¿Inglesa, australiana, pampeana? Heather Garrett dice que su casa en San Antonio de Areco conjuga esas partes de su historia, pero, sobre todo, que tiene el espíritu de quienes vinieron a construir el ferrocarril
Las fantasías de fuga al campo (exacerbadas en la pandemia, eso es seguro) deben ser tan antiguas como el surgimiento de sus antitéticas ciudades. Hoy evocamos la charla que tuvimos con Heather Garrett un par de años atrás, en la que compartió cómo logró levantar una casa en seis meses.
Cuando Heather me habla, le cede a su hermana gemela Helen, su socia en el negocio de textiles artesanales H&H Garrett, el rol de la creativa: "Tenía un gusto inigualable y un sentido del color que no he visto en otra persona. Aprendí muchísimo de ella. Hoy siento que los colores me salen más lindos que nunca porque Helen me da una mano. Era mi mejor amiga, mi todo".
"Compré un viejo tinglado para colocarlo sobre una base de hormigón. Por afuera chapa; por adentro, placa de yeso, salvo la pared de la cocina, que es la única de material. Me decidí por este sistema porque es veloz y porque no padece la humedad de Areco, que al poco tiempo ya está impregnando los ladrillos".
Heather se mudó a esta casa hace pocos años, luego de una obra que llevó seis meses solamente porque se topó con la interrupción tremenda de la inundación. Si no, hubiera tomado mucho menos. También habría ganado tiempo si no hubiese demorado tanto en encontrar arquitecto: a muchos, la construcción de chapa los hacía temer poca solvencia antes que una decisión propia. Pero lo cierto es que Heather trajo esta idea de Australia, donde trabajó doce años como petisera, aprovechando que su hermano estaba a cargo de los caballos de polo de una leyenda de los 90: el magnate de los medios australiano Kerry Packer, dueño de Ellerston y fundador de Ellerstina en nuestro país.
Empecemos por el jardín
"Acá hay cero diseño, mucho amor y –algo fundamental– perfume, que puedo disfrutar en cada estación. Parece plantado hace tiempo, pero sólo tiene un par de años. Mis maestros fueron mis padres, fanáticos de las plantas; mi abuela, que era una jardinera sensacional; y los años que trabajé en el parque de la señora Packer, en Australia, donde aprendí muchísimo sobre la poda y el cuidado de las rosas y la fertilización orgánica. Acá el gran esfuerzo fue al principio, con la limpieza y el desmalezado. Ahora, es más que nada mantenimiento".
"Mi jardín es lo que los ingleses llaman un ‘cottage garden’: de diseño informal, con mezcla de flores y hierbas aromáticas, con las infaltables rosas. Esas son las únicas que compré (aunque reproduje varias)".
"Mis muebles son mi herencia, e hice la casa alrededor de ellos, teniendo en cuenta sus dimensiones. Pero mi vida es puertas afuera. En la galería, o directamente en el jardín"
Puertas adentro
"Lo primero que hago cuando entro en una casa es ver cómo se aprovechó el espacio. Yo tuve que hacer las cosas muy rápido (entre el caos de la plata y la lluvia) y cometí mis errores".
"Pensé la casa con orientación nornoroeste para que tuviera sol todo el día en invierno y sólo por la mañana y la tarde en verano. Funciona con muy poco. Me bastan dos salamandras para calefaccionarla. Y en verano, con los ventiladores de techo alcanza y sobra".
Las tulipas estaban en la casa de campo de la infancia. Lo más importante, los retratos de sus padres. Y las fotos de las hermanas: en igual pose, con idéntico fondo, dentro del mismo marco.
Un vagón de huéspedes
"Esta iba a ser la casa y taller de Helen cuando viniera de visita desde Lobos. El vagón era una cocina de campaña de los ferroviarios ingleses. Cuando tenían que irse a trabajar lejos de los pueblos, la cargaban y se la llevaban".
El tanque australiano, ¿viene de Australia? "Sí, vi muchísimos. Ellos los usan para juntar agua de lluvia y que funcionen como bebederos (jamás como piletas, como se hace acá a veces, o para juntar el agua de los molinos). No hay agua en las napas superficiales".
Si el viento fueguino no alterara la frágil comunicación desde el lodge de pesca adonde va a trabajar este verano, seguiríamos hablando indefinidamente. Igual, tuvimos suerte: va casi media hora ininterrumpida, algo nunca visto (ni oído), parece. Lo que llego a decirle es que, por más que se instale en el rincón de "la pata práctica", ella también es una gran creativa. Que yo no hubiera imaginado esa casa ni en mil años, ni esos tejidos, ni ese jardín. Que ese instinto de belleza está, evidentemente, desde siempre dentro de ella.
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