Vicenç Moreto. “El hombre alguna vez en la vida se tiene que afeitar en la barbería porque es un placer”
Soy casi la única chica este domingo a la tarde en una galería abandonada de Belgrano. Los muchachos que me rodean ("muchachos" como genérico, para hablar de chicos de 15 y señores de 60) toman café, anotan en sus libretas y escuchan con atención. Están todos bien vestidos, pero no con ropa cara ni formal: jeans ajustados, zapatos de calidad, camisas de leñador o remeras rockeras. Pero si alguien entrara a este evento y no supiera de qué se trata, lo que le llamaría la atención sería otra cosa: todos los integrantes de esta pequeña multitud tienen unas barbas atractivas, prolijas y relucientes.
Lo que vinimos a ver es una master class a cargo de Vicenç Moreto, un barbero catalán que está de gira por Sudamérica como si fuera una estrella de rock: en unos días sale para Montevideo y luego vuelve para viajar a Rosario. En sus clases se agotan las vacantes y las barberías de cada ciudad pelean por su visita. No es para menos: Vicenç fue elegido el mejor barbero de España en 2014 y su barbería en el Raval es ya de las más famosas de Europa. Pero en la clase Vicenç se dirige a los asistentes como lo que son: sus pares. Contesta cuando le preguntan por la tijera que está usando para un corte determinado, explicando qué diferencia haría en el acabado usar otro tipo de herramienta; a veces, cuando le preguntan por un producto, directamente remite la pregunta a los diversos embajadores de marcas que están entre la audiencia. Cuando le toca responder algo que admite una diversidad de opiniones invita a contestar a Diego Izzo, barbero fundador de Buenos Aires Barber Shop, su coequiper en esta clase y en general en sus visitas a la Argentina. Escucha las tonadas diversas y los acentos extranjeros y agradece con una sonrisa: ni él parece poder creer que muchos de estos hombres hayan recorrido cientos o miles de kilómetros con sus familias enteras para venir a escuchar a un barbero. Arreglo para conversar con él unos días después: en jornadas como esta prefiere privilegiar a quienes preguntan por lociones, formas de tomar la navaja y la importancia ritual de la toalla caliente.
Ya más relajado, en la barbería Buenos Aires Barber Shop de Olivos, Vicenç me cuenta un poco de su historia: "Soy barbero desde que nací", dice, y explica que no se acuerda de la primera vez que pisó una barbería. A pesar de ser referente de la nueva oleada, Vicenç viene de la época previa al furor: su padre, que migró de Valencia a Barcelona, era barbero, y abrió su barbería en 1959. Así fue que Vicenç entró en contacto con el oficio en tiempos muy diferentes de los actuales. "Mi padre tenía una barbería típica, de sillones antiguos, con las revistillas para los abueletes, los cómics, las revistas de chicas desnudas, barbería barbería. De esa época recuerdo los aromas: del alcohol, de la loción de masaje para la cara, de las cremas, de la laca", cuenta. En el 88, a los 15, empezó a estudiar peluquería unisex, y a principios de la década del 90 ya estaba trabajando: "En los 90 las barberías eran un desastre, en todo sentido", explica. "No eran un buen negocio. Simplemente cubrían una función, que era cortar el cabello al hombre y arreglar barbas, pero sin más pretensión". En esos tiempos las barberías ya ni siquiera eran un lugar para compartir: la gente entraba, se cortaba el pelo y se iba: "Había dos o tres cortes –dice Vicenç–, más corto, medio o más largo, ya está".
Curiosamente, la recuperación de este espacio tradicional masculino tiene que ver justamente con la deconstrucción de la masculinidad: "Hace un tiempo era impensable que un hombre se pusiera una crema en la cara. Yo mismo utilizo tres o cuatro cremas. La barbería hoy tiene que ver con este furor del cuidado personal del hombre, que ya no tiene pudor con eso", explica Vicenç. Por otra parte, en un mercado cada vez más centrado en vender experiencias antes que productos, el ritual de afeitarse en una barbería (cosa que la mayoría de los varones solía hacer en su casa) se revaloriza: "El hombre alguna vez en la vida se tiene que afeitar en la barbería porque es un placer. Es un ritual, es un relax: la toalla fría, la toalla caliente, reclinarse, un rato, tomar un café".
Y de la vieja escuela, ante todo, lo que regresó es la camaradería, la idea de la barbería como un lugar donde compartir y conversar, como un espacio que es parte de lo público. "Antiguamente había varios temas. Mucho más atrás, yo no lo he llegado a ver, pero me lo ha contado mi padre. El barbero cuando se sentaba un cliente le preguntaba qué tema quería tocar: ‘¿Qué va a ser hoy: política, fútbol o toros?’. Hoy, y más en el contexto que tenemos ahora en España, no se habla de política ni se habla de toros, pero sí se habla de fútbol", se ríe Vicenç. "Se está recuperando lo que es el hábito del ‘tercer lugar’. En inglés hay un concepto que se llama the third place, que es que en la vida de un hombre, tras el hogar y el trabajo, hay un tercer sitio importante, que puede ser el bar, pero históricamente en muchas sociedades es la barbería. La barbería está volviendo como tercer lugar", dice Vicenç, en referencia al libro The Great Good Place, del sociólogo norteamericano Ray Oldenburg. Oldenburg explica que este "tercer lugar" que no es ni el hogar ni el trabajo es clave para la sociedad civil, la discusión pública y el sentimiento de comunidad. Por suerte, este renacimiento de las barberías asociado más a las nuevas masculinidades viene menos atado a las exclusiones machistas de otras generaciones: "En la barbería hay chicos diversos, hetero, gays, bi, de todo, lo único que importa es el buen rollo, como decimos en España, la buena onda. Y también hay barberas mujeres, son pocas, pero eso está cambiando. Aquí en Buenos Aires el 15% o 20% de las personas que vinieron a mis capacitaciones fueron mujeres. Y ahora en Rosario voy para una batalla de barberos y me puso muy contento que hay una categoría de Lady Barber", cuenta Vicenç.
Lo que se viene
La moda de las barberías, explica Vicenç, es global: lo que se ve en Europa es lo mismo que se ve en Buenos Aires y en Estados Unidos, pero hay como un ciclo. Las tendencias arrancan en los Estados Unidos y de allí van primero a Europa y luego al resto del mundo: por eso se puede más o menos predecir lo que se va a usar mirando lo que sucede en Brooklyn, especialmente en Williamsburg y los barrios más vanguardistas. "Aquí en Buenos Aires todavía se ven esas barbas largas, bien de hipster –dice Vicenç–. En España, ya se están empezando a acortar, a perder volumen, y en Estados Unidos directamente ya pasó, ya ser hipster es demodé. Aunque los que tienen personalidad y llevan barbas largas porque es su estilo la van a sostener". Lo que se viene, entonces, es "el cabello corto en los laterales y más largo en la parte de arriba, pero a diferencia de épocas anteriores con más movimiento, más suelto, con productos que queden naturales. Y cabello un poquito más largo, potenciar el rizo en el hombre".
¿Y las nuevas generaciones? "Mis hijos tienen 8 y 12 años pero no quieren saber nada con las barberías", se ríe Vicenç. "Son pequeños, yo veo que los chicos se empiezan a entusiasmar a los 14 o 15, por ahora les tengo que pagar un dinerillo para que vengan".