Esta es la historia de Paola Marzotto, la condesa artista y aventurera que cumplió el sueño de vivir en el país que despertó su fascinación
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Desde niña, Paola solía sumergirse en un mundo de ensoñación, alimentado por imágenes que atesoraba con celo a través de enciclopedias, pero en especial gracias a las estampillas que su papá, Umberto, solía traerle desde su empresa para sumar a su colección. En una época con escasas fotografías y sin televisión, cada miniatura era una invitación para dejar volar su imaginación, que proyectaba un mundo vasto, diverso, pero ante todo exótico. Por ello, tal vez, entre todos los sellos, los que llamaban especialmente su atención eran los de los tucanes y aquellos otros en los que se dibujaban unas cataratas imponentes llamadas Iguazú. Allí, en los pequeños cuadros, podía leer el nombre de un país lejano: Argentina.
Pero no eran las únicas imágenes que la atraían. De la nación austral también tenía estampillas con el rostro de una mujer enigmática, Eva Perón, que despertaban en ella una gran intriga. Desde entonces, sentada en algún rincón de Italia, Paola Marzotto supo que anhelaba ser lo suficientemente grande como para recorrer el mundo y llegar a pisar ese suelo llamado Argentina.
“Sin embargo, a pesar de esta temprana fascinación, no visité el país hasta mis veinte años”, cuenta hoy, mientras evoca el comienzo de su historia de amor con un suelo en el que descubrió luces y sombras.
El primer avistamiento: Argentina y los magníficos escenarios del norte
En agosto de 1975, una ya joven Paola decidió que era tiempo de realizar un gran viaje inolvidable. Había pensado en México, un destino de moda entre los jóvenes de la época, influenciados por el libro de Castañeda Las enseñanzas de Don Juan. Pero era pleno verano, época de lluvias en América del Norte, y el grupo de amigos de Paola convino que lo mejor era cambiar el rumbo y viajar a la Argentina.
“Ganó la mayoría”, relata Paola. “Llegamos a Buenos Aires y luego recorrimos los Andes, desde Jujuy hasta La Rioja en ómnibus. Después hicimos dedo desde Iguazú hasta Buenos Aires”.
El primer viaje a la Argentina quedó grabado en el alma de Paola para siempre, junto a los escenarios magníficos del norte. Sin embargo, aquella travesía fue apenas el comienzo de la atracción que arrastraba desde niña. El verdadero amor arribó la segunda vez, cuando tuvo la oportunidad de ver el país sola, en sus tiempos teatrales, y con otros ojos.
Buenos Aires y café concert en el sur para entretener a los trabajadores: “Los obreros vivían en aquella época en los vagones del ferrocarril”
La oportunidad de volver a la tierra que la había fascinado desde su infancia, surgió a los pocos meses de su primer viaje. Todo comenzó en Venecia, cuando Paola conoció a una actriz argentina con la que compartió dos laboratorios teatrales dirigidos por el polaco, Jerzy Grotowski, en la Bienal de Teatro. Ella la había invitado a replicar su misma búsqueda sobre comunicación no verbal en el Centro de Arte y Comunicación de Buenos Aires: “Ni lo dudé”, rememora.
“El período más interesante en Argentina fue seguramente mi segunda estadía, totalmente bohemia”, continúa Paola. “Cuando terminó nuestro sofisticado trabajo en el Centro de Arte y Comunicación cerró todo por el verano y, para juntar unos pesos, nos fuimos en una tournée de café-concert para entretener a los obreros en los clubes sociales de YPF. Recorrimos así toda la Patagonia y Tierra del Fuego. Salíamos de Comodoro Rivadavia y llegábamos, después de horas y horas en camioneta, por caminos de tierra, a lugares remotos como Pico Truncado. Los obreros vivían en aquella época en los vagones del ferrocarril”.
“El espectáculo se llamaba `Sobre el Amor y otras Yerbas´, los actores, mi amiga y su pareja, representaban los grandes amores de la historia desde Adán y Eva hasta Napoleón y Josefina. En aquel momento, en Buenos Aires, acababan de censurar la obra de Ionesco El porvenir está en los Huevos porque pensaban que era pornográfico”, se ríe Paola. “Yo me ocupaba del sonido y de la iluminación. Una tarea básica que consistía en golpear dos tapas de ollas para marcar el ritmo de los separados en la representación”.
Periodistas no deseados, Comodoro Rivadavia y el fin del sueño: “Un día, mientras caminaba sola por una avenida, vi todo cristalizarse”
Con los años, Paola adoptó muchos títulos que abrazó con pasión, como el de activista ambiental, diseñadora de modas, periodista y fotógrafa. Pero por aquellos años de enamoramiento con la Argentina, su camino se estaba forjando y su fuente de alimentación provenía de los parajes del sur, en especial de Comodoro Rivadavia, un pedazo de tierra peculiar en medio de un país convulsionado.
