Víctor Yunes, autor junto con el Paz Martínez de “Me das cada día más”, el hit de Valeria Lynch, es desde hace 30 años el director general de Sadaic, la Sociedad Argentina de Autores y Compositores. Historia del hombre que siempre estuvo.
Por Gonzalo Bustos / Fotos Flor Cosin
Aleluya por el modo que tienes de amar”, canta en un tono entre desgarrador e histérico Valeria Lynch. Lo que se escucha debajo es un colchón de teclas melancólico y una base latosa. La potencia de su voz aparece por detrás del relato de Ernesto Frith, que tartamudea que Argentina es el campeón del mundo. El tema de la cantante rubia forma parte de una escena clásica para los argentinos: Maradona levanta la Copa del Mundo y la imagen se carga de una épica de leyenda surrealista.
Se trata de Héroes, la película oficial de la FIFA sobre el Mundial de México 86. El film, de realizadores ingleses (Tony Maylam como director, Drummond Challis en la producción y Rick Wakeman –tecladista de Yes– como musicalizador), que se estrenó a fines de ese mismo año, documenta el mes más glorioso en la historia del fútbol argentino y la consagración del mito de Diego Armando. En esa historia, “Me das cada día más” funciona como la banda de sonido perfecta, un canto celestial para un ser terrenal que llegaba al estatus de Dios.
Si el resultado de esa Copa del Mundo puso a Maradona en la cima, Héroes terminó de catapultar la canción a la categoría de clásico. Ese lugar al que llegan las piezas con melodías magnéticas, estribillos empáticos y líneas perfectas que se impregnan en la memoria. Obras que quedan flotando en el inconsciente colectivo por toda la eternidad. Y ahí, detrás de la FIFA, Maradona y Valeria Lynch, están el Paz Martínez y el protagonista de esta historia: Víctor Yunes. Los creadores de “Me das cada día más”.
Ese mismo año, 1986, Yunes –nacido en Córdoba en septiembre de 1949– llegó a la Sociedad Argentina de Autores y Compositores de Música: Sadaic. A sus 37 años, ingresaba a su nuevo empleo siendo un ignorante en materia de derechos de autor. Víctor desconocía, también, que allí dentro construiría su carrera: se convertiría en un erudito en materia de autoría intelectual, en un férreo defensor de las creaciones artísticas –las musicales específicamente–, en un dirigente con décadas en su cargo, en la cara más visible de la Sociedad.
–A mi manera de ver –dice Paz Martínez–, Víctor es el secretario más importante que tuvo Sadaic. Tiene muy claro el valor del derecho de autor y motoriza su defensa en múltiples ámbitos.
Hasta ese día de 1986 Yunes solo iba a Sadaic a cobrar sus regalías. Hoy, cuando la Sociedad ya tiene 80 años, hace 30 que es parte del núcleo duro del directorio y 25 que es secretario general y director del padrón popular, el que aglutina a artistas que van desde Abel Pintos y Axel, Palito Ortega y Leo Dan, Víctor Heredia y León Gieco, hasta Babasónicos. El sector más amplio, diverso y de mayor recaudación.
–La lista del padrón Popular es la que está hace más tiempo –aclara Yunes, su director.
EL GUARDIÁN DE LAS CANCIONES
Mientras el país retrasaba la resaca pos título mundial viendo Héroes, un joven compositor del interior ingresaba a una oficina de un imponente edifico en la calle Lavalle, en pleno barrio de Tribunales. Víctor Yunes escuchaba sentado en un rincón cómo figuras de la música nacional debatían cuál era el camino correcto para reconstruir Sadaic, que hacía más de un año estaba intervenida por la Justicia Nacional por malversación de fondos. Eduardo Falú, Ariel Ramírez, Eladia Blázquez, Julián Plaza y María Elena Walsh configuraban la lista que ganaría las elecciones y comenzaría un nuevo período en materia de derechos de autor. Víctor fue elegido como director suplente dentro del padrón popular, Eladia era la titular.
Lo primero que hizo fue tomarse como ejemplo para saber qué debía hacer. No sabía nada de derechos de autor, como muchos de los socios. Entonces creó la oficina de Asesoramiento Societario: un lugar dedicado a explicar y concientizar sobre el valor de ese derecho. Tres décadas después, la oficina sigue en pie.
