Vínculos: cuáles son las dos palabras más poderosas que existen
Las dos palabras más poderosas que existen son “Sí” y “No”. Son dos términos que fijan límites. Todos necesitamos aprender a decir “Sí” y a decir “No”, cuando sea oportuno. En cada casa existe un “semáforo”: no todo es luz roja, ni todo es luz verde. Hay cosas que son un sí y hay cosas que son un no. El límite consiste en guardar esas dos palabras en nuestro interior, para después ser capaces de utilizarlas hacia adelante.
Cuando les decimos que sí y que no a nuestros hijos pequeños, les estamos enseñando a que, en el futuro, empleen estas dos palabras para decirle “Sí” a lo bueno y “No” a lo malo. En mis charlas para adolescentes, suelo entregarles una hoja y les pido que dibujen allí lo que quieran. ¿Por qué? Porque la hoja tiene un límite. El límite les permite ser ilimitados dentro de un marco.
Aprender a establecer límites es un signo de salud mental. El límite no nos limita, como muchos creen, sino más bien nos libera. El límite mejora las relaciones interpersonales, porque nos permite saber qué cosas están permitidas y qué cosas, no. Además, mejora nuestra estima, pues una vez que tenemos el espacio donde podemos “dibujar”, allí adentro, nos volvemos ilimitados.
En todos los ámbitos existen ciertas cosas que se nos permite llevar a cabo, y otras que no están permitidas. Lo cierto es que “Nadie lo puede todo”. Es importante recordar que el “No” no es únicamente para el otro; también está dirigido hacia uno mismo. Y cuando uno sabe ponerse límites a sí mismo, luego le resulta sencillo hacerlo con los demás. El no hacia el otro constituye el límite a la omnipotencia.
El límite siempre posee dos sentidos, como algunas calles. Yo soy capaz de decirle “No” a alguien, si primero me lo dije a mí mismo. Quien logra fijarse límites a sí mismo, por su propio bien, luego podrá fijarle límites a otra persona. Entonces podemos deducir que un “No” es una expresión de sabiduría, pues incluye el conocimiento de los límites personales.
Muchos tienen la fantasía de que, si le dicen que no a alguien, la persona se va a ofender y no les va a hablar más. Si esto ocurre, puede ser por dos razones: (1) porque ese vínculo nunca fue sólido; o (2) porque esa persona no puede aceptar el deseo del otro.
Y muchos otros acostumbran decirle que sí a todo el mundo. Ellos deberían practicar usar algunos “No” menores a diario. Pueden encontrar dos o tres situaciones cada día en las que tengan que decir “No”, sin que sea preciso explicar nada. Así, irán incorporando esta palabra y, sobre todo, teniendo en mente que se trata del límite a su propia libertad.
Las personas que aprenden a decirle “No” a lo que no es bueno para ellas, y “Sí” a aquello que les hace bien a ellas mismas y a otros, consiguen vivir una vida de continuo crecimiento y avance. Y, lo que es mejor, se mantienen sanos física y mentalmente. Porque la mejor parte siempre viene después del límite. Todos, sin excepción, tenemos un límite, una frontera. Nuestro desafío es atravesarla. Esto significa que no necesitamos compararnos ni competir con nadie, sino solamente superarnos a nosotros mismos.
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