El 17 de julio de 2014, el avión de Malaysia Airlines salió desde Ámsterdam rumbo a Kuala Lumpur, pero jamás llegó a destino
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El vuelo 17 de Malaysia Airlines (MH17) despegó del aeropuerto de Ámsterdam-Schiphol (Países Bajos) rumbo al aeropuerto Internacional de Kuala Lumpur (Malasia). A bordo viajaban 283 pasajeros, en su mayoría ciudadanos holandeses, y 15 miembros de la tripulación. El vuelo del Boing 777 duraría alrededor de 12 horas y su arribo estaba previsto para las 6.10 de la mañana (hora Malasia). Sin embargo, jamás llegó a destino.
Cuando la aeronave volaba a 10.600 metros sobre el espacio aéreo ucraniano, a las 16.15, a unos 50 kilómetros de la frontera entre Rusia y Ucrania, el MH17 perdió contacto con la torre de control y desapareció del radar. Momentos después, una densa nube de humo negro apareció en un campo en el sureste de Ucrania. No hubo sobrevivientes. Ese año, en marzo, una aeronave de la misma línea área había desaparecido en el océano Índico. Por su gran número de víctimas, la caída del MH17 es considerada una de las mayores tragedias de la aviación (después del ataque con dos aviones a las Torres Gemelas). Y durante casi una década los expertos trabajaron intensamente para determinar la causa y hallar a los responsables.
“Vi gente cayendo desde el cielo”
La noticia conmocionó a la opinión pública. Los primeros en llegar a la zona fueron los medios y aparecieron los testimonios escalofriantes de los testigos. Todos contaban que habían visto cómo se iluminaba el cielo con una bola de fuego que caía a tierra a gran velocidad. “Hubo un sonido ensordecedor y todo comenzó a temblar. Luego empezaron a caer objetos desde el cielo”, relató entonces Tipunova, una mujer residente del pueblo de Rozsypne, a 40 kilómetros de la frontera con Rusia. Los “objetos” en realidad eran cuerpos... y uno cayó sobre el techo de su cocina. Otra joven de la misma zona comentó: “Abrí la puerta y vi gente cayendo. Una persona cayó en mi huerta”. La escena era aterradora, los cuerpos de los pasajeros estaban dispersos en un radio de 20 kilómetros. La primera conclusión, lógica, era que el avión había estallado en el aire. Pero, ¿qué lo había derribado? ¿Un rayo? ¿Una bomba?
La reacción a nivel mundial fue rápida y los líderes no tardaron en pronunciarse. Aunque las víctimas procedían de diez países distintos, los más conmocionados fueron los holandeses, ya que 193 de los casi trescientos pasajeros eran de allí.
Entre los casos más resonantes estaba la pérdida de Joep Lange, un reconocido médico neerlandés experto en sida. Él, al igual que varios de los pasajeros del vuelo, se dirigía a un foro internacional sobre la enfermedad en Melbourne (Australia). Otro de los casos fue el de la familia del senador Willem Witteveen, que viajaba con su esposa e hija. La familia entera murió. O la historia del abuelo Nick Morris, de 69 años, que regresaba a Australia de unas vacaciones en familia con sus tres nietos, menores de 12 años, para que volvieran al colegio, mientras que los padres de los niños, su hijo y esposa, habían decidido quedarse unos días más en Ámsterdam.
Pero también hubo quienes “tuvieron suerte” y se salvaron por “un error administrativo”, como el caso de Nour Azaani, su marido, Barry Sim, y su bebé de tres meses. Por un error de la agencia que les había gestionado los vuelos, Barry no figuraba entre los pasajeros del MH17. Como la familia quería viajar junta decidieron cambiar el billete para un vuelo posterior.
El entonces Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, en conferencia de prensa adelantó una hipótesis: “Cerca de 300 vidas inocentes desaparecieron. Hombres, mujeres, niños e infantes que nada tenían que ver con el conflicto ucraniano. Es una indignación de proporciones indescriptibles [...] La evidencia indica que el avión fue derribado por un misil aire-tierra lanzado desde una zona que controlan los separatistas rusos dentro Ucrania”.
Por su parte, el primer ministro holandés, Mark Rutte también envió su mensaje, aunque más cauto: “Holanda no descansará hasta saber quién ha hecho esto. De confirmarse que ha sido un atentado, no pararé hasta llevar a los culpables ante la Justicia. Antes de mirar en una dirección concreta, queremos tener todos los datos sobre la mesa”.
El MH17 había sido derribado sobre la localidad de Grabovo, en la región de Donetsk, Ucrania, una zona de conflicto armado entre las autoridades de Kiev y los insurgentes independentistas prorrusos.
En ese entonces, el este de Ucrania estaba en el centro de la atención debido al conflicto que enfrentaba con los separatistas que buscaban unirse a Rusia. Todo comenzó después de que un levantamiento popular derrocara al presidente Viktor Yanukovich, quien era aliado del gobierno de Vladimir Putin. Luego, la decisión de Rusia de anexar la península ucraniana de Crimea intensificó la tensión entre ambos países. A esto se sumó el conflicto armado entre las fuerzas independentistas de las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk contra Kiev.
