Una provincia que se puede recorrer en auto con facilidad en unas vacaciones cortas o más largas. Historia, arqueología, deportes naúticos, bodegas y gastromomía, parque nacional... una enumeración que no tiene fin para hacer turismo fronteras adentro y contar con sorpresas para todas las edades porque, además, los espacios abiertos y no tan concurridos se ponen al tope de las preferencias.
San Agustín del Valle Fértil
¿Qué pasaría si en un mismo sitio se pudiera juntar un dique, una serie de cerros, pinturas rupestres, un parque nacional, bodegas, una cadena de pequeños pueblos con iglesias centenarias, y gente amable para recibir al visitante en cada sitio y, además, todo se puede recorrer en auto o bicicleta, y es accesible para viajes de escapada o de largo alcance? San Agustín del Valle Fértil es un destino poco conocido, pero que puede convertirse en el epicentro de un viaje para recorrer San Juan. No puede pasar nada mejor que cruzarse con Mario Volpini, un aventurero que junto a su esposa Marisa hizo a mano cada pieza del Hotel Rustico Cerro del Valle, hasta las estufas de hierro que calientan las noches heladas sanjuaninas.
La pasión de Mario se lee en sus rutas para nada improvisadas, pero dibujadas a mano alzada en el momento. Ni bien llegar el visitante, luego de ser interrogado por sus preferencias, recibe una hoja con el recorrido y los hitos imperdibles. El primero, que el anfitrión no lo dice, es el propio albergue. Sin habérselo propuesto, sigue las tendencias nórdicas hygge: eso de apreciar los pequeños detalles. Las mantas fueron hechas por las manos de Marisa. El desayuno llega a la habitación caliente a hora prefijada, con las mermeladas artesanales y las tostadas humeantes.
La localidad está en el corazón de la provincia. Tiene la calma típica de pueblo donde uno se sorprende mirando para ambos lados al cruzar la calle y hasta el perro desplegado a la sombra se mofa de esa ridiculez. Está rodeada de vegetación intensa y un sol que parece brillar más fuerte. Todo el año es amable la visita, aunque la amplitud térmica merece consideración.
El pueblo se disfruta
En la heladería Valle de la Luna Mónica Rojas se sacó el gusto de indagar en la flora local y ofrece con ojos ávidos de respuesta helados de cidra y chinchil, chocolate Ischigualasto, arándanos y pétalos de rosa. El souvenir perfecto es otra de las creaciones del lugar: los alfajores que se cocinan en horno de barro solar (porque si algo sobra en San Juan es eso) y que se hacen con harina de orujo de uva.
Volpini no se queda sólo con recomendar la ruta, también acierta en recomendar el menú. Optar por el Astiqueño y La Cocina de Zulma, ambos caseros, sitio a los que se llega tempano si se quiere comer, porque más tarde nunca hay lugar. Dos opciones donde se come parrilla y pastas con el amor de hacerlo en casa
La ruta de las sorpresas
El papel a mano recomienda comenzar por Caucete, famosa por ser el epicentro uno de los terremotos más dramáticos de la historia nacional y que está en la boca de cada sanjuanino que cuenta alguna anécdota respecto e lo que quedó en pie en su pueblo. Allí se puede visitar el Baño del Indio. Se recorre a pie y es una quebrada de piedra sobre las que se conserva patrimonio ideográfico incaico.
De allí se toma la Ruta Nacional Nº 141 por un trecho corto para llegar al santuario popular de la difunta Correa. La leyenda cuenta que Deolinda habría amamantado a su hijo aún muerta en el desierto. Crédulo o no, es un espacio al que se debe acceder. Subir la escalinata, leer los mensajes, llegar hasta las capillas que se construyeron en donde se supone que ocurrieron los sucesos y también tomarse un momento para mirar el paisaje desde allí.
El derrotero recomienda seguir por tres ancestrales pueblos que fueron fundados por pueblos originarios: Las Tumanas, Chumuca y Astica. En ellos quedan petroglifos y morteros socavados en la roca que están accesibles a pie. La zona sigue sorprendiendo con pueblos que uno nunca escuchó, y no entiende cómo guardan tanta belleza en el anonimato. A 10 kilómetros del trío anterior, aparece Usno que desborda de vegetación, quebradas abruptas y ríos. Es aquí donde el Museo de las Piedras emerge como atractivo.
