Nació y vivió toda su vida en California, pero quiere alejarse de la “vida rápida” de Estados Unidos para vivir en Argentina, aunque todos le dicen que es una locura
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“Mi mamá me quería matar”, confiesa Lea. Y claro, cómo no, su madre había pasado toda una vida soñando con emigrar a los Estados Unidos para crearse un mejor porvenir y allanar el camino de sus futuros hijos, algo que logró tras mucho esfuerzo en el año 1989. Pero ahora, treinta años después, su hija nacida y criada en California, le anunciaba que quería vivir en la Argentina. Nadie, ni su familia correntina, estuvo de acuerdo con su gran plan: “Mamá entendía mis sentimientos, los había experimentado, pero al revés, sin embargo, tanto a ella como a todos les parecía una locura, económicamente no tenía ningún sentido, y me lo hicieron saber con absoluta claridad”, recuerda con una sonrisa.
Decidieron no tomarla en serio hasta el 2019, cuando todo cambió.
Ver la realidad: "No todo es tomar sol y salir con amigas"
Los viajes a la Argentina siempre habían sido frecuentes. Las vacaciones en la infancia de Lea transcurrían en Bella Vista, Corrientes. Enamorada de aquella tierra de costumbres únicas, a sus 18 comenzó a trazar en su imaginación un plan para trasladarse al suelo de sus abuelos. Ingresó a Santa Clara University, California, y decidió estudiar un semestre en Buenos Aires, para ver si realmente le gustaba vivir en la Argentina.
"No todo es tomar sol y salir con amigas", le manifestó su madre, contundente. "Tenés que pasar una tarde varada en el subte o en la autopista cuando hay paros, sentir lo que es cuando el ascensor no anda, cuando hay cortes de luz, entre tantas otras cosas, y recién ahí veremos".
Aquel semestre de estudio marcó un antes y después en cuanto al apoyo de su familia. A Lea le tocó vivir cada uno de aquellos episodios que le había mencionado su madre, y tantos más, pero estos solo consiguieron enamorarla del país con mayor intensidad. "La verdad es que Argentina es un caos, pero un caos hermoso".
La historia vivida y un dólar siempre en ascenso
Arribó a Buenos Aires emocionada. Jamás se había subido a un colectivo o un subte, y durante las primeras semanas vivió perdida en la ciudad. De a poco, se acostumbró a su rutina: 152 para ir a la facultad y la línea C para sus actividades cerca del obelisco. Pronto tuvo su lista de "favoritos", que incluían restaurantes, confiterías, bares, tiendas y boliches. Y un día una señora le preguntó qué línea de subte tomar y su corazón estalló de emoción, ¡la creía argentina!: "Inmediatamente llamé a mi mamá para contarle y llegamos a la conclusión de que cuando ella vaya a la Argentina a visitarme, voy a ser yo la que le dará el tour por la ciudad".
Había llegado con un plan en mente, explorar cada una de sus opciones laborales y conversar con todos sus contactos. Asistió a clases, rindió exámenes orales que la hicieron temblar, realizó una pasantía en la Red Argentina de Cooperación Internacional y se comunicó con varios de sus profesores en IES Abroad, otra institución en donde también estudiaba: "Ellos hasta me ayudaron a conseguir la ciudadanía argentina, lo que me pone muy orgullosa", cuenta Lea, cuyo padre es estadounidense con ascendencia mexicana.
"El trabajo que hice en RACI, junto con mis estudios en la UCA y en IES, me hicieron ver a la Argentina desde otro punto de vista", continúa. "Me recibí de Santa Clara University con títulos en comunicación, español y estudios internacionales. Gracias a ello, había estudiado bastante sobre Latinoamérica, pero una cosa es estudiar y otra realmente vivir la historia. Me tocó estar en Argentina justo en medio de las elecciones presidenciales, una crisis económica y crecientes niveles de pobreza. Cuando llegué en julio, el dólar estaba a 45 pesos. Para diciembre, ya estaba a 67. Ahora ni quiero saber a cuánto está…"
Por qué tardan en traer la cuenta y otras costumbres
Entre sus estudios y su trabajo como pasante, Lea no desaprovechó ningún fin de semana para recorrer el país y visitar a su familia en Corrientes. En el camino, no dejaron de maravillarla aquellas costumbres que la habían impactado desde niña.
"El hábito de tomar mate o tereré siempre me llamó mucho la atención. La idea de compartir algo con amigos, con familia, ¡hasta con desconocidos! es un ritual social que me fascina. En California uno tiene que salir y hacer algo para juntarse con amigos. No existe eso de reunirse a tomar mate, un té o un cafecito a la tarde solo para charlar. Me encanta tanto, que volví con mi propio mate para compartir el ritual con mis amigas en la universidad en Santa Clara".
