Mientras Kihachiro Onitsuka disfrutaba de su comida tuvo una idea para reinventar las zapatillas de básquet
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Kihachiro Onitsuka volvió a su ciudad natal después de servir durante la Segunda Guerra Mundial. Soñaba reconstruir Japón a través del deporte. Con más ilusión que recursos, fundó una pequeña fábrica de calzado en la que trabajan solo cuatro personas. Sin embargo, durante una comida, una simple observación le inspiró un diseño que cambiaría la historia del deporte para siempre. ¿Qué vio Onitsuka aquel día?
Ensalada de pulpo
En 1949, con su empresa recién fundada en Kobe (Japón), Onitsuka tenía una gran incertidumbre: aún no sabía qué producto podría fabricar para marcar la diferencia. Buscando una respuesta se le ocurrió visitar a un antiguo profesor de secundaria quien le reveló una necesidad urgente: los estudiantes de básquet necesitaban un calzado cómodo que estuviera a la altura de su esfuerzo en la cancha. Esa revelación fue el puntapié inicial para una transformación en la historia del deporte.
Onitsuka sabía que, si quería triunfar, debía crear un calzado capaz de soportar la intensidad del juego. Tras incontables pruebas y fracasos, la inspiración apareció cuando menos la esperaba: durante una tranquila cena familiar. Mientras degustaba una ensalada con pulpo, los tentáculos del molusco llamaron su atención. Fascinado por cómo las ventosas se aferraban con precisión a la superficie, tuvo una revelación tan improbable como brillante: ¿por qué no incorporar un sistema similar en las suelas de las zapatillas? Aquella observación casual dio pie -literalmente- a una idea revolucionaria que cambiaría para siempre el agarre y el rendimiento en la cancha. Así, en 1951, nacieron las primeras zapatillas Tiger de básquet con su suela inspirada en los tentáculos de un pulpo. Un detalle innovador: mejoraban el agarre en la cancha y permitían a los jugadores a moverse rápido y hacer cambio de dirección de modo más ágil. Esas zapatillas no solo causaron sensación, sino que marcaron una verdadera revolución en el calzado deportivo.
Para no centrarse solo en el calzado de básquet, la empresa empezó a diversificar su producción ampliando sus diseños a todo tipo de artículos deportivos en general. En 1953, lanzó las zapatillas Marathon, diseñadas especialmente para corredores. Un año después, presentó una versión de nylon pensada para satisfacer las necesidades de golfistas y montañistas. Finalmente, en 1955, desarrolló un modelo exclusivo para luchadores.
La empresa se enfocó en desarrollar innovaciones tecnológicas para mejorar el desempeño de los atletas. A la par Onitsuka, siempre inquieto y experimentador, dedicaba largas horas en su laboratorio buscando soluciones a los problemas que enfrentaban los deportistas. De este modo, descubrió que muchos corredores sufrían dolorosas ampollas debido a la fricción y el impacto constante del calzado contra el suelo. En 1960, decidido a encontrar una solución e inspirado en el sistema de ventilación de los motores de motocicletas, diseñó las innovadoras Magic Runner, unas zapatillas que solucionaban este problema. Pero no se detuvo ahí: a lo largo de esa década, creó calzado especializado para futbolistas, esgrimistas, gimnastas y jugadores de vóley, consolidándose como un pionero en la industria deportiva.
El socio indicado para llegar a EE.UU.
Mientras tanto, en la Universidad de Oregón, un joven visionario llamado Phil Knight trabajaba en su proyecto final para la materia “Espíritu Emprendedor”. En su presentación, Knight defendió una idea audaz: Japón, al igual que en otras industrias, estaba destinado a convertirse en una potencia emergente en el mercado del calzado deportivo. Y entre todas las marcas japonesas, había una que lo había cautivado: las zapatillas Tiger de Onitsuka, reconocidas por su diseño innovador y estilo inigualable.
