La casa de la diseñadora María Villa y el arquitecto Eduardo Villa, una pareja de santafesinos que desde hace más de veinte años reside y triunfa en Sidney, es un botón de muestra de lo que logra el trabajo de esta asociación bienaventurada y talentosa
Hoy compartimos por primera vez online la casa de dos santafesinos talentosos y afables como pocos: la diseñadora María Villa y su marido, el arquitecto Eduardo Villa, que desde hace más de dos décadas llevan adelante un pujante estudio en Australia y a quienes tuvimos el gusto de conocer durante nuestro viaje de exploración de tendencias en Sídney.
Más antes y después imposible. Pero no hay desborde en metros, sino una multiplicación al infinito de la onda.
Formada en Bellas Artes y Diseño Gráfico, María no pierde detalle de la movida y se adelanta a lo que mostrarán las galerías. "Me gusta agrupar cosas que vienen de mil lados distintos. El arte está en darles la compañía perfecta".
En todos lados se ve una unión feliz de objetos de orígenes dispares (como dice María, "objetos pre-amados"), en este caso, en verde.
Trasladar la propia personalidad a la casa: más fácil decirlo que hacerlo. En el hogar de María y Fernando Villa, sentimos lo mismo que cuando escuchamos esas voces virtuosas que se expresan sin esfuerzo. Lo que es, es.
"Nuestra inspiración para la reforma fue la vista a los eucaliptos de la reserva nacional lindera. Una arboleda añosa no tiene precio".
"El diseño de este espacio se relaciona con la manera de vivir de acá: todo gira en torno a la cocina, todo empieza donde están los drinks y la comida. En la Argentina la parrilla es otro punto de encuentro posible, pero acá no está el asado", explica Eduardo. Pero, nobleza obliga, ellos también mantienen la costumbre de la parrilla argentina en un rincón del jardín. Para agasajar con alegría, damos fe.
Uno de los cambios más radicales en la reforma lo experimentó el estar ultra cool de la planta baja con vista plena al jardín. "Cuando vi este lugar, vi espejos", dice María. Eduardo completó la visión con una pared espejada, repartida con hierro con un toque de óxido, que replica las bellezas del afuera.
"Cada uno sabe lo que sabe hacer. Eduardo se ocupa de la espacialidad y las vistas. Yo me ocupo de la ambientación, el color, los objetos. Y en común tenemos que somos dos kamikazes".
"Acá, generalmente, el frente de la casa se mimetiza con el barrio: la sorpresa está atrás", dice Eduardo.
En la pared curva del living, los dormitorios y la sala de estar, fascinan el color visón, el chocolate y el gris cemento mezclado con una pizca de verde y marrón, oscuridad siempre bien complementada con un blanco impecable.
"Las texturas y, sobre todo, los colores oscuros, les dan a los cuartos una sensación de protección y refugio que me encanta".
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