:: Hace medio siglo, el mundo se convulsionaba. El arte pop, Vietnam, los Beatles, la Revolución china, el feminismo, la primavera de Praga, la sexualidad, la matanza estudiantil en México, las drogas y, sobre todo, el Mayo Francés se sucedían como latigazos en el adormecido lomo de la humanidad.
Por esos días, el territorio de las ideas vivía en una efervescencia absoluta. En ese contexto, el filósofo francés Henri Lefebvre escribió el ensayo El derecho a la ciudad (1968) donde profundiza sobre la dimensión política del urbanismo, proponiendo la puesta en práctica del derecho de los habitantes urbanos a construir, decidir y crear la ciudad, una forma de repensarla como un entorno más habitable y el territorio de una nueva democracia.
El urbanismo moderno, según Lefebvre, había generado una mayor segregación espacial, el predominio del valor del espacio convertido en mercancía y la imposibilidad de que los trabajadores pudieran participar en las decisiones sobre la ciudad, confinados a una vida urbana regida por el consumo, la fragmentación de la cotidianidad y la exclusión espacial.
En 2004, la ONU-Hábitat recuperó estos conceptos para redactar la Carta Mundial por el Derecho a la Ciudad. Esta carta mantiene su vigencia hasta el día de hoy porque la intervención del capital financiero y la privatización de los servicios y del suelo urbano han profundizado aún más las contradicciones sociales en el entorno urbano.
La contradicción principal es que el acceso a la vivienda, tanto el alquiler como la compra, se vuelve cada vez más difícil, mientras en las ciudades se multiplican las viviendas vacías a causa de la especulación financiera. Según la Dirección de Estadísticas y Censos de la Ciudad de Buenos Aires, en 2010 había 185.235 viviendas vacías, un 13% del total de las viviendas porteñas censadas ese año. La mayor concentración de viviendas vacías se daba en Puerto Madero, Retiro y la zona norte de la ciudad. El motivo central, aunque no exclusivo, era la renta especulativa. Mientras tanto, podríamos golpear debajo del cinturón y decir que esas viviendas se podrían corresponder a 185.000 familias que no tienen techo, pero la realidad es más compleja y las decisiones políticas para solucionar este problema, en otras latitudes, son de lo más variadas.
Durante 2019, dos noticias nos sacudieron en este plano: por un lado, el ayuntamiento de Barcelona ha expropiado por primera vez el uso de una vivienda vacía por un período de 10 años conforme a la ley de emergencia de la vivienda, que establece la figura de la "expropiación forzosa del derecho del uso de la vivienda atendiendo al interés general". Esta ley de 2016 remite a la del Derecho a la Vivienda de 2007, que detalla que un piso se considerará vacío y, por lo tanto, con un uso "anómalo", si está en desuso durante más de dos años. El procedimiento consta de cuatro fases: el Gobierno comprueba si se encuentra en el registro de viviendas vacías, observa el empadronamiento, reclama los certificados del consumo de agua y, finalmente, lleva a cabo una inspección para certificar que no está habitado.
Por el otro, el Gobierno de Berlín aprobó una ley que dicta un importe máximo a los alquileres de los apartamentos en la ciudad. Es una respuesta directa a los inquilinos, ese 85% de los habitantes de la ciudad que en la última década han visto cómo se ha duplicado el precio de los alquileres y cómo ha crecido exponencialmente el precio de venta. Algunas de las causas son la especulación desatada por la escasez de viviendas y el magnetismo de una ciudad a la cual se mudan unas 40.000 personas por año, ya sea para trabajar, para estudiar o en carácter de refugiados.
En definitiva, hablar del derecho a la ciudad es un intento por rescatar al hombre como protagonista de la ciudad que él mismo ha construido, instaurar la posibilidad del "buen vivir" para todos, y hacer de la ciudad un espacio de encuentro para la construcción de la vida colectiva.
*ASESOR URBANO
Gestor de ciudades y agitador cultural. Trabajó en 109 ciudades y flaneurió otras 80 en 20 países. Le gusta más descubrir lo que las iguala que lo que las diferencia.