Convencido del enorme potencial de la compañía, en 1963, Knight viajó a Japón y logró persuadir a Onitsuka para que le concediera la licencia exclusiva para distribuir sus zapatillas en Estados Unidos. De regreso, con esta oportunidad entre manos, Knight unió fuerzas con su antiguo entrenador de atletismo, Bill Bowerman. Juntos decidieron apostar por su sueño: invirtieron 500 dólares cada uno para fundar Blue Ribbon Sports (que años más tarde se convertiría en Nike, Inc.).
Una ruptura que marcó la historia
El proyecto de Blue Ribbon Sports no tardó en despegar. Lo que comenzó como una venta de zapatillas Tiger desde el baúl de un auto pronto tomó otro impulso: oficinas, tiendas y un equipo de empleados se sumaron al proyecto. En 1966, abrieron su primera tienda en el 3107 de Pico Boulevard, en Santa Mónica, California. Ese punto estratégico les permitió dar un salto clave: pasaron de vender zapatillas directamente desde sus autos a tener un espacio físico que atraía a cientos de entusiastas del deporte.
Poco después, expandieron su presencia a la costa este con una tienda en Wellesley Hills, Massachusetts, a pasos de la legendaria ruta del maratón de Boston. Allí, se sumó al equipo Jeff Johnson, un apasionado del atletismo y pupilo de Bowerman. Dicen que la relación entre Johnson y el deporte iba más allá de la competencia: había empezado a correr en su juventud como una forma de escapar del acoso escolar, lo que hoy llamamos bullying, una experiencia que, curiosamente, también marcó la infancia de Elon Musk. Pero eso es otra historia.
Sin embargo, el éxito no siempre trae armonía. Las tensiones comenzaron a surgir. Onitsuka, aunque les había ampliado la licencia a todo Estados Unidos, insistía en renovarla a cuentagotas, por períodos de apenas tres años, una circunstancia que irritaba a Knight, quien a su vez se quejaba de que los envíos llegaban tarde y, para colmo, las cajas rara vez contenían lo que él había pedido.
Por su parte, el éxito de Blue Ribbon Sports no pasó desapercibido para Onitsuka. La empresa japonesa empezó a fantasear con la idea de prescindir de los intermediarios y vender por su cuenta en el mercado estadounidense. En su autobiografía Nunca pares, Knight recuerda que hubo un punto de inflexión en la relación cuando en 1971, Onitsuka le propuso comprar Blue Ribbon Sports. “La ruptura ya era cuestión de tiempo”.
Knight no estaba dispuesto a quedarse de brazos cruzados y con el respaldo de uno de sus asesores financieros de confianza, trazó un plan estratégico que no solo le permitió escapar del conflicto, sino también dar vida a una nueva marca. En 1972, Blue Ribbon lanzó su propia marca de calzado, a la que llamaron Nike, en honor a la diosa griega de la victoria. Onitsuka reaccionó con acusaciones de incumplimiento de contrato, una disputa que culminó en 1978 con la disolución definitiva de la alianza.
Mientras Nike ascendía hacia la cima del mundo deportivo, Onitsuka también trazaba su camino hacia la reinvención. En 1977, Jim Fixx, el corredor estadounidense conocido por popularizar el running, apareció en la portada de su libro The Complete Book of Running luciendo unas Onitsuka Tiger Pinto de un llamativo rojo vibrante. La imagen era impactante: sin calcetines y sobre una improvisada cinta, las zapatillas parecían una prolongación natural y estilizada de sus piernas fuertes y atléticas.
Sin embargo, mientras Onitsuka celebraba su éxito y brillaba en los Juegos Olímpicos de 1976, la compañía se encontraba también ante un desafío monumental: mantenerse a la altura de un mundo en constante cambio y cada vez más competitivo. Por eso, en 1977, la empresa japonesa se fusionó con Genzo Trading Company (GTO) y Jelenk, ambas dedicadas a la indumentaria deportiva. De esta unión surgió Asics Corporation, un nombre que encapsulaba el ideal que había inspirado a Onitsuka desde el inicio: Anima Sana In Corpore Sano (mente sana en cuerpo sano).
El visionario japonés falleció en 2007, pero su legado permanece intacto: cuando se trabaja con pasión y perseverancia, no solo abre caminos, sino que tiene el poder de transformar el futuro en algo extraordinario.
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