Julieta Lanteri luchó por los derechos de la mujer con el mismo compromiso con el que llevó adelante su vida y su profesión hasta que un accidente dudoso acabó con su vida. Hoy una estación del Subte H lleva su nombre
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Con tan solo 6 años, y muy lejos de su patria natal, nada le haría imaginar a Julieta lo que su nuevo país le deparaba. Nacida en el año 1873 en Briga Marittima, por entonces – y hasta 1947- una localidad italiana de la Provincia de Cuneo, llegó a Argentina.
Su formación profesional empezó con el Ingreso al Colegio Nacional de La Plata –una institución exclusiva para hombres- donde se convirtió en la primera mujer en obtener el título de Bachiller, un paso indispensable que le permitió seguir el camino de mujeres como Cecilia Grierson y Elida Paso, las primeras mujeres en ingresar a la Facultad de Medicina. Logró ser admitida como estudiante de esa carrera en 1896, y luego de dos años se recibió de farmacéutica. La protagonista es Julieta Lanteri y no pasaría a la historia solo por ser la sexta (algunas listas la ponen quinta) mujer en recibirse de médica. Entre sus méritos están el haber sido el primer voto femenino de la historia argentina (¡y era extranjera!) y ser la fundadora del partido feminista nacional. Su abrupto final en un “supuesto accidente” dejó en claro su influencia en la sociedad.
Una médica en el “prostíbulo de América del Sur”
A los 34 años, Julieta Lanteri aprobó su tesis doctoral bajo el título “Contribución al estudio del deciduoma maligno”, con la calificación de 8 puntos, y recibió el grado de doctor en Medicina y Cirugía.
Así se convertía en una de las primeras mujeres médicas y en ser la primera mujer italiana en alcanzar un título universitario en nuestro país. Pronto supo que ejercer la profesión que amaba no le sería fácil. Sin embargo, logró su nombramiento en la Asistencia Pública de Buenos Aires, tarea que no le interesaba a ningún hombre médico y que era cubierta por los alumnos más avanzados de la carrera, y una vez en su puesto se hizo cargo de la administración de la vacuna contra la viruela.
En 1909, fue ella quien propuso en la Asociación de Universitarias Argentinas la organización de un Congreso Femenino Internacional para las celebraciones del Centenario de la Revolución de Mayo. La idea fue aceptada y al año siguiente se concretó, Julieta Lanteri fue designada secretaria general del encuentro.
Entre tantos temas planteados, hay uno que sorprende: la prostitución. Entonces, Buenos Aires estaba considerada como “el prostíbulo de Sudamérica” por la cantidad de mujeres inmigrantes que eran traídas al país engañadas por diversas redes de trata y luego esclavizadas en ellas.
Durante esas jornadas de 1910, las feministas argentinas abordaron también la cuestión de los derechos civiles y la igualdad con los varones, el divorcio absoluto, el abuso del alcohol y el reconocimiento de la paternidad de los hijos.
Otro hecho que marcó su vida fue que ese mismo año la Facultad de Medicina le denegó su pedido para ser adscripta a la cátedra de Enfermedades Mentales con el argumento de que era italiana, lo que la llevó a solicitar su ciudadanía argentina, la cual le fue otorgada, y aunque volvió a la Facultad a reclamar por su cargo, se le volvió a negar. Lanteri se había casado con un joven estadounidense 14 años menor que ella pero su relación no prosperó y en pocos meses ya estaba separada.
Su vehemencia y rebeldía, apelando a que con la carta de ciudadanía se le debía reconocer “todas las prerrogativas que le corresponden” como “ciudadano argentino”, se presentó para inscribirse en el padrón electoral. En un fallo de primera instancia, ratificado por la Cámara Federal, se estableció que “no había impedimento legal para impedir que una mujer ejerciera el derecho al voto”.
Lanteri quedó incorporada al padrón como la única mujer y votó en las elecciones.