A por la luna
El hito siguiente es el más famoso de la provincia. El parque nacional Ischigualasto que dista a 70 kilómetros de la parada anterior. Como si fuera poco, codo a codo, se vislumbra otro parque nacional, el Talampaya, que pertenece a La Rioja, pero que confunde entre los planos levemente interrumpidos del popularmente llamado Valle de la Luna y las moles rojas riojanas.
Ischigualasto es célebre en el mundo. Además de su paisaje en sí mismo (se ingresa en auto, en caravana, siguiendo a un guía y de a muy pocos visitantes a la vez que van deteniéndose en una parada por grup), su riqueza palanteológica es única en el mundo y pertenece al período triásico. De hecho, es el Eoraptor lunensis, fue descubierto aquí y es uno de los dinosaurios mas antiguos que se conocen (se calcula que cerca de 235 millones de años). Dentro del mismo parque se ha montado un museo de sitio con un eje central sobre un esqueleto de dinosaurio semienterrado. No es esta parte de la de mejor atractivo.
Otra manera de alcanzar el cielo luego de fotografiar la luna en Ischigualasto, puede ser darse el gusto de probar el poder del sol en las viñas locales. Algunos especialistas del mundo han recorrido la zona y aseguran que es de las mejores del planeta en cuanto la combinación suelo/clima, aún cuando el marketing le juega en contra a beneficio de su vecina Mendoza. El Pedernal (que para los hacedores del Champagne es la mejor del mundo), el Valle Tulum y el de Zonda se esperaron en comenzar a trabajar con profesionalismo de vanguardia sus viñedos.
Las primeras vides de San Juan se plantaron a mediados del siglo XVI. Aunque creció con cautela, la llegada del ferrocarril para el 1800 produjo la primera explosión viñatera. Nombres de etiquetas reconocibles provienen de la zona. Por ejemplo, Santiago Graffigna, inmigrante italiano, inició la bodega más antigua de la provincia promediando el siglo XIX. Se conserva un espacio de museo con las instalaciones originales donde una pileta y una barrica soportaron sin pestañar los terremotos de la provincia.
Si lo que se busca es una experiencia más gourmet, Callia tiene para mostrar su centena de años de experiencia con una capacidad de producción que roza los 9 millones de litros en tanques de 1,5 millones.
Otro producto del sol que San Juan tiene la habilidad de desgajar entre los viñedos es el aceite de oliva, otro de los artículos de la región premiados internacionalmente. Se ha montado un circuito olivícola que incluye chacras como Olivos del Sol, 4 Generaciones, Museo Don Julio, Campos de Olivos o Seis Marías que tiene una larga tradición que combina tecnología con técnicas familiares.
El agua como eje
En medio de paisajes llenos de sequía y polvo, San Agustín del Valle Fértil guarda para si algunas curiosidades únicas vinculadas al agua. Llegar a La Majadita requiere de un corto paseo entre montañas. La localidad está regada por el río San Agustín y una serie de afluentes. El agua es transparente y el fondo cercano, por lo que se hace pie sobre el canto rodado, mientras los peces pequeños cosquillean los tobillos.
Otra curiosidad al respecto la ofrece la excursión a los Baldes. Sitios que tomaron esos nombres porque el único modo de acceder al alguna era a partir de pozos interminables para llegar a las napas. De ellas emergía el agua con esfuerzo manual en baldes hechos de cuero. Dos localidades, Balde del Rosario y Los Baldecitos, sobre la ruta 510 ofrecen pozos de este tipo perfectamente conservados. En el último pueblo es preciso darse una vuelta por la iglesia de San José que ya superó el centenario. En tanto, San Isidro Labrador es la capilla de Balde del Rosario, la única de la zona construida en piedra en la década del '40.
San Juan es un micromundo donde los visitantes de todas las edades pueden encontrar diversión y atractivos, la gran mayoría al aire libre, con espacio, sin aglomeraciones y con el slow turismo que se viene luego de este tiempo de confinamiento.
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