Con un apodo, que con el tiempo sería canción, así llamaban a Carmen Funes la primera pobladora de Plaza Huincul
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Con tan solo 15 años, y algo menos también, Carmen Funes llegó a Plaza Huincul en 1878 como integrante del Regimiento Tres de Infantería, el famoso “Tres de Fierro”, uno de los puntales de las fuerzas que comandaba el general Julio Argentino Roca durante la Conquista del Desierto. De notable belleza y coraje, su presencia no tardaría en llamar la atención.
¿Pero qué tan controversial podría ser una persona que participó en las campañas del desierto del general Roca contra los indios de la Patagonia en 1876? ¿Cuánto más si, además, era mujer, viuda y no le escapaba a ningún peligro? Aventurera y solidaria la historia la reconocería años después como “La pasto verde”, aunque sin precisiones sobre el origen de su apodo: para algunos referido a la hermosura que la caracterizó en sus años juveniles; otros aluden a la semejanza entre el pasto verde tan escaso en la zona de Plaza Huincul y Cutral Co con la presencia de doña Carmen Funes.
Una aliada en la campaña del desierto
Mendocina de origen y cargando una mala reputación (como todas las mujeres fortineras), en plena campaña del desierto, “Doña Carmen” se arremangaba sus vestimentas y ayudaba a curar las heridas sangrantes de las batallas, animaba a la tropa, daba la nota de alegría y también amor –o algo bastante parecido- al final de cada jornada, compañera consciente del sufrimiento que significaba la lucha contra el indio y el desierto. Fue partícipe leal y sanadora oficial de las heridas del regimiento. Su temple la convirtió en la ejecutora de las limpiezas de sangre, sin tapujos ni peros, ¿dejaría solo y desamparado a algún soldado? Nunca. Jamás abandonaría a un soldado caído.
Sin el peso del contexto, ni de la época, fue, sin dudas, una mujer de aventuras. Con un alma solidaria que la batalla mutaba en una fiera brava, no esquivaba ni el cariño que le brindaban como su soldada, ni le hacía caso omiso a los enfrentamientos si alguna vez debía defender a los suyos y matar al indio que los acechaba. Definitivamente no era una mujer común, mucho menos la típica figura femenina de su época.
En un entorno donde con cien apodos se llamaba de manera despectiva a la mujer fortinera, a Carmen, le cupieron muchos apelativos más, pero muchos de ellos fueron en vano: los que le adjudicaron la transformaron en una especie de heroína, de mamá, de salvadora.
El intento por establecerse y una mirada visionaria
Pero eso no había sido todo, con apenas 18 años instala un almacén de ramos generales, y una vez más los avatares de la vida le cambian su rumbo, la llegaba del tren le prende las alertas y decide emprender una nueva aventura: sin más que su caballo recorre durante casi catorce años diferentes pueblos de La Pampa, Río Negro y Neuquén, hasta que ve una nueva oportunidad y decide instalarse en la aguada, donde estratégicamente arma su posada cerca de una fuente de agua en medio del desierto. Aquella posada era el lugar de descanso obligado para todo el que andaba por allí.
Tan exitosa fue la posada que obtiene la primera licencia comercial en el departamento Confluencia (Neuquén), y el registro propio de marcas y señales para su ganado.
Así que no solo se dedicó a ello, también abrió un almacén con mercaderías que le llegaban desde Chile y otras provincias del país, se convirtió en residencia de las autoridades, generales, soldados, comerciantes, arrieros, científicos, campesinos. Prospera y en pleno apogeo conoció a su marido con quien contrajo matrimonio en 1908, con el cual no tuvo descendencia.
Un censo de la provincia de Neuquén de julio de 1895, permitió confirmar más sobre su persona: entre los datos destacados figuraba como habitante de población rural a los 33 años, lo que permitía deducir que habría nacido en el año 1862.
Su último acierto
Pero acá no terminan sus travesías. Carmen observó que el gusto del agua que consumía en su la región tenía un dejo a metal y olor a querosene, situación por la que no demoró en presentar una denuncia. Cuando comenzaron los estudios del suelo, Carmen no estaba de acuerdo con los resultados, como relatan las personas que la conocieron, como cita Mirtha Solari en Murmullos de Pasión, Carmen Funes , La Pasto Verde (una marca indeleble en suelo Neuquino):
“... Eso del “pitróleo” a ella no le hacía ninguna gracia. Por el contrario, abrigaba el firme convencimiento de que significaba la precipitación de su partida de la aguada: “Lo veo fiero lo del pitróleo; no me parece bien que la gente curiosee lo que guarda Dios dentro de la tierra”.
Tristemente un 15 de diciembre de 1916, fallece Carmen Funes, sin asistencia médica a consecuencia de una fuerte fiebre, con 54 años. Luego de aquella investigación se descubrió el primer pozo petrolero en octubre de 1918, se avecinaba el cambio mundial del uso de combustibles.
Quizás, el mejor homenaje haya sido la emotiva zamba “La Pasto Verde”, de Marcelo Berbel, que se reproduce en la voz de José Larralde.
La pasto verde
Aguada, de los recuerdos lejanos
Tapera de un dulce ayer
Tiempo de la pasto verde
Zamba del coraje hecho mujer
Tiempo de la pasto verde
Zamba del coraje hecho mujer
Brava gaucha en los fortines sureños
Bella flor del jarillal
Mil soldados te quisieron
Pero la tierra te quiso más
Mil soldados te quisieron
Pero la tierra te quiso más
Sobre la reja, entre las piedras donde duerme tu voz
Mi guitarra lloró
Sola esta zambita por las noches
Quiere darte luz
Porque le duele que digas
Que el criollo neuquino te olvidó
Quién te llamó pasto verde, fresquita
Tal vez tu aroma sintió
Poema de los desiertos
Versos de un coplero que pasó
Poema de los desiertos
Versos de un coplero que pasó
Tal vez hablen de tus años de moza
La aguada, el grillo, el zampa
Años de danza y romance
Sangre que secó el viento al pasar
Años de danza y romance
Sangre que secó el viento al pasar
Sobre la reja, entre las piedras donde duerme tu voz
Mi guitarra lloró
Sola esta zambita por las noches
Quiere darte luz
Porque le duele que digas
Que el criollo neuquino te olvidó
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