro Matías Kulfas, y posteriormente participó en un encuentro en el Congreso de la Nación en el marco del debate alrededor de la legislación que regulará la producción de cannabis para usos medicinal e industrial en Argentina.
“Ni en mis mejores sueños pensé que podía estar donde estoy ahora y poder colaborar de la manera en que estoy colaborando. Es el honor más grande que tuve en mi vida y lo voy llevando con mucho orgullo y mucha responsabilidad. Desde un lugar humilde transmití mi experiencia de ver industrias más desarrolladas, con sus problemáticas, sus aciertos y sus errores. Creo que se puede desarrollar una industria del cannabis muy buena en la Argentina, que mejorará la salud de muchísimas personas y ojalá que se siga por este camino y se lo tome con mucha responsabilidad, para que en un futuro no muy lejano tanto el cannabis medicinal como el terapéutico estén disponibles en el sistema de salud público, en las obras sociales, que sea un medicamento para todos. Ese es mi deseo y esa es mi militancia”, concluye Litvak.
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