Después de un año de viaje, ya era tiempo de volver. Desde Ciudad de México iría por aire hasta Lima, Perú, y bajaría un tramo por tierra para tomar otro avión hacia Buenos Aires. El camino inverso al que había hecho a paso lento, en mi investigación para escribir un libro sobre la cultura del maíz, ahora duraría, como mucho, una semana. Había comprado el pasaje para el 20 de marzo un mes atrás y me quedaban cinco días para conocer la ciudad que me intimidaba con sus 8 millones de habitantes y su nube permanente de smog.
Pero nada salió como lo había planeado, el cierre de fronteras y la cancelación de los vuelos por los casos de covid-19 me obligaron a recalcular. Cuidado con lo que deseas, dice un famoso dicho. Yo no estaba preparada para irme de México pero tampoco lo estaba para una pandemia. Varada, en casa de dos amigas, de a poco me convertí en una consumidora compulsiva de información. Cada tarde esperaba la conferencia de prensa oficial del Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell. Aprendí a mantener la sana distancia con un personaje infantil inspirado en la Mujer Maravilla. Pasamos de la fase 1 de contagios extranjeros a la 2, de transmisión comunitaria. En poco tiempo, varios negocios cerraron y la campaña #Quédateencasa se puso más intensa.
Una colega me pasó el dato de un empresario argentino que alojaba a otros argentinos varados, opté por firmar una declaración jurada para pedir ayuda al consulado y envié un mensaje al empresario solidario.
Una bocanada en medio del desierto
"Nosotros pusimos el hostal a disposición de la embajada, ellos nos van mandando gente y nosotros les damos comida también". Apenas Marcos Di Battista me confirmó el lugar, emprendí viaje hacia la colonia Roma, muy cerca de donde Alfonso Cuarón filmó la película. "Sentimos que teníamos algo que aportar a la comunidad argentina y entendimos que en esta situación difícil, nuestro objetivo era generar un poco de contención viendo que a la embajada se le iba a complicar hacerle frente". Para Di Battista, la pandemia es un llamado de atención: "Nos tiene que servir para entender que no somos gente separada, somos parte de lo mismo, hay cosas más importantes que lo material, la solidaridad no tiene que ser por esta vez y nada más, tiene que ser una forma de vivir".
El viernes 3 de abril llegué al hostel Bocanada, una antigua casa blanca, remodelada, con murales en sus paredes. Compartía la habitación con una pareja de Mendoza y una chica de pelo celeste, me entusiasmaba el plan, pero si en condiciones normales se suele generar una relación amistosa entre los viajeros, la cercanía obligada resaltó las diferencias en este ambiente compartido por necesidad. El conflicto no tardaría en aparecer en la casa de Gran Hermano versión pandemia.
Los días se suceden en loop. A la mañana, yoga en la terraza y desayuno, al mediodía caminar dos cuadras hasta el Comedor de los Milagros. A la tarde cada uno busca su espacio, el calor invita a tomar una siesta, leer, escribir o mirar series. A las 8 pm otra vez al comedor, luego algunos se apoderan de la terraza y charlan o juegan a las cartas. Yo prefiero acostarme temprano, habitar mi soledad.
Tres días después de mi arribo, una persona que proviene de Amsterdam presenta síntomas que podían ser de covid-19. Por teléfono y a través de un cuestionario, un empleado del sistema de salud le pregunta si tiene fiebre, tos, dolor de cabeza o de garganta, y si ha estado en contacto con alguien que tuviera coronavirus. Esa noche desalojan la habitación y recomiendan aislamiento. Me niego a compartir los espacios comunes con alguien que tiene fiebre y tos, no soy la única. Otros nos llaman paranoicas. Por primera vez, desde que la pandemia se expandió por México, tengo la sensación real de que puedo contagiarme. El conflicto termina por abrir una grieta. La embajada y el dueño del hostal deciden al día siguiente que lo mejor es trasladarla a otro alojamiento. Falsa alarma, nos aseguran; igual, antes de volver a usar la habitación, las chicas que la ocupan limpian hasta las paredes con lavandina.
Las historias de mis vecinos
Para Natalia Escauriza y Valeria Figueroa viajar era cumplir un sueño, habían ahorrado para festejar juntas el cumpleaños de 15 de sus hijas. Profesoras de gimnasia de Punta Alta, Buenos Aires, se habían conocido gracias al colegio de las chicas. Cancún y Playa del Carmen, el Mar Caribe, las excursiones, todo había sido perfecto. El único detalle fue cuando se enteraron de que el vuelo de Aeroméxico con escala en DF no se movería de ahí. En Argentina las esperaban sus parejas, sus amigos; a Natalia, su hijo de diez años. Las trasladaron a un hotel cercano al aeropuerto. "Creíamos que en la Embajada habían empatizado con nuestro caso pero con los días se fue transformando la relación y dejamos de tener una comunicación fluida". Paciencia les pedían ante una situación que las desbordaba. Después las trasladaron a Bocanada. Grabaron un video que salió en TV Azteca. "Queremos volver a casa". Estuvieron cerca de entrar en la lista de pasajeros que llenaron uno de los tres aviones que la fuerza aérea mexicana envió para buscar ciudadanos mexicanos a suelo argentino, la noche del 10 de abril prepararon su equipaje y esperaron la llamada telefónica que las podría sacar de la lista de espera. Pero el avión partió repleto y sin ellas, que todavía cuentan los días para reencontrarse con sus seres queridos.
