Soler Vino Pizza
Descontracturar su consumo al máximo: esa fue la premisa que siguieron el sommelier Tomás Romero y el chef Rodrigo Sieiro al abrir un local dedicado al vino. Tan es así que, al principio, las mesas iban a estar en el subsuelo, mientras que el diseño del salón principal, en la planta baja, bosquejaba un wine bar para beber parado. "Después lo cambiamos porque ese concepto todavía no pega acá, así que nos adaptamos al perfil de lo que pide el público; siempre manteniendo nuestra filosofía en torno a la selección de vinos y a los precios", explica Romero.
¿Y qué vinos se beben en Soler? Algunos, quizás con cierto prejuicio, los definirían como modernos; otros, como fáciles de tomar. En definitiva, se trata de etiquetas que comparten un estilo: hablan del lugar del cual vienen, tienen poca intervención enológica y son bajos en alcohol.
Recomendados (rotan en forma constante): Rocamadre Rosado de Pinot Noir y El Relator Sauvignon Blanc.
Soler funciona también como vinoteca, lo cual vale la visita de por sí, ya que se pueden descubrir auténticas perlas que Romero, junto a Guillermina Broccoli, la sommelier en servicio, buscan con dedicación. Los ejemplos rotan en forma continua. Por estos días se destacan Mayuco Malbec 2018 (una prueba de que los Valles Calchaquíes también ofrecen vinos que se bajan solos) y etiquetas de líneas como Ver Sacrum, Malvasia, 2 Km, Rocamadre, entre otros.
En las estanterías están los vinos para llevar; en las cavas electrónicas, las botellas que se consumen in situ y en las frapperas –empotradas en unas cancheras mesadas de mármol–, las destinadas a beber por copa.
"Esos wine bars que tienen máquinas van en contra de mi filosofía, yo quiero vinos abiertos en frapperas y que la gente pueda elegir. Y, por supuesto, que todo esté a precio vinoteca: es más barato tomar una copa acá que una pinta en la cervecería de enfrente", asegura Romero.
La comida no falla, se trata de una fórmula que Sieiro había implementado en Cosi Mi Piace –que ya no funciona bajo su órbita–: pizza romana, con mozzarella de búfala e ingredientes de calidad. Abren a las 17; a esa hora, los madrugadores del vino suelen optar por las distintas variedades de focaccias.
Honduras 5288, Palermo / @lafavoritacantina
ProVinCia
La calle Arroyo es de lo más parisino que tiene Buenos Aires, y ProVinCia, un nuevo wine bar con mesitas de mármol que adornan la vereda, refuerza esa impronta.
El espacio es pequeño, apenas unas pocas estanterías y una diminuta barra de madera, todo de estética impecable. La ubicación ayuda a que este sitio sea el "bunker" de los turistas que quieren conocer el vino argentino.
Las etiquetas no son muchas, pero sí surtidas: desde pequeños emprendimientos vitivinícolas hasta grandes bodegas. Catena Zapata, Mendel Wines, Bodega Kaiken, Corazón del Sol, Finca Suárez y distintos vinos de Matías Riccitelli y Alejandro Sejanovich conforman el equipo que sale a la cancha. La mayoría se ofrece por botella y cuentan con una breve propuesta por copa que rota de forma constante.
Recomendados: Corazón del Sol Gran Reserva Malbec y Saint Felicien Rosé (Grenache, Syrah, Malbec).
Si el estrellato absoluto es del vino, la comida solo acompaña y se reduce a unas poquísimas opciones: quesos de La Suerte, aceitunas, pan de masa madre, tortilla fría.
Pero ProVinCia es más que vino, y quienes estén atentos advertirán que en una de las paredes asoma una escalera corta que termina en una puerta azul; detrás se esconde el mejor secreto cafetero de la Ciudad: Kissaten Tostador, una cafetería de especialidad.
Esos pocos escalones parecen llevar al cielo, ya que desembocan en un salón gobernado por el blanco, con ventanales que dejan entrar la luz del día y un silencio que obliga a desconectarse. El espacio está inspirado en los Kissaten japoneses, antiguos salones de té que incorporaron el café a su oferta, donde reinan los filtrados.
La cafetería cuenta con su propio tostador, así que ofrecen un café siempre fresco, recién tostado. Al momento de su apertura trabajaban con un solo grano, oriundo de Colombia, aunque el plan era incorporar otros orígenes y sumar microlotes, de 20 o 30 kilos, de diferentes zonas.
En unas estanterías se exhibe el café para llevar y algunos productos de bazar, como vasos de vidrio y jarritas para coffee lovers.
A cargo del local está la barista Valeria Sánchez: vale la pena dejarse guiar por sus recomendaciones.