“Comodoro Rivadavia se convirtió en el centro al que el gobierno de Isabelita Perón había enviado al confinamiento a los periodistas no deseados, creando así un ambiente intelectualmente estimulante y lejos de ser provincial”, explica.
“Tanto fue así que nos renovaron otro mes de contrato en La Pulga Azul, el boliche más lindo que he visto en mi vida. La dueña, una amiga que coleccionaba vestigios románticos de la Argentina del ‘900, había armado unos livings neogóticos o Art Nouveau en el sótano que alquilaba para guardar sus muebles”.
Pero el sueño sureño llegó a su fin. Paola regresó a Buenos Aires consciente de lo inminente: el golpe de Estado se avecinaba, todos lo sabían, todos lo esperaban y Argentina, de pronto, se cubrió con un manto negro y un manojo de dudas, donde permanecer en la tierra querida significaba embarcarse en una odisea de incertidumbres.
“Un día, mientras caminaba sola por una avenida, vi todo cristalizarse. Los carros venían desfilando y apuntaban silenciosamente a la gente con sus bocas de fuego. Decidí volver a Italia”.
“De esa época recuerdo muy bien las cafeterías, las conversaciones de arte largas y apasionadas, y el mate compartido. También recuerdo las costas, entonces vírgenes, y los fabulosos mariscos de la Patagonia”, dice conmovida.
Volver y elegir Argentina para vivir: “Un lugar muy privilegiado”
Tras un largo período de ausencia, regresó en 1994 junto a sus niños. Visitaron Perito Moreno y recorrieron Buenos Aires. Para Paola no se trató de un simple viaje de turismo, fue un viaje de memorias. Argentina había ingresado en su piel y los años no habían borrado su cariño inefable por aquella tierra.
Dejó pasar casi una década hasta volver en el 2003, un viaje revelador que la llevó, finalmente, a tomar la decisión de establecerse en el país, tener un rincón propio y elegir Argentina para vivir. El sueño se concretó en 2005.
“Desde entonces vivo en Recoleta, un lugar muy privilegiado, aunque hay muchos barrios de Buenos Aires que me encantan. Me parece genial que sigan revalorizando zonas, como hicieron en su momento con Palermo Soho y San Telmo”.
La niña que cumplió el sueño de vivir en el país que despertó su fascinación: “Buenos Aires, la única ciudad en el mundo donde me gusta vivir”
Sumergida en el mundo de las artes y el periodismo, a lo largo de su carrera, Paola entrevistó a Andy Warhol, fue fotógrafa en el set de películas como Apocalipsis Now y realizó expediciones a la Antártida, la última en marzo de 2023, donde vivió un mes en el buque ARA Almirante Irizar y fotografió su experiencia: “En un lugar donde en los paisajes lamentablemente ya no hay casi blancos, no hay icebergs como la gente imagina. Está todo marrón”.
A pesar de su título de condesa y las numerosas noticias que cuentan que su hija está casada con el hijo de Carolina de Mónaco, Paola es, ante todo, aquella niña curiosa, cautivada por las estampillas exóticas, dispuesta a dejar volar su espíritu aventurero.
En el camino supo hallar morada en Italia, Francia, España y Uruguay, pero asimismo pasa largas temporadas en Argentina - el país que ya de pequeña la había fascinado- donde se llena de inspiración. Se fue y regresó varias veces, se enriqueció de norte a sur y coqueteó por un tiempo con el tango, la Confitería Ideal y la Cumparsita en Monserrat.
“También frecuentaba el polo, especialmente durante el Abierto”, cuenta. “Ahora mi perspectiva es completamente diferente. Además de cubrir los espectáculos Nabucco y Fausto de mi amigo Stefano Poda en el Colón, paso mi tiempo sacando fotos en los parques porque me gusta encontrar la vida en el corazón de esta gran ciudad”.
“Durante los últimos veinte años también me dediqué a cazar tesoros por San Telmo y otros rincones de Buenos Aires. Allí existen anticuarios fascinantes, como Gabriel del Campo, que solía frecuentar muchísimo. Mejor turismo en Buenos Aires, ¡imposible!”
“Y actualmente estoy llevando a cabo una búsqueda que llamo Il Giardino Dell ‘Edén, que incluye los gomeros, los ginkgos biloba en otoño y el Jardín Botánico con sus maravillosos cactus”, continúa Paola, quien hoy tiene 68 años. “Sigo buscando la belleza y el milagro de la naturaleza en medio de esta grandiosa y maravillosa metrópolis, Buenos Aires, la única ciudad en el mundo donde me gusta vivir”, concluye.
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Argentina Inesperada es una sección que propone ahondar en los motivos y sentimientos de aquellos extranjeros que eligieron suelo argentino para vivir. Si querés compartir tu experiencia podés escribir a argentinainesperada@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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