A mediados de los ‘60, el presidente boquense de entonces, Alberto J. Armando, ideó un descomunal coliseo xeneize ubicado en una isla de la Ciudad Deportiva, que hasta llegó a tener fecha de inauguración
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Si hay un lugar donde la pasión mancomunada de los hinchas de Boca se manifiesta de manera más pura es en La Bombonera, el icónico estadio xeneize, el templo de Brandsen y Del Valle Iberlucea que late con intensidad cada vez que la escuadra boquense hace las veces de local. Sin embargo, más allá del arraigo que tiene con su gente y con el barrio, este coliseo auriazul cuenta con un aspecto a mejorar: su capacidad, que hace que sea complicado para buena parte de sus hinchas llegarse a ver al equipo de sus amores.
En gran medida a causa de esta desventaja del actual estadio, inaugurado en mayo de 1940, durante este año, y en el contexto de las nuevas elecciones en el club, se dieron a conocer proyectos con el eje central de ampliar la capacidad de espectadores con la que hoy cuenta.
Actualmente, la Bombonera puede albergar unos 57.634 espectadores. Pero existe un plan presentado por el oficialismo boquense, con el presidente Jorge Amor Ameal a la cabeza y Juan Román Riquelme como vicepresidente, que han llamado Bombonera 360 y que estipula una ampliación importante del estadio que lo lleve a poder recibir unos 82.000 hinchas. Y hay, además, otra idea para el coliseo xeneize que presentó Andrés Ibarra, candidato opositor apoyado por Mauricio Macri, que propone construir un nuevo estadio, la Bombonera Siglo XXI, en terrenos de la Casa Amarilla, con capacidad para más de 100.000 hinchas.
En este punto es necesario decir que antes de que surgieran estos proyectos, ya se planteó muchos años atrás la necesidad de hacer un nuevo estadio para Boca Juniors. Fue a mediados de la década del ‘60, cuando la dirigencia boquense de entonces impulsó la idea de realizar un descomunal estadio sobre terreno ganado al río, en lo que era la Ciudad Deportiva de Boca. Esta obra, que incluso comenzó a realizarse y hasta tuvo fecha de inauguración, estipulaba un coliseo con tres bandejas con una capacidad para 100.000 espectadores. Y todos ellos, sentados.
Alberto J. Armando y la Ciudad Deportiva
Para contar los detalles de la construcción, finalmente fallida, de este inmenso estadio para los hinchas del xeneize es imprescindible hacer mención a quien fuera su mayor ideólogo y promotor. Se trata de Alberto José Armando, presidente de Boca en dos períodos, el último de ellos entre 1960 y 1980. Un hombre tenaz e innovador, que además de sumar éxitos deportivos nacionales e internacionales al plantel azul y oro durante sus mandatos -12, en total-, también quiso expandir la infraestructura del club. Y la manera de hacerlo fue mediante la creación de lo que sería la Ciudad Deportiva.
“La primera idea de Armando para hacer el estadio fue en 1960 en los terrenos de Casa Amarilla. No habiendo podido conseguirlos, el ingeniero José Luis Delpini, que diseñó la Bombonera, le sugiere ganarle tierras al río”, cuenta a LA NACION Guillermo Schoua, historiador oficial del club Boca Juniors.
Así, el presidente boquense que, entre otras cosas, fue el creador de la cita para referirse a los hinchas del xeneize como “la mitad más uno”, logró obtener por parte del Congreso Nacional una ley en la que se le cedía a Boca una superficie de 40 hectáreas que debían ser el resultado del rellenamiento del Río de la Plata, en un zona ubicada en lo que entonces era Costanera Sur. El área de río sobre la que el club debería rellenar y edificar se encontraba entre la prolongación de la calle Humberto Primo, el extremo sur de la Avenida Costanera y la línea de la ribera.
De modo que para la construcción de esa Ciudad Deportiva donde se ubicaría el estadio se le debía ganar tierra al río. El Congreso le había dado como plazo a Boca unos 10 años para realizar todo lo que se tenía que hacer en el lugar, una infraestructura que debía cubrir necesidades deportivas, pero también sociales, culturales y educativas. Siguiendo estas normativas, en el predio, a la par que se iba rellenando, se construyeron, antes de comenzar con el estadio, un anfiteatro para 2000 personas, un autocine, una confitería, un parque de diversiones, pistas de patinaje y canchas de fútbol, tenis, básquet, dos piletas de natación y hasta quinchos con parrillas para los que visitaran la impactante Ciudad.
