"Esto es Vaca Muerta". Juan Carlos Pais apunta con su mirada hacia un laberinto de tubos de acero instalado en medio del desierto. Gigante, colorida, parecida al museo Pompidou de París, la planta compresora de gas gime ruidosamente. El ingeniero, que supervisó obras faraónicas en distintas partes del mundo, siente un orgullo especial por esta. "Va a quedar en el tiempo. Decile eso a los de Buenos Aires".
Esto es Vaca Muerta . Una roca hundida a tres mil metros de profundidad que se gestó en el período Jurásico y se extiende por debajo de Neuquén, parte de Mendoza, Río Negro y La Pampa. Ciento cincuenta millones de años se necesitaron para que el fondo del mar se convirtiera en el segundo reservorio de gas y el cuarto en petróleo no convencional del planeta. De los treinta mil kilómetros cuadrados que abarca, una superficie similar a la de Bélgica, solo se ha explotado en forma masiva el dos por ciento. Una joya enterrada. Entre válvulas que abren y cierran, trépanos que hurgan en las entrañas de la tierra vigilados por torres de cincuenta metros de altura en el medio de la nada, trabajan hombres y mujeres: geólogos, ingenieros, petrofísicos, operarios contratados por empresas de servicios petroleros, que duermen al costado de los pozos. Son parte del engranaje humano que se esfuerza en extraer energía de las piedras.
Más de 30 operadores independientes y compañías locales mantienen posiciones en Vaca Muerta. Uno de los yacimientos insignia es Loma Campana, de YPF, la empresa que con sus perforaciones y exploración abrió el camino a esta revolución. El año que viene la compañía, que lidera el mercado a nivel nacional con los costos operativos más bajos, comenzará a vender gas licuado. Luego, se encuentran otros proyectos clave como los de Tecpetrol (que formó parte de la avanzada inversora inicial), Shell, Pan American Energy, Total, Wintershall, Pampa, Vista Oil & Gas, Pluspetrol y ExxonMobil, entre otros. Vaca Muerta ya representa el 15 por ciento de la producción de petróleo no convencional, lo que permitió junto con el crecimiento de los convencionales, que el país aumentara sus exportaciones en un 173%. A su vez, este es el año en que la Argentina pudo volver a exportar gas luego de más de una década: la producción de gas no convencional creció más de un 250%.
Para llegar a la zona caliente de Vaca Muerta hay que tomar la ruta provincial 7 que une Neuquén con Añelo. Al llegar a Añelo se observa una cruz blanca y una leyenda: "San Cayetano". Desde todas partes del mundo, solos o con sus familias, los peregrinos llegan hasta la capital del shale argentino siguiendo la ruta del oro negro. En busca de lo que no consiguen allá de donde vienen: trabajo y futuro.
Al pisar el yacimiento de petróleo no convencional Bajada del Palo comienza la transformación. Mamelucos, borceguíes, cascos, anteojos y guantes para todos. Nadie camina por aquí sin overol. Gustavo Mariezcurrena escucha la charla de seguridad que da un compañero. Dos bocinas significan incendio. Si suena la alarma de emergencia, hay que mirar la manga de viento y caminar en dirección contraria. Las normas moldean la vida de Mariezcurrena. Esas reglas fueron escritas con sangre. Hace tiempo, perdió a un hombre de su equipo. Cayó de la torre a una altura de más de cuarenta metros. Mariezcurrena prefiere no recordar cosas que todavía duelen. Nacido y criado en Nequén, hace 24 años trabaja en el gremio. Hijo de padre petrolero, a los siete años conoció el yacimiento Loma La Lata y pisó un trailer por primera vez. Le gustó ver cómo la gente trabajaba para un lado, para el otro. Su papá insistía: "tenés que estudiar para ser jefe". Hoy Mariezcurrena es el que manda en boca de pozo, el company man, según el código petrolero.
Cuando entró en la zona de Vaca Muerta, allá por 2012, se dio cuenta de lo inmensa que era. El equipo perforador más grande; las herramientas más grandes. Había que empezar de cero. Entonces trabajaba para YPF, con muchos de los que ahora lo acompañan en Vista Oil & Gas. Era su oportunidad para aprender de perforación. Así que dejó Mendoza, donde estaba más tranquilo dedicado a la terminación de pozos y pasó a esmerarse en perforar Vaca Muerta. "No sabés qué vas a encontrar cuando entrás a una zona de gas, la última parte, la de producción. Tenés que estar pendiente de las zonas bravas".
Mariezcurrena, 43 años, ojos castaños y piel curtida por el sol y el viento patagónico regresa siempre al adjetivo bravo. Explica la atención que exige cada pozo y los compara con un hijo: cada uno es distinto y hay que cuidarlos noche y día. Porque el pozo no descansa. La jornada se divide en dos y son dos los jefes en el yacimiento, pero ante una complicación –la cosa se puede poner brava– aflora el compañerismo y se olvidan las pocas horas de sueño.
Después de dos décadas en el petróleo, el company man sabe cuánto cambió el trabajo. "Antes no interesaba si sabías leer y escribir. Nadie te preguntaba. Lo único que importaba era si le dabas para delante. Si te decían, tenés que tirarte ahí, vos te tirabas. Ése era el bueno. El que iba a ascender". Él era el bueno y tiene tres hernias de disco. Acá se trabaja. Con viento, lluvia, barro y nieve. No existe el no. Si te toca el turno de noche, estás las doce horas despierto mientras todo el mundo descansa.
Un incentivo fuerte al momento de apostar por Vaca Muerta fue la cercanía con la familia. Ahora está a dos horas en auto de Cipolletti, donde lo esperan su mujer y la menor de sus seis hijas. Pasa siete días con ellas y, luego, vuelve al pozo por otra semana completa; allí su hogar es un trailer. "Quería ser parte de lo que va a ser furor para la producción del país y del proyecto que nos puede sacar adelante". Una joya enterrada que puede ser el salvavidas de la economía argentina o un puente hacia el futuro.
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