Nació en Francia y se radicó en Córdoba en 1994. Tiene un restaurante que es parte de la ruta de los bodegones de la ciudad
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CORDOBA.- El frente es el de una casona antigua y puerta de entrada, angosta. No genera mayor atención que otras construcciones de ese tipo que quedan en pie en el barrio cordobés de Nueva Córdoba, a escasas cuadras del corazón céntrico. Sin embargo, desde hace más de dos décadas para muchos locales el bodegón es una cita semanal obligada. Los visitantes que lo conocen, regresan. “La casa del francés” pasó a ser tradicional.
Gilles Thevenet nació en Cannes, al sur de Francia, hace 58 años. Se mudó a la Argentina -más precisamente a Córdoba- por amor. “Vine a la Argentina por el corazón -dice a LA NACION-. Para mí este país no es una historia de amor sino varias”.
Se instaló definitivamente en setiembre de 1994, después de haber estado varias veces de vacaciones ya que tiene familiares por el lado de su mamá. Su bisabuelo llegó en el siglo pasado y su abuelo nació en Rosario, pero después regresó. Como conocía a algunos parientes, decidió visitar el país.
En una de las visitas conoció a quien sería su esposa, Alicia. Se la presentó un amigo. Se enamoró de inmediato; ella fue a Francia y a las semanas estaban casados. “Ella, médica, tenía una hija, Mariana, a quien considero como mi hija propia, como es Agustina”, repasa. En Cannes trabajaba en restaurantes y salones de eventos.
“Pensaba abrir un bar o algo así, pero el padre de un amigo tenía un bodegón en Nueva Córdoba y no tenía mucho oficio… Para mí era la oportunidad de arrancar con algo ya empezado. Hablaba muy mal el castellano, casi nada”, cuenta Thevenet que ya habla “argentino con un dejo de francés”.
Aquel primer espacio estaba en la calle Independencia 508, el dueño lo vendió y tuvieron la “fortuna” de mudarse al lado, al 512, donde supo funcionar otro restaurante que marcó una época en Córdoba. “Le pusimos ‘La casa del francés’ porque la gente decía ‘vamos a lo del francés’, ya no usaban otro nombre”.
Cuando se sumó al restaurante -que ahora integra la “ruta de los bodegones” diseñada por la Municipalidad de Córdoba- decidió que continuaría con una cocina “muy argentina. Guardamos siempre la misma tradición. No soy cocinero y no iba a hacer cocina francesa. Tuvimos momentos muy buenos y muy malos, pero desde que se terminó la pandemia, ‘explotamos’”.
La historia de amor con Alicia terminó. Thevenet admite que, “cuando se terminó, pensé -como suele pasar- qué hago acá, si me tenía que expatriar. Pero no. La Argentina me dio tanto que reencontré el amor”.
Cristina es brasilera; la conoció en el local porque la llevó un amigo y empezaron a charlar por las coincidencias que tenían. Ella también llegó a la Argentina en 1994 y se separó más o menos en paralelo con él.
Thevenet reconoce que más que la comida argentina siempre lo sedujo “la forma de comer”. “Arman asados en cinco minutos; tiene un estilo muy particular para la juntada, los amigos. Claro que la carne es espectacular. En Francia la cocina es mucho más variada, pero se necesita un mes para juntarse cuando acá lo hacen en dos llamados. Las peñas, la charla, es genial”.
En su bodegón hay fotos de los clientes en las paredes. Están las de todos los tiempos. Es una decisión porque “el francés” disfruta que lleguen y se reconozcan. “Es que ya vienen hijos y nietos de los primeros; se ven cuando eran jóvenes -describe-. Cómo será que los sábados trabajamos menos porque nos dicen ‘es que salí’. Para ellos, venir a comer acá no es una ‘salida’, es como su casa”.
También en honor a esas “costumbres” es que el menú apenas varió. Comida casera, ningún plato pre preparado. “Todo se hace en el momento. La cocina es familiar, igual que la atención. Hay una moza que lleva 20 años con nosotros; ya sabe lo que le van a pedir”. Thevenet asegura que si él fuera a comer a su espacio pediría un entrecote encebollado o una pasta con salsa de hongos.
“En dos años ya llevaré en la Argentina la mitad de mi vida. Hice un montón de amigos; muchos clientes son amigos; nos juntamos a comer asados afuera”, apunta. Señala que “habla cordobés más que español” -lo aprendió “repitiendo y escuchando”-, es hincha de Talleres de Córdoba. Le gusta el mate, aunque aclara que no es fanático y sí disfruta del dulce de leche.
“Soy un francés medio raro -admite- porque no soy fanático de los vinos, pero la Argentina los tiene muy buenos. Cuando voy a Francia me llevo unos Malbec, una cepa que allá no existe”.
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