Las acusaciones cruzadas no tardaron en aparecer: Kiev acusaba a los rebeldes prorrusos de haber derribado el avión, probablemente usando un misil proporcionado por Rusia, mientras que Rusia y los rebeldes rechazan cualquier tipo de responsabilidad y apuntan contra Ejército ucraniano.
La investigación
Como el vuelo había despegado desde Ámsterdam y de allí eran la mayoría de la víctimas, la investigación para determinar lo que había sucedido con el MH17 fue encabezada por un grupo de expertos neerlandeses. En el “Equipo de Investigación Conjunta” también había representantes de otros países afectados: Australia, Bélgica, Malasia y Ucrania.
A pesar de las especulaciones, los investigadores decidieron verificar una por una las posibles causas. Primero analizaron las condiciones climáticas al momento del accidente. Descubrieron que el aeronave había rodeado una tormenta que atravesaba su ruta de vuelo y con esa maniobra, se descartó la posibilidad de que un rayo hubiera caído sobre el avión. Por otra parte, los registros de mantenimiento no demostraban nada inusual y el registrador de vuelo (caja negra) no había conversaciones sobre emergencias o fallas. Incluso los expertos consideraron la remota (e improbable) posibilidad de que un meteorito hubiera impactado contra el avión, pero según los registros no hubo actividad de meteoritos aquel día en la atmósfera.
Entre las pistas que analizó el equipo estaban los registros de los teléfonos, los relatos de los testigos, los cuerpos y los restos del avión a los que pudieron acceder recién cuatro meses después del accidente porque el ingreso sin riesgo a la zona estaba comprometido por el conflicto armado.
Una de las pistas más relevantes para la investigación fue un trozo de proyectil que encontraron dentro del cuerpo del capitán de la aeronave. Esta pieza reveló el tipo y modelo de misil que se usó para derribar el avión. “Era un fragmento único en comparación con otros que habíamos encontrado, tenía un aspecto y forma específica”, explicó uno de los investigadores a los medios.
En 2018, el “Equipo de Investigación Conjunta” concluyó que el Boeing sufrió el impacto de un misil tierra-aire Buk de fabricación rusa que había pertenecido a la 53 Brigada de Misiles Antiaéreos del Ejército Ruso. El misil tenía su cabeza formada con cientos de fragmentos de metal con forma de corbatín cuadrados que explotan cuando el misil se acerca a su objetivo. Fue disparado desde una granja cercana a Pervomaisk, una ciudad al este de Ucrania, ocupada entonces por tropas prorrusas. También comprobaron que un lanzador de esos misiles había sido transportado desde Rusia, y luego fue devuelto, al territorio que estaba bajo el control de los separatistas. Moscú siempre negó su responsabilidad en el derribo e incluso desmintió haber facilitado equipos y armas a los rebeldes separatistas.
Un dato llamativo fue que ese mismo día, antes de que ocurriera la tragedia del MH17, más de un centenar de aviones pasaron por ese mismo espacio aéreo. No hubo restricciones de vuelo, a pesar de que una semana atrás, en esa zona, los separatistas habían derribado un avión militar que volaba por debajo de los diez mil metros. Por tal motivo, en el informe final los expertos instaron a las aerolíneas a que mejoren sus análisis de riesgo y que publiquen las rutas de vuelo para que los pasajeros estén informados y puedan decidir sobre volar en una zona de conflicto.
En mayo de 2018, Países Bajos y Australia responsabilizaron públicamente a Rusia de la caída del avión e iniciaron acciones en su contra ante la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI).
El Kremlin siempre negó cualquier participación en el episodio y rechazó las acusaciones porque, a su criterio, poseían connotaciones políticas. Según las autoridades rusas los misiles Buk fueron retirados de servicio varios años antes de la caída del MH17. E insistieron en la responsabilidad de Ucrania, ya que el misil había sido disparado desde suelo ucraniano. La prensa rusa fue un poco más allá y deslizó que la tragedia había sido provocada por Ucrania, que había sido lanzado misil por error, mientras intentaba, presuntamente, darle a la aeronave en la que Putin regresaba de una gira por Latinoamérica.
Casi cinco años después del ataque, una fiscalía neerlandesa ordenó la detención de tres ciudadanos rusos y un ucraniano, acusados de haber trasladado el lanzador desde el territorio ruso hasta la región de Donetsk. En noviembre 2022, un tribunal neerlandés condenó a estos tres hombres a cadena perpetua por el derribo de ese avión.
En junio pasado, el Ministerio de Relaciones Exteriores ruso anunció su retiro del juicio ante la Organización de Aviación Civil Internacional. “Ponemos fin a nuestra participación en esta farsa. Rusia no reconoce la autoridad del Consejo de la OACI a la hora de abordar el caso abierto por Australia y Países Bajos, ni ninguna decisión que salga en relación a este asunto”, sostuvieron las autoridades rusas.
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