La hora del sufragio
La mañana del 23 de noviembre de 1911 entró a la parroquia de San Juan Evangelista en la Boca, según correspondía a su domicilio, y todas las miradas se posaron sobre su figura, todos los hombres presentes quedaron atónitos al verla formar la fila para votar y hacer efectivo su sufragio en las elecciones municipales, haciendo de aquel momento particular un hecho histórico.
Pero lamentablemente no pudo repetir la experiencia a nivel nacional: no pudo inscribirse por que los padrones se confeccionaban a partir de los listados del servicio militar obligatorio y -por mandato de la ley Sáenz Peña que avalaba aquella situación-, le dijeron que al ser mujer no cumplía con aquel requisito. Indignada y molesta se dirigió hasta un cuartel de Palermo para cumplir con esa obligación, posibilidad que obviamente le negaron.
Otra piedra en su camino, pero también otra motivación que hizo encender sus ideas, fue la ley que determinaba que las mujeres no podían votar, pero nada refería al hecho de ser elegidas. Rápidamente y apelando al principio constitucional que sostiene que nadie puede ser privado de lo que la ley no prohíbe, convocó a un grupo de mujeres y se presentó como candidata a diputada nacional por la ciudad de Buenos Aires con una nueva agrupación: el Partido Feminista Nacional.
“Es una afirmación de mi conciencia que me dice que cumplo con mi deber, una afirmación de mi independencia que satisface mi espíritu y no se somete a falsas cadenas de esclavitud moral e intelectual, y una afirmación de mi sexo, del cual estoy orgullosa y para el cual quiero luchar”, esgrimió sin dudar.
Buenos Aires se vio empapelada con un afiche con el rostro de Julieta Lanteri y la leyenda: “En el Congreso una banca me espera, llevadme a ella”, lema con el que promocionaba su candidatura también en los intervalos de algún espectáculo. Pese a saber que no lograría la banca, conmocionaba a la opinión pública sobre la necesidad de otorgar el derecho al voto para las mujeres. Allí no terminó aquel periplo, organizó un simulacro de voto callejero en el cual participaron alrededor de dos mil personas. Por este hecho no solo la trataron de loca, sino que también fue noticia en los diarios.
Aquello no la iba a detener e insistió con su candidatura a diputada nacional, en las elecciones de 1922, 1924, 1926 y 1930. Aun ante las circunstancias políticas del país, debido al golpe militar del general José Félix Uriburu, que no solo proscribió a la UCR sino que volvió a instaurar el fraude político, ella no iba a omitir al frente feminista.
Uriburu creó una organización paramilitar: la Legión Cívica que se sumó a la cruzada de “recuperar los valores nacionales” y persiguió a todos los que atentaban en contra de la patria y la familia con ideologías foráneas que nada tenían que ver con la argentinidad.
La doctora Julieta Lanteri no abandonó su militancia, pero no eran tiempos de reclamos, además estaba tapada de deudas que devenían de los procesos judiciales por sus reclamos por los derechos de las mujeres, y por eso se dedicó tiempo completo a la medicina.
“Los derechos no se mendigan, se conquistan”
Tras las fraudulentas elecciones de 1932 sacó del letargo al Partido Feminista y convocó a todos sus afiliados. Pero no la dejarían llevar a cabo su misión, al día siguiente en pleno centro porteño, en Diagonal Norte y Suipacha, un automóvil que no se pudo identificar, la atropelló, le produjo una fractura de cráneo y falleció dos días después en el hospital.
La policía quiso encubrir el hecho, cuando se pidió el expediente del supuesto “accidente”, no era legible, parecía que le hubiesen derramado un vaso de agua sobre la escritura. Con el tiempo, se supo que el conductor era miembro de la Legión Cívica.
La doctora Julieta Lanteri es hoy parte de la bandera de los derechos femeninos de la argentina, no solo fue el primer voto femenino sino precursora incansable e inquebrantable frente a la lucha. Su famosa frase la describe por completo: “Los derechos no se mendigan, se conquistan”
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