Viajes a la India: las dos joyas de Jaipur
Tempranísimo… Eso era lo que pensaba al caminar lentamente mientras el amanecer seguir su curso. El maravilloso té que había tomado me estaba ayudando a despertarme, no sólo físicamente sino también mentamente.
Era un privilegio poder observar esta encantadora ciudad a semejante hora de la mañana. Muy poca gente se había aventurado a realizar sus actividades diarias y aquellos que lo habían hecho tenían la misma cara de dormidos que yo.
El olor del lugar se colaba por mi sentido olfativo y me traía el aroma inconfundible de esta parte anciana del mundo. Ayudado por el suave y agradecido viento, que ya sabía yo que iba a desaparecer dentro de poco para darle paso a ese calor tórrido de estas latitudes, podía oler esta tierra llena de carácter, orgullo y personalidad. Un viento cargado de especias y de polvo.
Este era el viento del Rajastán –el estado mas grande de la India– y de su famosa capital Jaipur, la ciudad rosa, llamada así por su uniforme color de los edificios que se encuentran en el centro histórico y que fue producto de un edicto de uno de los monarcas más poderosos e influyentes de la India del siglo XIX, el Maharajá de Jaipur.
Y es que mientras caminaba hacia mi lugar de destino no podía ocultar una sonrisa producto de la alegría de encontrarme aquí. Rodeado de mucha historia y de alguno de los ejemplos arquitectónicos indios más importantes del mundo.
Por algo esta ciudad forma uno de los ángulos del Triángulo de Oro, conformado por Delhi, Agra y Jaipur, y es la puerta de entrada a este histórico estado indio ubicado al noroeste del país.
Ya había tenido la oportunidad de conocer algunas de sus joyas más importantes y realmente me habían impresionado.
Pero antes de llegar a mi lugar de destino quiero contarles sobre dos de ellos.
El primero es el Hawal Mahal, el palacio de los vientos, un anexo del Palacio de la Ciudad reservado para las mujeres reales. Su imponente fachada de cinco niveles que contienen 953 ventanas era el lugar ideal, sobre todo para el verano, ya que gracias a sus aberturas se mantenía fresco siempre. También ocultaba algo muy importante para estas mujeres: desde aquí podían observar, sin ser molestadas, la vida cotidiana de la ciudad.
El segundo es el Jal Mahal, el palacio de agua, construido en medio del lago Man Sagar, creado por la construcción de una represa. Si bien tuve la oportunidad de acercarme en un elegante y sólido bote durante el día –lo cual fue una gran experiencia–, verlo casi de noche desde la orilla, con sus luces encendidas y el reflejo de la estructura en el agua, fue mágico.
Así, con estas imágenes o fotografías en mi cabeza, hacía mi camino. En las anchas avenidas que transitaba de a poco, los comercios empezaban a abrir sus persianas y puertas y a prepararse para un día lleno de trabajo.
Mi destino era, creo, único en su tipo.
Creado en el siglo XVIII por el rey Sawai Jai Singh, que tenía gran interés por las matemáticas y la astronomía, el Jantar Mantar contiene uno de las mejores muestras del interés por la ciencia. Aquí se encuentran diecinueve estructuras e instrumentos para medir el tiempo, predecir eclipses y la ubicación y posición de las estrellas, entre otros, creados a través del conocimiento dado por viejos textos hindúes en sánscrito y con la finalidad de ver a ojo desnudo posiciones astronómicas. Tiene entre sus construcciones el reloj de sol mas grande del mundo, en el que, para sacar la hora exacta, uno tiene que subir por una tremenda escalera para llegar hasta una altura de 27 metros sobre el nivel del mar.
De esta manera y como un chico viviendo su primer campamento, me adentré en este particular mundo de las ciencias.
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