Todo esto se fue construyendo sobre seis islas que se unían entre sí por una serie de puentes curvos con barandas vidriadas. Para dar una idea del empuje y la visión de Armando en el logro de su objetivo de generar ese lugar de la nada, puede decirse que, a través de avisos en los diarios y medios de comunicación, les pedía a los camioneros hinchas de Boca que colaboraran con el proyecto llevando en sus vehículos cargamentos de tierra para hacer el relleno del lugar. A cambio, les ofrecía a los choferes rifas con las que se podían ganar diversos premios, que iban desde ruedas hasta un camión completo. Para el año 1967, un artículo en la revista Siete Días informaba que habían llegado hasta el lugar unos 70.000 camiones con su transporte de un total de 300.000 metros cúbicos de tierra.
Así, Boca realizó las obras en la Ciudad Deportiva para múltiples actividades. “Las hizo, las inauguró y se usaron, financiadas por venta de bonos patrimoniales y rifas”, dice Schoua. Pero faltaba el estadio.
El primer modelo de estadio: futurista y con techo
La séptima isla de todo el complejo ganado al río, ubicada a 1360 metros de la costa, y a 2500 metros de la Bombonera, era la destinada para emplazar el nuevo estadio de Boca. El primer modelo que se pensó para este coliseo había sido planeado un tiempo antes por el ingeniero Delpini, el hombre que había diseñado la Bombonera, y también buena parte de la Ciudad Deportiva.
El nuevo estadio proyectado por este ingeniero, como consta en la maqueta que se puede encontrar en los medios de la época, tenía forma de un plato hondo cruzado en la parte superior por dos barras en forma de cruz. Alrededor del campo había un óvalo de unas 40.000 plateas y en una bandeja superior se encontraban las tribunas para albergar unos 100.000 espectadores. La obra, que tenía detalles de diseño futurista, estaba pensada con un techo que podría abrirse y cerrarse según la ocasión, con una estructura en lo alto que imitaba la figura de un tulipán que expandía sus pétalos para cubrir el coliseo y los cerraba para descubrirlo.
El proyecto complementario de este estadio de Armando y Delpini era el de no demoler La Bombonera, sino construir en ese espacio, sin cambiar su fisonomía, una serie de viviendas y un centro comercial. En el lugar donde estaba el campo de juego se construiría un gran parque de juegos para niños. Una idea revolucionaria para la época que, años después, realizaría un importante club del Reino Unido.
“Lo que quería hacer Armando en los ‘60 lo hizo el Arsenal en Londres en 2006: construyó una cancha nueva (el Emirates) a unos 500 metros y la vieja cancha (Highbury) la convirtió en viviendas preservando parte de las fachadas y estructuras de las tribunas. Hasta mantuvieron el campo de juego como un espacio verde, un jardín comunitario, que era lo que proyectaba Delpini”, cuenta, para LA NACION, Luis Marzoratti, estudioso de los viejos estadios de la Argentina que ahora prepara un libro sobre los nuevos estadios de Europa.
Pero en 1964, el ingeniero Delpini murió. Y al llegar el momento de la construcción del estadio en la Ciudad Deportiva, para fines de la década del ‘60, había surgido otro proyecto. Tan faraónico como el primero.
Nuevo diseño: tres niveles para 100.000 espectadores
En este caso, el profesional encargado del diseño y la ejecución del planeamiento fue el arquitecto Carlos Costa. “Queremos organizar una estructura donde los detalles estéticos no estén reñidos con su interés utilitario”, dijo el profesional en el año 1971 a la revista Panorama. Poco tiempo antes, el 4 de noviembre de 1970, el club Boca Juniors había anunciado de manera oficial el comienzo de la construcción de este ambicioso coliseo que se levantaría como el resto de la Ciudad Deportiva, sobre el río de la Plata.
Ese día se instaló el primero de los 11.500 pilotes que darían sostén al estadio. Diseñado con un estilo de tribunas abiertas, este nuevo estadio de Boca contaría con tres niveles. La bandeja inferior, con capacidad para 10.000 personas. Un segundo estrato, donde estarían las plateas y palcos, con capacidad para recibir 7200 personas y una bandeja superior, destinada a la popular, con la posibilidad de ofrecer un aforo para 82.800 espectadores sentados. Así, la nueva Bombonera -aunque el nombre que llevaría el nuevo reducto nunca se dijo-, tendría una capacidad de exactamente 100.000 espectadores.
Sin embargo, en diversas crónicas de la época es posible leer que el estadio tendría una mayor capacidad. Se habla hasta de 120.000 espectadores sentados. El propio Armando, por su parte, en una entrevista que da en medio de un curioso filme argentino llamado Paula contra la mitad más uno, del año 1971, habla de un estadio para 110.000 personas sentadas.
