El matrimonio de ella no funcionaba y se enamoró de un militar que vivía lejos; apostaron por su amor, pero la sociedad y las decisiones conflictivas se interpusieron...
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Allá, por el año 2000, Silvia solía ingresar a un chat público para calmar su ansiedad y olvidar los pesares que atravesaba su matrimonio. Así conoció a Rubén, un militar uruguayo, divorciado y padre de tres hijos, con quien decidió continuar las charlas por privado. Ella, oriunda de Salta, Argentina, sintió que podía confiar en él. “Total”, pensaba, “Si le cuento cosas delicadas no pasará nada, nunca nos conoceremos, vivimos lejos”.
Los temas de conversación no acababan nunca. Silvia se conectaba a las tres de la tarde (hora en que Rubén ingresaba a su trabajo) y a las cinco se despedían, cuando a ella le tocaba regresar de su empleo al hogar: “Hablábamos de lo cotidiano, trabajo, hijos, parejas...”
Una ausencia y una revelación: “Fue la mecha de la pasión”
Cierto día, Rubén se ausentó del chat. Extrañada, Silvia lo esperó al día siguiente y al otro, sin señales de él. Aquella fue la primera vez que se percató de sus sentimientos, notaba su ausencia, le preocupaba. Dos semanas transcurrieron hasta reiniciar la conversación y fue entonces que ella supo que el hermano menor de Rubén había muerto: “A partir de esa tragedia nuestras conversaciones se convirtieron en necesidad, era como ir al psicólogo”, confiesa Silvia.
A medida que los meses pasaban las conversaciones se tornaron más íntimas, hasta que ella le reveló a Rubén que su esposo tenía la intención de irse de la casa. “TQM”, le escribió él aquel día. Las siglas se veían inocentes, pero a Silvia le dio un vuelco en el corazón.
Poco tiempo después, él confesó que necesitaba verla, conocerla. Fue así que pactaron encontrarse a mitad de camino, en Santiago del Estero, un evento que transformó su vida por completo: “Allí nos vimos cara a cara, y era como si nos hubiéramos conocido desde toda la vida, hubo muchos besos y cariño, fue la mecha de la pasión”, cuenta Silvia.
Una separación escandalosa y una premonición: “Te vas a arrepentir y no quiero ser responsable de tu decisión”
Tras el primer encuentro llegaron otros tres, hasta que en un enero en el que el padre de sus hijos se fue con ellos de vacaciones, Silvia fue a visitarlo. Pasaron veinte días maravillosos, pero el regreso a la realidad fue tormentoso.
“Con mi exmarido estábamos separados, pero me negaba el divorcio y decía que debíamos reintentarlo”, cuenta. “Pero yo hacía mucho tiempo que no quería saber nada, eso provocaba una enorme tensión”.
Aquella tensión se transformó en una separación definitiva y escandalosa; Rubén, mientras tanto, le decía que no podía vivir sin ella y, sin medir consecuencias, le anunció que pediría el retiro como militar y se iría a vivir a Salta para estar juntos: “Recuerdo que como una premonición le dije: `Te vas a arrepentir y no quiero ser responsable de tu decisión´”
“Así fue”, continúa Silvia. “Nos casamos, pero costó mucho armar esta pareja, por la sociedad, por el padre de mis hijos, por sus hijas (3), y por la falta de trabajo de su parte; premonición cumplida, no obstante, la peleamos mucho durante doce años”.
“Unos meses antes del año 2015, y con una de sus hijas y su nieto viviendo con nosotros, tomamos la decisión de separarnos con la promesa de volvernos a juntar una vez que pudiéramos acomodarnos, a mí me faltaba cinco años para jubilarme”.
Tras la separación, Silvia le dio inicio al peor período de su vida. Sin consuelo, su hermano mayor decidió mudarse con ella para acompañarla en su sentir, pero lo que parecía ser una caricia al alma, culminó en tragedia: una enfermedad mortal se lo llevó y, aún sin hacer el duelo, dos meses después su madre también dejó el mundo: “Ante tanto dolor caí en la tristeza más profunda, Rubén nunca vino y me sentí totalmente abandonada. Esto motivó que cortara toda la comunicación”, continúa Silvia. “Así fui piloteando mi vida”.
Volver a intentarlo: “El amor por sí solo no es suficiente”
2019 fue el año en que retomaron la conversación, una que en sus mentes y sus corazones jamás había concluido. Tenían bienes en común, debían aclarar aquellos asuntos y, a pesar de intentar dirigir sus charlas hacia temas prácticos, las palabras fluyeron solas hacia el amor, uno que jamás había perecido: “Nos dimos cuenta de que aún nos amábamos”.
Rubén y Silvia se reencontraron en julio de aquel año y se fundieron en un abrazo inolvidable. Mucha historia pesaba sobre ellos, mucho dolor, pero mucho amor. En enero de 2020, la mujer salteña decidió presentar sus papeles de jubilación para, esta vez, intentarlo en Uruguay, sin embargo, el destino los puso a prueba una vez más. La pandemia que azotó al mundo impidió su reencuentro.
En medio de aquel angustiante escenario, Silvia y Rubén llamaron a los consulados, presentaron actas de matrimonio, un sinfín de documentación, y lucharon por la reunificación familiar. Como si fuera un estigma volvieron al primer escenario de su relación: peregrinar para encontrarse.
“Finalmente, en agosto de 2021, llegó la autorización para ir a Uruguay, en septiembre me mudé, desde entonces estamos juntos, aún seguimos trabajando día a día la relación y la convivencia”, dice Silvia conmovida. “El amor por sí solo no es suficiente, es necesario la constancia, la paciencia, el sacrificio y lo más importante, el renunciamiento”, concluye.
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