La representación de las canciones y los autores a la hora de recaudar y distribuir los ingresos que esas obras generan: esa es la función de Sadaic. Es, además, la razón de ser que tiene Yunes dentro de la institución. Y también por fuera: Sadaic no solo opera en el país, también tiene acuerdos con más de 180 sociedades en el mundo, prácticamente todas. A escala internacional, Yunes tiene una función: es presidente del Comité Latinoamericano y del Caribe de Cisac, la Confederación Internacional de Autores y Compositores, en la cual Sadaic es parte del comité administrativo central.
–Recaudar el derecho de autor no es fácil. De todas maneras, la sociedad recauda muy bien. Pero hay mucho que no llegás a recaudar –dice Yunes, que mueve las manos al hablar, como si dejara ir las palabras–. Porque tenés que iniciar una demanda o porque si no estás en el local a la hora que están recaudando tenés que ir a la otra semana. Trabajamos mucho persona a persona, más allá de los grandes eventos que los maneja la Sociedad como entidad.
Las demandas en Sadaic son moneda corriente. El año pasado estalló el conflicto con hoteles, bares y restaurantes, a los que se les cobra por tener televisores en sus instalaciones. Hoteleros y gastronómicos salieron a decir que se los obligaba a hacer una doble contribución, porque los canales de aire y de Cable ya pagan los derechos de propiedad intelectual. Los hoteleros argumentaban que no podían cobrarles por tener televisores en las habitaciones, que eran espacios privados y no públicos. Los gastronómicos, por su lado, decían que la televisión está encendida sin volumen, como un mero servicio que, prácticamente, pasa inadvertido por los clientes. En Sadaic, la respuesta se basó en lo dicho por la Corte Suprema de la Nación, que dictaminó que un cuarto de hotel es un espacio público. A pesar de eso, los juicios se multiplicaron y llegaron a ser cuestión de ley. En noviembre pasado, la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, vetó una ley que establecía la suspensión por el lapso de un año de los juicios millonarios iniciados por Sadaic, AADI-Capif y Argentores contra hoteles “por el cobro de aranceles por la posesión de aparatos receptores de audio y televisión dentro de las habitaciones”. Según Sadaic, esas demandas se encuentran en stand by en busca de acuerdos de pago.
Algo similar sucedió cuando la sociedad quiso cobrar a las empresas de transporte público por el uso de televisores en sus viajes de larga distancia. Después de meses de discusión, se resolvió que el cobro no le correspondía.
–La música en la parte cinematográfica no la estamos cobrando –cuenta Yunes–. La resolución está basada en un fallo del uso que hacen en Estados Unidos del título de director de cine, donde esa persona nuclea todos los derechos.
–¿Fue un golpe para Sadaic?
–Fue un golpe de representatividad. En la cuestión del respeto al derecho.
–¿Por qué Sadaic es tan cuestionada?
–Todo aquel que salga a cobrar un derecho es cuestionado porque en la naturaleza del hombre está intentar no pagar. No es solo Sadaic: la luz, el gas, el transporte público. Nosotros tenemos la obligación de hacerlo, hay un mandato legal que debe ser cumplido. El derecho de autor debe ser protegido y la Sociedad oficia de recaudadora y distribuidora de esos derechos a los verdaderos dueños, que son las canciones. Nosotros nos ajustamos a un sistema de cambios sociales y culturales para tratar de percibir el derecho de autor de las canciones en todos los lugares donde corresponda.
–Pero no se puede cobrar en todos lados.
–Hay muchas excepciones: para ciegos, para escuelas. Lugares donde no se cobra. La propiedad intelectual está muy atacada por todos lados. Porque hay corrientes que hacen un gran negocio y lo único que hacen es pedir excepciones. Son negocios multimillonarios con la música y los hacen con la creación de otro.
ALELUYA
A Víctor se le ocurrió el comienzo. Estaba con el Paz Martínez en el fondo verde de una casa en Monte Grande. Dos guitarras, el mate y una frase: “En las buenas y en las malas, a mi lado siempre tú”. Después vino el “de una forma sobrehumana” y el estribillo.
–El Paz arranca con el estribillo y le digo “aleluya” y me dice que no, que cómo íbamos a poner aleluya, que estaba loco –recuerda Víctor–. Entonces le insisto para poner aleluya. Eso remitía a algo litúrgico. Para mí funcionaba. ¿Viste cuando surge y no sabés por qué?
–Todos queríamos que Valeria nos grabara una canción –dice el Paz Martínez, que recuerda que terminaron de componer en un cuarto con un piano y el momento del “aleluya” se dio cuando él tocó un La Mayor sobre esas teclas–. Primero, porque canta maravillosamente bien y la obra se potencia con un gran intérprete; segundo, porque cobraríamos muy buen dinero de derechos de autor.