El lugar contaba además, entre otras cosas, con 100 palcos para albergar a 1200 periodistas, 30 cabinas de transmisión, las más modernas instalaciones para los vestuarios -baños de inmersión, sala de masajes-y un estacionamiento para 10.000 automóviles. El campo de juego, en tanto, tendría las dimensiones similares a las de la Bombonera, 105 metros por 68 metros -el estadio de Boca cuenta con 105 por 70-, aunque se había pensado también en dejar espacio extra para lograr alcanzar la extensión máxima que el reglamento indica que puede tener una cancha: 120 metros por 90.
Más allá de todas estas cifras, el entusiasmo y la fe que tenían en ese entonces los dirigentes en la posibilidad de la realización de semejante construcción para el club era tal que hasta pusieron a la obra su fecha de inauguración. La flamante cancha estaría lista para el 25 de mayo de 1975. Así lo informaron el día de la inauguración y así se leía en los avisos publicitarios que aparecían en las revistas y diarios donde llamaban a los socios e hinchas del club a adquirir abonos de plateas y palcos con una duración de 25 años -y con posibilidad de heredarlos- desde la fecha de apertura.
El optimismo reinante cuando se anunció la construcción era tan alto que se pensaba utilizar el nuevo estadio de Boca como escenario para los partidos más importantes de la futura Copa Mundial de Fútbol de Argentina 1978.
Se cae el sueño del nuevo estadio
Con los ingresos por la venta de abonos, más el desarrollo de rifas -como la llamada “Cruzada de las estrellas”- y bonos patrimoniales, la dirigencia auriazul pensaba cubrir los 5.100 millones de pesos viejos que costaría el total de la obra. Pero no contaban con un detalle: la poca estabilidad de la economía argentina.
“La propuesta de rellenar terrenos del Río de la Plata para ampliar la superficie utilizable fue innovadora y casi revolucionaria. El gran problema era que se intentó financiar una estructura de gran porte con recursos de los socios, con bonos patrimoniales y rifas en una economía muy inestable. Fueron épocas de alta inflación. La moraleja es que el proyecto tenia sentido pero las condiciones macroeconómicas no eran las adecuadas”, asegura Marzoratti.
“Entre la inflación acumulada en los 10 años del proyecto y sobre todo, los avatares políticos -Armando apoyó a (Agustín) Lanusse, y en 1973 regresó (Juan Domingo) Perón- están las claves por las que no se concretó el proyecto”, asevera Schoua.
Además, a medida que la obra se iba estancando con los avatares de la economía, surgían más problemas. Muchos socios comenzaron a pedir el regreso del dinero que habían puesto con los abonos, y dentro de la propia dirigencia boquense surgieron posturas en contra del propio Armando, al que acusaron, incluso dentro de la propia Comisión Directiva boquense, de haber hecho mala administración de los fondos recibidos. Denuncias que nunca prosperaron.
También había dirigentes opositores y socios que comenzaban a cuestionar las posibilidades técnicas de que pudiera realizarse la construcción. Se le objetaba, básicamente, según cuenta el historiador boquense, “el acceso al lugar por la Costanera y la viabilidad de que el terreno soporte un estadio semejante”.
Así, según se resume en el documental Ciudad Deportiva, realizado por Lucas Taskar, Maximiliano Acosta, Nicolás y Micael Franciullilas denuncias de fraude que llegaban al club, las objeciones técnicas, más la inflación galopante que se coronó en 1974 con el Rodrigazo, sumado la falta de apoyo político que tuvo Armando, dieron definitivamente por tierra con el proyecto del nuevo estadio.
Del sueño del inmenso coliseo auriazul para albergar a más de 100.000 personas sentadas tan solo quedaban en la séptima isla de la Ciudad Deportiva algunos mínimos restos. “Se pusieron 1200 pilotes y se levantó una pequeña tribuna con capacidad para 2000 personas que se hizo para medir tiempos y plazos”, dice Schoua.
El destino de toda la Ciudad Deportiva fue también en el camino de la decadencia y el abandono, aunque años más tarde, luego de una serie de idas y vueltas legales, su venta serviría para salvar al club de una de sus crisis económicas más intensas. Pero esa es otra historia.
Alberto J. Armando, en tanto, falleció, ya fuera de la presidencia de Boca Juniors, el 27 de diciembre de 1988. Tenía 78 años. Más allá de la desazón vivida por no poder implementar su revolucionario proyecto en las tierras ganadas al río, este célebre xeneize quedó en un lugar preferencial dentro del olimpo de los grandes dirigentes del club de la ribera. Como una muestra de ello, en diciembre del año 2000, durante la presidencia del club a cargo de Mauricio Macri, el nombre de la Bombonera pasó a ser el de Alberto J. Armando. Un tributo más que merecido para el hombre que se atrevió a soñar en grande por amor a su club.
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