El del vino es un camino de exploración. Se arranca un día de pura casualidad con una botella que nos dice más que cualquier otra y, una vez que se enciende esa mecha, al consumidor despierto y en plan de búsqueda la góndola le ofrece innumerables oportunidades.
Entre esas oportunidades, las que se convierten en perlas difíciles de hallar, son las que más motivan la búsqueda. Por eso, los pequeños productores gozan de un aura particular. La del tesoro descubierto, del dato que otros no tienen y uno sí, el del dato que te puedo dar y que te pone del lado de los entendidos.
Por eso, también, los países que tienen pequeños y prestigiosos productores de vino gozan de buena salud a la hora de ofrecer esas perlitas. Y la Argentina es uno de ellos. Lo hablábamos tiempo atrás con Eric Asimov, el crítico de vinos del New York Times, quien me decía que a diferencia de muchos países productores lo que observaba en la Argentina es "un carácter emprendedor dispuesto a hacer su tradición".
Desde el otro lado del mundo, ese carácter es más una forma de supervivencia. Pero también, una forma de encarar las cosas. Y en el vino es de gran evidencia.
Hay historias clásicas. Como la del enólogo Carmelo Patti, legendario productor de vinos, que vendió su querido Peugeot para elaborar sus primeros Cabernet Sauvignon en la década de 1980. O la de Ángel Mendoza, también enólogo, que con su retiro de Peñaflor a fines de los 90 construyó en tres hectáreas en Lunlunta, Mendoza, una bodega de sueño, de donde nace el blend Pura Sangre. Pero también hay otras historias más recientes.
Pequeños productores hoy
Es la década actual la que vio una nueva serie de entrepreneurs volcarse al negocio del vino. Mientras que la llegada directa a los sommeliers de los restaurantes abrió puertas a proyectos muy chicos, la escala necesaria para abastecer nacientes distribuidoras y puntos de venta especializados alcanzó para insuflar energía a un movimiento algo disperso pero que hoy late con vida propia.
Vinotecas como Soil, Ozono o Pain et Vin, por mencionar solo tres puntos de venta especializados, o distribuidoras como Montana, Soma Vinos o I Vini abrieron las puertas del mercado a proyectos que van desde una centena de botellas a unas pocas miles. Mientras que los proyectos inmobiliarios como The Vines o Tupungato Wine Lands le dieron rienda suelta a muchos pequeños inversores de entrara al negocio.
Así, el movimiento de pequeños productores goza de buena salud. Están los proyectos que nacieron de amistades, los que son spin off técnicos y aquellos que representan el sueño de los inversores con pasión por el vino. Todos ellos hoy juegan en la pequeña escala.
¿Algunos que valga pena seguir?
Claro que sí. Tomen nota.
- Amar y Vivir. Matías Etchar elabora en la quebrada de San Lucas, Valles Calchaquíes, un Malbec de otro planeta desde un único y aislado viñedo.
- Per Sé, la dupla Edgardo del Popolo-David Bonomi, enólogos, elaboran en Gualtallary unas 6 mil botellas que enamoran. No son fáciles de conseguir y cuestan su precio en oro.
- Michelini i Muffato, son la dupla formada por Andrea Muffato y Gerardo Michelini quienes dieron vida a una línea a blancos de otro planeta como Certezas Semillón y Propósitos Chenin Blanc, entre otros. Forman parte del clan Michelini, donde además están Matías y Juan Pablo, parte de un amplio arco de vinos de partidas pequeñas.
- Imperfecto es el Malbec con una pizca de Cabernet Franc que elabora en el garaje de su casa Daniel Pi, director de enología de Peñaflor.
- Lupa. Pablo Lupiáñez produce con un viñedo de Paraje Altamira dos vinos. El clásico Lupa Malbec y el iconoclasta Calle Contastini Malbec es refrescante.
- Cara Sur. El agrónomo Francisco Bugallo junto a Sebastián Zuccardi, llevan adelante en Barreales, San Juan, este pequeño emprendimiento cuyo Criolla es legendario.
- Desquiciado. Los enólogos Gonzalo Tamagnini y Martín Cesto se formaron trabajando juntos en bodega y lanzaron esta línea en la que destacan el perfil ligero de sus tintos. Malbec y Cabernet Franc son buenas fichas.
- Puramun. El enólogo José "Pepe" Galante tiene como proyecto personal estos vinos entre los que destaca un Chardonnay de estilo clásico, su especialidad, y un Malbec jugoso.
- Pala Corazón. Lucas Niven es un enólogo que tiene además el talento de la ruptura estética. Sus vinos dan buena cuenta de ello. Desde Pala Corazón Malbec al Rosé de Garnacha.
- Vinyes Ocults. Detrás de la calaca –máscara de catch mexicana– se esconde Tomás Staringer, enólogo que elabora Malbec y espumantes con precisión.
- Relator Wines. Dos amigos, Fernando "Flaco" Gabrielli y José "Pepe" Reginato, enólogo especialista en burbujas, le ponen el cuerpo a una serie de espumoso entre los que destaca un Malbec Rosé.
- Giramundo. Detrás de la movida de pequeños productores de Paraje Altamira está Felipe Stahlschmidt, enólogo, quién elabora Giramundo Malbec en un estilo clásico para la zona.
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