La idea era viajar por Estados Unidos y Europa: Las tres amigas de Rosario, Mariana del Pino, Clara Aguirre y Maite Nestrojil, salieron el 4 de marzo hacia Estados Unidos; esa primera parte fue normal, pero cuando llegaron a Europa empezaron a sonar las alarmas sobre el virus y ahí quisieron volver. Ya era tarde. "Desde Holanda no podíamos salir y ante esa situación elegimos volar a México porque pensamos que teníamos más chances de volver". El vuelo de United Airlines no se concretó, intentaron sin éxito comprar pasajes de Aerolíneas. "Viendo que nuestro dinero se agotaba, contactamos al hostel por la cuenta de Instagram, enseguida nos dijeron que había lugar. Hay mucha generosidad, eso hay que destacarlo, en especial la gente que nos da comida. Aparecen los conflictos por la convivencia pero hay que hacer un cascarón y encerrarse en el propio mundo. Al fin y al cabo estamos en la misma, todos queremos volver".
En la ola de la crisis del 2001, Jorge, que prefiere no dar su apellido, llegó a México. El domingo 16 de marzo, el mismo día en que se cerraron las fronteras de varios países, él envió a los empleados a trabajar a sus casas. Al enterarse a través de los medios acerca de la necesidad de los argentinos varados, quiso aportar su ayuda y les envió alimentos. ¿Por qué hacer algo así? "Sin la ayuda de muchas personas que se cruzaron conmigo, me hubiera sido muy difícil transitar por la vida. Se trata de devolver un poco de lo mucho recibido". El mensaje del hincha de River es esperanzador, él cree que muchos aspectos van a cambiar para bien. "Si no salimos de esta crisis siendo mejores personas, es que no entendimos nada"
El 8 de abril, Hugo López-Gatell, subsecretario de salud de México, presentó el método centinela de vigilancia epidemiológica, una estimación estadística que calcula que por cada caso informado hay 8 que no son detectados por el sistema de salud, lo que implica que la cifra de covid-19 positivos ascendería a más de 26 mil. ¿Cuántas personas serán asintomáticas? ¿Seguirán contagiando a otros? ¿Cuántas morirán sin siquiera haber llegado a un hospital?
Un mundo feliz
Hace más de dos semanas que logré alquilar un monoambiente, el dueño lo tenía por Airbnb pero ante la crisis me lo da a un precio bajo. Es mi lugar seguro, donde tengo lo necesario para subsistir y no correr tanto riesgo. Acepto esta existencia de pura incertidumbre y practico el agradecimiento como filosofía.
Con el dólar por las nubes, y sin perspectiva de que eliminen el 30% del impuesto país, la ayuda es necesaria. Recibí una tarjeta de alimentos por medio del "Programa de asistencia de argentinos en el exterior en el marco de la pandemia de coronavirus", hago compras en el supermercado, no todos pudieron acceder, en un grupo de varados dicen que fueron rechazados por no tener vuelo de regreso o les contestaron que era solo para turistas que habían ingresado entre febrero y marzo de 2020.
Leo que en Europa hay esperanza por la baja de casos positivos. En Alemania se reabren las librerías y parecen indicios de un futuro retorno a la normalidad. Tal vez sea el anticipo de lo que en más de un mes pasará en México, que registra el aumento de casos y lleva más de mil muertes por covid-19. El presidente AMLO anunció que habrá un plan de créditos para las PYMES y la economía informal, además dijo que cuentan con más de 13 mil ventiladores para afrontar la fase 3 de la pandemia, que según su evolución hacia la curva máxima de contagios, podría saturar el sistema nacional de salud.
La Jornada Nacional de Sana Distancia extendida hasta el 30 de mayo mantiene solo las actividades esenciales, el resto podemos salir y circular con precaución, yo llevo mi protector plástico aunque me sienta un poco ridícula. Ahora los tapabocas se usan con frecuencia, la OMS alienta a portarlos y hay estados como Jalisco y Michoacán, donde ya es obligatorio, tanto como el confinamiento.
Espero mi momento de partir, según el ministro Felipe Solá, eso debería pasar en la primera semana de mayo pero no hay ninguna seguridad. Somos cerca de 1600 los argentinos varados, informa un grupo de chat de autoconvocados. Al tener abierta la frontera, siguen llegando turistas desde otros lugares y se suman a la lista los que vinieron a trabajar y ahora quieren regresar a su país. El consulado decide quién podrá comprar los pasajes de los vuelos especiales, que valen, mínimo, 600 dólares. ¿Y si no se puede pagar? Aun no hay solución para el grupo de Varados sin Pasaje. Las empresas reactivan los vuelos que se habían cancelado, pero todavía es a cuentagotas, lento y pesado; varias fronteras continúan cerradas y nuestra cárcel invisible parece una distopía sin retorno. En los medios se habla de un cambio de conciencia y de una nueva oportunidad, pero la presión por seguir con las actividades extractivistas es cada vez más violenta. Ni Aldous Huxley se hubiera animado a tanto.
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