Arroyo 826, Retiro / @Pro.Vin.Cia
Nilson
"Vino al paso", así resume este wine bar su propuesta, y los clientes entienden el juego a la perfección. Al estar ubicado en el Mercado de San Telmo, en uno de los locales que dan hacia la calle, es común ver en sus mesas a hombres y mujeres con bolsas cargadas de verduras o frutas.
"Vi vino y entré", explicarían ellos; es que pocos pueden resistirse a esa tentación, sobre todo cuando se trata de un pequeño lujo cotidiano que puede pagarse: los precios de las copas arrancan en $120 y no superan, salvo alguna excepción, los $280.
Recomendados (rotan en forma constante): Vía Revolucionaria Criolla y Livverá Cabernet Sauvignon.
Cuentan con unas pocas mesas adentro y otras tantas en la vereda. Ofrecen más de 20 vinos por copa que rotan en forma continua y clasifican según su nivel de intensidad: ligeros, medios e intensos. Aunque Samantha Nilson, la sommelier y alma máter del lugar, siempre está dispuesta a recomendar, se facilita la elección de lo que llenará la copa.
Las comidas funcionan como acompañamiento: hummus, tostones, raciones de quesos, dips (almendras, nueces, pasas negras) y sándwiches, desde la original combinación membrillo, queso azul y rúcula, hasta el infalible crudo y queso con oliva.
Samantha no tiene problema en que algún cliente caiga con un plato de un local vecino, como un ceviche del negocio de al lado. "A veces pasa que viene un turista y quiere hacer el clásico argentino de empanada y vino, y yo se los permito. La idea es que la gente disfrute y, si eso es con una empanada o poniéndole agua al vino, está bien", explica.
Siempre hay agua de grifo en forma gratuita; unos divinos botellones antiguos reposan en las mesas y en la barra para recordar la importancia del consumo responsable.
Si la idea es vibrar el barrio, los domingos son días populares: tienen que pedir el documento para organizar la entrega de las copas. En cambio, el resto de la semana el panorama es mucho más tranquilo, sobre todo durante las primeras horas de la tarde, a las 17, no bien abren.
Nilson, además, acerca un costado del vino que encanta a los enófilos tanto como esta bebida en sí: el encuentro. La clientela es amiga y, así, entre zanahorias y bananas, salen charlas de café, pero con copas en mano.
Carlos Calvo 463, Mercado de San Telmo / @nilson.une
The Wine Bar
Tirado es una de las palabras de moda en materia de bebidas. Surgió con las cervezas, siguió con los cócteles y ahora llegó al vino. The Wine Bar Palermo es una sucursal de su hermano mayor, que está en Mar del Plata y abrió en 2016.
"Arrancamos con el concepto wine on tap con la bodega Maal Wines porque nos encantaban sus vinos. Para las bodegas es una inversión porque compran los tanques, los llenan en origen, los envían para acá y después nosotros se los mandamos vacíos", explica Estefanía Ramos, una de las socias que también formó parte del debut marplatense.
Recomendados: Criolla Tinta Natural, de Niven Wines, y The Apple Doesn't Fall Far From The Tree, Pinot Gris, de Matías Riccitelli.
Los enófilos más puristas miran con cierto recelo este nuevo formato. Sin embargo, el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) aprobó el fraccionamiento de vino en barriles de acero al comprobar que el producto mantenía la calidad, alargaba su vida útil (hasta un mes), y así se alineó a lo que ya sucedía en el resto del mundo.
"Creemos que esto va a revolucionar el consumo porque con la cerveza pasó lo mismo. Le sirve al cliente porque abarata mucho el costo", agrega Agustín Cairo, otro de los socios.
Los precios le dan la razón: la copa sale $130. Por ahora tienen seis referencias de las bodegas Santa Julia, Niven Wines, Viña Las Perdices y Maal Wines. Fuera de esa lista, los nombres se multiplican por decena: cuentan con 90 etiquetas por botella y 8 por copa, pero servidos desde la botella. El listado es variopinto; se puede pedir un champagne, una cepa poco frecuente por estos pagos como el Albariño o un infaltable Malbec.
A la hora de las comidas, la carta tiene bastantes puntos en común con la de las cervecerías: hamburguesas, pizzas, tablas de quesos y fiambres, papas fritas, aunque también hay opciones más elaboradas, como la entraña con papas españolas o el pollo a la cacerola.
El local es amplio y cuenta con un gran patio trasero al que se puede salir, copa en mano, a disfrutar de las estrellas. Los precios, la vibra relajada del lugar y la música fuerte ayudan a que el público sub-40 sea mayoría, un buen motivo para que los amantes del vino y los que trabajan en la industria levanten las copas.
Gorriti 5646, Palermo / 2399-8256 / @thewinebarargentina
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