En 1983, una Valeria Lynch en ascenso grabó la canción en su disco Cada día más. Si bien impactó desde el comienzo (Lynch vivió el momento más alto de su carrera y Víctor comenzó a trabajar con grupos de México y Estados Unidos), nada se comparó con lo sucedido cuando ese éxito se fundió con el Mundial.
–Las radios estallaron. Salió despedida al mundo: era Maradona, el gol a los ingleses y la gloria atrás. Un clásico de la música popular argentina inmortalizado con la gloria del fútbol.
Antes del hit, hay una historia. La de un niño nacido en el pueblo chaqueño de Tres Isletas y crecido en Roque Sáenz Peña, la segunda ciudad más grande la provincia. Allí, el niño Víctor escuchaba folclore y se enamoraba de las interpretaciones de Leo Dan. Tardes enteras después del colegio ponía esos discos que estaban en su casa. Por esos años, sus primas, mayores que él, iban a la escuela con un chico que estaba todo el día tocando la guitarra. Víctor lo miraba obnubilado y decidió aprender a tocar las seis cuerdas. Ese chico se llamaba Pancho Figueroa y luego sería miembro de Los Chalchaleros. Al tiempo, los Yunes se mudaron a Catamarca y Víctor empezó a estudiar música en el Instituto Rubinstein. En paralelo, con la banca del Departamento de Cultura de la provincia, llegó a la grilla de los festivales folclóricos más importantes. Tenía 20 años y tocaba con Las Voces del Huayra, Jorge Cafrune, Cantores del Alba, Los Fronterizos y el Chango Nieto: el mainstream de nuestra música tradicional.
Víctor interpretaba clásicos como “No soy de aquí, ni soy de allá”, de Facundo Cabral. Para darle su impronta personal, armaba pequeñas introducciones que partían de subgéneros del folclore. Precuelas de un futuro cercano.
Una noche de 1974, Víctor tuvo una presentación en el Canal 12 de Córdoba. Se paró delante de las cámaras, las luces lo encandilaban y estaba nervioso. Comenzó a tocar una canción de Daniel Toro, pero el comienzo fue diferente: le sumó una melodía que él había creado. Toro, que estaba detrás de escena, quedó sorprendido con esa introducción.
–¿Esa melodía es tuya? –le preguntó a Víctor tras el show.
–Sí, señor. Me gusta inventar esas melodías.
–Vos tenés que hacer tus propias canciones –dijo Toro–. Tenés talento.
Esas palabras tuvieron un efecto químico en Víctor. Las canciones empezaron a estallar dentro de él. Lo primero que compuso fue “Cuando vuelva la comparsa”. Escribió mucho. Leyó piladas. Porque Toro le había dicho que leyera en lugar de escuchar canciones de otros. Al tiempo, dejó de cantar.
–Me di cuenta de que la composición me resultaba gratificante, más allá del hecho comercial. A mí me gusta hacer canciones.
A finales de ese año se instaló en Buenos Aires buscando lugar para sus composiciones. Semanas más tarde, Pedro Favini (que armaría el trío San Javier con el Paz Martínez y Pepe Ragone) le ofrece su puesto como productor en la editorial musical de Microfón, el sello que tenía en sus filas a artistas como Daniel Toro, Eduardo Ávila y Aldo Monje.
–Era un sueldo fijo en medio de las canciones –dice Víctor–. Era ideal, además, para poder mostrar mi obra como autor.
Así fue. Sus canciones se convirtieron en éxitos. Primero fue la serenata “Un hijo en febrero”, el hit de Aldo Monje de 1976. Después, el lado B del simple Zamba para olvidar de Daniel Toro, el sencillo folclórico más vendido hasta ese momento. Luego, las canciones a pedido para Cantaniños y Festilindo.
–Esos discos se vendían de a millones. Significaba que cuando veníamos a cobrar los derechos eran sumas importantes.
LA GESTIÓN
Para entrar en Sadaic, el edificio de fachada a medio modernizar, el del ingreso vidriado y pisos que se levantan cargando el paso de los años, hay que anunciarse ante unos guardias detrás de un mostrador, un lugar donde casi no da la luz. Después del visto bueno, otro hombre de seguridad aprueba el cruce de una puerta de vidrio e indica dónde queda la oficina. Basta subir dos pisos y aparece otro hombre de vigilancia. Nombre, apellido y razón social antes de un llamado que autoriza la apertura de una puerta vidriada más. Un pasillo repleto de cuadros de figuras de la música nacional es el preludio al personaje, superstar vía Spica. La puerta de la derecha conduce a la antesala del despacho de Víctor Yunes.
