Una reflexión sin censuras previas
Que osadía pensar que la maternidad pueda tener un costado B, o A o C. Pero los tiempos cambian y los tabúes crujen, y así es como existe una mayor libertad para ver con distintas miradas la maternidad, nos está permitido alejarnos de la visión única que decía que era un acto de amor y que, como tal, no debía ser ni cuestionado ni rechazado.
La maternidad puede ser vivida con felicidad, pero muestra momentos de ansiedad, miedo y ambivalencia. La necesidad de tener un hijo puede ser un acontecimiento programado y deseado por muchas parejas, pero sin duda detrás de esta noble vocación existen un sinnúmero de deseos inconscientes que van desde la intención de probar la fertilidad, volver a la infancia, una necesidad de amar y de ser amados, hasta la necesidad de perpetuar la vida más allá de nosotros mismos.
Estos sentimientos y muchos más harán su aparición durante una gestación, fogoneados por el desafío físico, emocional y psicosocial que implica llevar adelante un embarazo, un nacimiento y la crianza de un hijo. Por ello, si existe una reflexión, es la de construir una sociedad donde no se obligue a las mujeres a sentirse inmensamente felices en el viaje que implica un embarazo, sino permitir espacios de reflexión. Hoy no vemos sólo a una gestante en su tarea de llevar a término a un hijo; detrás de esta obviedad física, existe una mujer que debe cumplir sus roles de esposa, madre, hija, estudiante, trabajadora. Esta multiplicidad de roles afectarán su vida cotidiana. Y si bien hemos humanizado el nacimiento a través del acompañamiento de una pareja en las consultas o en el nacimiento, aún falta acompañar a las mujeres en la soledad que implica la crianza de un hijo, el establecimiento de una lactancia duradera, la recuperación de un trabajo, el inicio de una vida familiar, la recuperación de la mujer como entidad individual y no al servicio de los demás. Si estos aspectos no se analizan sin censuras previas, ellas seguirán sufriendo en silencio.