Vinos: la nueva cara de San Juan y 10 impensados en la tierra del Zonda
Difícil ser la segunda. Esa es la incómoda situación de San Juan en el mapa del vino: detrás de Mendoza en volumen de producción, a la sombra de su par cuyano en valles montañosos y sin un horizonte varietal claro –el Syrah pasó de moda hace algunos años– los vinos de San Juan flotaban en una suerte de sopor siestero.
Hasta ahora.
Porque lentamente, pero con firmeza, algunos rincones de la provincia comienzan a perfilar un lugar propio en el mapa de los vinos. Son pequeños y no tan pequeños lunares en una geografía lunar que va desde amplios valles cordilleranos a inhóspitas vertientes en quebradas solares donde las huellas de los pumas quedan impresas en la arcilla junto a los hilos de agua. No en vano, un viñedo incluso se llama La Leona.
En medio de una naturaleza agreste y salvaje, con una geología diferente entre las raíces, algunas bodegas de San Juan encontraron un lugar donde hacer pie con vinos propios. Lugares como Calingasta, Pedernal y la Quebrada de Maradona –nada que ver con el prócer de la pelota– hoy ofrecen un puñadito de vinos que quitan el aliento. Aunque estemos lejos de esos paisaje, las copas hablan de lugares extremos.
Zonda & La Ciénaga
Esta semana se presentó el primer vino del paraje La Ciénaga, un rincón a 1470 metros sobre el mar enclavado en la mitad de los cerros del departamento de Zonda (acumula 1410 ha) y donde la quebrada de Maradona se funde con las estribaciones de los cerreros. Ahí brota manantial de agua, tan insólito como cualquier oasis, que, canalizada, permitió crear un viñedo aislado propiedad de la Bodega Xumek.
¿Cómo llegaron hasta ahí?
Unos 20 kilómetros al norte y por la misma quebrada de Zonda –también conocida como Maradona– Xumek tiene su centro de operaciones. En La Ciénaga, sin embargo, plantaron 50 hectáreas hace diez años sin electricidad disponible. Justo de ese triángulo y en una zona fría y soleada proviene Abismo Finca La Ciénaga Malbec 2018, el vino que acaban de lanzar, con un modelo frutado y jugoso, de cuerpo medio y de largo regusto refrescante.
Lejos de ser una excepción, este vino confirma una regla: que los valles de montaña en San Juan tiene un sabor diferente que ofrecer.
Valle de Pedernal
De todos los vinos que caté para mi reporte de Argentina publicado en Vinous, uno de los que más llamó mi atención fue la primera cosecha de Pyros Limestone Hill, la 2016. El vino fue presentado a comienzos de septiembre y representa una escalada para uno de los valles más prometedores de San Juan y la cordillera.
Pedernal está enclavado al sur de la provincia, metido en la precordillera, entre dos cordones montañosos: la Sierra del Tontal, un nomrbe poco tentador para un parque natural en la provincia, y la sierra de Pedernal, formada por rocas calcáreas de cuya descomposición nacen suelos especiales. De allí proviene Pyros, que refleja esa condición con un linda expresión aromática y una boca con textura de tiza y grano muy fino.
No es el único vino de Pedernal. Con unas 800 hectáreas plantadas, del mismo valle provienen otros vinos importantes como
- El Sagrado de Pedernal Malbec 2016,
- BenMarco Sin Límites Malbec 2019,
- Fuego Blanco Flintstone Malbec 2018, a los que se suman
- Paz Cabernet Sauvignon-Cabernet Franc 2019 y
- Aguijón de Abeja Cabernet Franc 2018, por mencionar algunos vinos icónicos de la región.
Calingasta
Entre La Sierra del Tontal y la Cordillera de Frontal, y surcado por el montañés río Los Patos, se abre el gran valle de Calingasta. Ahí hay un puñado de hectáreas (189 para ser precisos) de vid repartidas en el rosario que forma el mismo río hilvanando poblados entre Barreal y Calingasta.
Ahí arriba, a 1700 metros, unos viñedos ofrece tintos descollantes. En particular está Cara Sur –cuyo nombre alude al Mercedario, pico de 6770 metros– quienes elaboran uva Criolla Chica y algunos cortes. Delgado y expresivo a causa del clima frío, Cara Sur Criolla 2019 y Cara Sur Tinto 2019 son tintos luminosos, a los que se suma un pequeño productor también amante de la montaña: Alfil Tinto 2018, a base de Bonarda. Como salido de otro planeta.
Así las cosas, la provincia cuyana hoy ofrece un puñado de tintos que reinventan el horizonte gustativo en un plan propio. Lejos de estar rezagada, San Juan ahora ofrece botellas que intrigan y enamoran por igual. Nada más hay que probarlas.
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