La soledad suele oficiar de big bang para la creación de Canciones tristes, que además de ser una ciudad fantástica creada por Rodrigo Fresán, son la banda de sonido perfecta para narrar la vida urbana. Pero la soledad es mucho más que una excusa para la creación artística: es un verdadero problema que afecta a las ciudades en distintos planos, que van desde la salud pública hasta el mercado inmobiliario, desde la generación de espacios comunes hasta las infraestructuras y la circulación.
El impacto de la soledad se volvió un problema de salud pública porque el aislamiento social produce la disminución de oxitocina, lo que se traduce en infartos, adicciones y depresiones.
El impacto de la soledad como fenómeno social crece cada vez más a nivel mundial en la franja de edad que va entre los 18 y los 50 años. Esta magnitud ha impulsado al Reino Unido a crear el Ministerio de la Soledad en el año 2018. Tal como lo leés, la soledad se ha transformado en un problema de salud pública para los gobiernos porque, entre otras cosas, el aislamiento social produce la disminución de oxitocina, un compuesto cerebral apodado "la hormona de los vínculos emocionales" y "la hormona del abrazo". Según varios estudios, su falta puede causar enfermedades, acelerar el envejecimiento, incrementar el riesgo de obesidad, infartos y depresiones agudas, la muerte prematura por hipertensión, las adicciones, la depresión y la demencia. Obviamente, en Inglaterra ya calcularon los costos que esta pandemia puede ocasionar al sistema público de salud y la creación del Ministerio es el punto de partida para tratar una problemática tan compleja que requiere una multiplicidad de miradas y una convergencia de políticas públicas desde distintos campos.
¡Y que pasa por estos lares? Un análisis comparativo entre los censos de 1980 y de 2010 nos muestra que en los últimos 30 años en la ciudad de Buenos Aires se duplicaron las viviendas unipersonales. De un 15,9% de las viviendas de 1980 pasamos a un 30,7% en 2010, y todo nos lleva a pensar que en estos últimos 9 años la curva siguió ascendiendo. Otra información que nos brinda el Indec es que en el último censo los hogares unipersonales estaban compuestos en un 17,4% por jóvenes de entre 17 y 24 años y en un 42,4% por mayores de 65 años. Aquí también las estadísticas nos hacen proyectar un escenario similar al que se vive en otras ciudades de Occidente.
Vivimos en la era de la soledad. Solo nos relacionamos con y a través de nuestros teléfonos. Un efecto no deseado de los servicios que procuran nuestro confort (cataratas de apps para que las cosas lleguen hasta uno) es el aislamiento. Lo que antes era un problema de índole privado, la masividad lo vuelve social. Visto esto, ¿qué lugar ocupa la soledad en la agenda social? ¿Somos conscientes de que, además de las problemáticas de salud antes expuestas, la pérdida de confianza, autoestima e inteligencia emocional provoca daños en el desarrollo de la sociedad?
El fenómeno social crece cada vez más a nivel mundial en la franja de edad que va entre los 18 y los 50 años. Esta magnitud ha impulsado al Reino Unido a crear el Ministerio de la Soledad en el año 2018.
Un ejemplo interesante de políticas públicas transversales para tratar el tema se da desde las áreas de cultura de algunas ciudades. Desde hace unos años, algunas bibliotecas públicas como las de Nueva York o Toronto vienen realizando encuentros de speed dating. El clásico formato de circulación de solos y solas en el cual las personas tienen entre 3 y 7 minutos para conocerse con otros individuos.
Los primeros encuentros produjeron mucha polémica, pero los funcionarios contestaron con dos argumentos claves: por un lado, a partir de sus estadísticas demostraron que a causa de la soledad la gente permanecía más tiempo en las bibliotecas, lo que impedía mayor circulación y acceso de la comunidad al servicio, y por el otro, se centraron en el papel de las bibliotecas públicas en la lucha contra el aislamiento social y todos los problemas que estos conllevan. La hipótesis tenía mucho de sentido común: en líneas generales, la gente a la que le gusta la música electrónica sabe dónde están los espacios de contención y socialización, ¿pero en qué otro lugar podría conocer a alguien una persona que ama el Ulises de Joyce?
*Asesor urbano. Gestor de ciudades y agitador cultural. Trabajó en 109 ciudades y flaneurió otras 80 en 20 países. Le gusta más descubrir lo que las iguala que lo que las diferencia.