Para pertenecer a Sadaic, la sociedad de autores y compositores, hay que rendir un examen. Dos miembros del cuerpo directivo evalúan al postulante en música y letra, comprueban su estatus de músico. La Sociedad tiene 15.000 socios. Unos 3.000 votan cada cuatro años. Todos divididos en 11 padrones diferentes, uno por cada rubro en el que se encasilla la música. Las listas que se postulan pueden presentarse en todos o en uno solo.
Víctor Yunes hace 25 años que es el director del padrón de música popular. Hace dos elecciones es el único candidato al cargo. Víctor es, también, el hombre que da las entrevistas, el que pone la cara en los conflictos legales y el representante a nivel mundial de Sadaic.
–¿Por qué dentro del directorio se lo vuelve a elegir a usted y después los socios lo reeligen?
–Nosotros como directores nunca hemos salido a decir “vótennos”. Creo mucho en el trabajo y nosotros, estando acá, tenemos que demostrar que somos capaces de llevar adelante una gestión. El día que no seamos capaces, nuestros compañeros nos tienen que decir que nos corramos.
–Entonces aún son capaces.
–Parece que sí.
–Cuando hay cambio de gestión en algún padrón, ¿ese nuevo director es oposición o no hay oposición?
–No. Yo tengo amigos que han hecho otra propuesta. Acá la oposición es temporal, en período de elecciones, y está bien que así sea. Este formato da esa oportunidad a cualquiera. Cuando termina la elección, la vida sigue, las canciones siguen. Estamos todos en el directorio, somos todos amigos, incluso coautores.
–¿Por qué hace dos años que no se presentan otras listas?
–Creo que no se presentan listas porque para armar un grupo tenés que tener un proyecto mejor que el que existe y convencer a una cantidad de gente de que lo que querés llevar adelante es mejor de lo que hay. Esta sociedad está muy sólida. Lo que hacemos es sumar gente, que se meta y aprenda, porque si les toca asumir responsabilidad, que no sea de cero.
–¿O sea que los candidatos nuevos son aquellos que se suman a la gestión?
–Claro. Es un cambio generacional. Este año hay muchos directores suplentes nuevos: Patricia Sosa, Marcela Morelo, Facundo Saravia. A Patricia, por ejemplo, la convencí yo de alguna manera. Y, aunque no sea del directorio titular, se tiene que meter porque esto siempre tiene que caer en alguien con conocimiento, y que sea un autor al que le interesen esos derechos.
MILES DE MILLONES
Víctor Yunes aún conserva su carrera como compositor. Dice que se levanta a las siete de la mañana y trabaja componiendo hasta el mediodía, cuando entra a Sadaic. Dice, también, que sus ingresos por derechos de autor representan el 35% o el 40% de sus activos mensuales, el resto lo completa su sueldo en la Sociedad.
–Eso es porque he tenido la suerte de componer canciones que se han vuelto éxitos y que aún hoy se siguen cantando.
La canción más exitosa de la música argentina, según Sadaic, es “La cumparsita”: llegó a recaudar hasta un millón de pesos anuales por más de cinco temporadas consecutivas. Los primeros lugares en cuanto a nombres propios los ocupan figuras del tango, entre ellas se mezcla Soda Stereo. Hoy en día, cuando la Sociedad recauda –según sus últimos datos– $1.200 millones al año, Abel Pintos es el que mayor ingresos produce. Eso significa, de promedio, unos $7 millones, sin contar el dinero de los shows, que llevan esa suma cerca de los $10 millones. Esos montos corresponden a un top 3, pero hay quienes recaudan menos de $1.000 al año. Tanto el primero como el último deben dejar en Sadaic el 17% de lo que se llevan por la ejecución pública de sus canciones y el 7% por el uso de la letra. A eso hay que agregar la venta de discos, los shows y las escuchas online (Spotify, YouTube, iTunes a la cabeza), que generan miles de millones: el último año fueron 13.000 millones.
–¿Se puede vivir de los derechos de autor?
–La suerte de poner un éxito, mediano, implica cifras interesantes. Felizmente –dice y sonríe–, son muy pocas las canciones que permanecen. Si se logra un éxito, te aseguro, es importante. Ayuda a que uno acomode sus cosas. B
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