"También me sorprendió que el argentino no tiene miedo de acercarse al otro para abrazarse y besarse. En comparación, los yankees somos fríos, nos damos la mano como mucho y, a veces, ni eso", asegura. "¡Y la comida! La calidad es mucho mejor de la que tenemos masivamente en los Estados Unidos, donde le agregan demasiados preservativos y aditivos, hormonas a los animales, y OMGs al cultivo; en suelo norteamericano se valora más la cantidad que la calidad. Todo se produce en grandes volúmenes, haciendo que bajen los estándares de producción. Yo soy celíaca y sinceramente fue una maravilla estar en Argentina y poder salir a comer sin problemas. En Estados Unidos se complica mucho por las trazas en las comidas. Y me encanta que, en el interior de la Argentina, se acostumbra comer directamente de lo que se produce en las comunidades locales. Se me hace que por eso los argentinos aprecian mucho más lo que llega a la mesa y hacen del momento un largo ritual: respetan a la comida".
"Sin embargo, lo que más me gusta es el ritmo de vida, totalmente opuesto a mi país natal. En los Estados Unidos la gente come rápido, habla rápido, anda de aquí para allá, no para. Ni siquiera paramos para tomar un café con el desayuno; uno se lo lleva y lo toma en el auto o inclusive caminando. Todo es to-go, porque ¿para qué perder el tiempo comiendo?", ríe. "Al principio, hasta me enojaba que los mozos tardaran en traerme la cuenta. Después me di cuenta de que no era por pereza, sino para darme el espacio y el tiempo necesario para terminar no solo mi comida sino mis conversaciones. En Estados Unidos el mozo te la trae casi en medio de la comida, te dice `sin apuro´, pero uno ya sabe que significa que hay que irse pronto para dar lugar a más clientes, lo que se traduce en más dinero para el restaurante. No está bien visto quedarse haciendo sobremesa por horas, como es en Argentina", reflexiona.
Así, el semestre concluyó y la tristeza de Lea fui infinita. Había extrañado a su familia, pero en tan solo seis meses había construido una vida en Argentina y no quería dejarla atrás. Hoy, desde su rincón californiano, la joven imagina su regreso definitivo suspendido por la pandemia, pero que aún espera concretar este año: "Solo pude probar un bocadito de la vida que siempre soñé y quiero regresar por todo lo que quiero".
Productividad, identidad y salir del esquema "cuánto más tengo, más quiero"
Luego de su experiencia, Lea denominó a su tesis de graduación Eligiendo la felicidad. La joven es consciente de que a Estados Unidos se lo reconoce por ser la tierra de las oportunidades, sin embargo, considera que los habitantes de su país de origen muchas veces se obsesionan y enloquecen en el camino para alcanzar aquel sueño.
"La tasa de suicidios (inclusive en adolescentes que se sienten abrumados por la presión de las demandas académicas), y las muertes en masa revelan el lado oscuro de la vida en los Estados Unidos, que contrasta con la imagen superior de riqueza, prosperidad, vida fácil, fama y seguridad que se transmite al resto del mundo".
"Sin lugar a dudas acá, económicamente, nos va mucho mejor que en Argentina, pero la parte económica no es el único marcador de una buena calidad de vida. En Estados Unidos tenemos un sistema de salud pública con fines de lucro, existe la brutalidad policial y el racismo ha resurgido en ciertos sectores. Existe la pobreza, la falta de vivienda, la desigualdad. Existen centros de detención de inmigrantes (donde separan a los niños de sus padres). Existe la deuda de cientos de miles de dólares que nos paraliza. Con todo esto quiero decir que, a pesar de las muchas cosas materiales que tenemos, noto a la gente infeliz, estresada, aislada, con una constante presión por sobrevivir. Cada día trabajando más y más duro y nunca es suficiente, porque cuanto uno más tiene más quiere".
"En Argentina siento que es diferente. Mucha gente sufre profundamente y no quiero minimizar sus padecimientos, pero, a la vez, veo que las personas siguen adelante con un ánimo inaudito para un estadounidense, sin sacrificar las relaciones personales con amigos y familia. Puede ser que no sean ricos, pero saben cómo pasarla bien. La gente baila, se junta porque sí, se reúnen en familia los domingos para compartir un buen asado, se visitan simplemente para charlar. No todo se trata de la productividad, de trabajar sin parar. Aunque los puestos de trabajo sí forman parte de la identidad de un individuo, no es lo único que nos define. En la tierra de mi madre la gente se identifica con sus raíces, con su apellido, sus familiares, sus barrios, sus pueblos. Los argentinos conocen a sus vecinos, saben sus nombres, se saludan en las calles. Tal vez no sea así en todo el país, pero es lo que vi toda mi infancia y adolescencia en mis estadías en Corrientes, y en los varios viajes por el interior".
La locura de querer ser feliz y un círculo que se cierra
A pesar de la incertidumbre acerca de su futuro económico, Lea no tiene dudas: apenas sea posible volverá a la Argentina y se quedará a vivir. En un comienzo, su familia, desconcertada, lo creyó una locura. Sin embargo, hoy comprenden y, ante todo, desean que sea feliz.
"Ahora les queda claro que soy más yo en Argentina", afirma complacida. "El país me enseñó a desacelerar, bajar un cambio, ¡o tres!, a vivir con pasión, ¡disfrutar de la vida! En Argentina aprendí a bailar con el alma, a reír -no simplemente sonreír, a vivir en comunidad y hacerme sentir agradecida por la vida que tengo", concluye con una gran sonrisa la mujer que invirtió los roles con su madre.
Los círculos se cierran. Treinta años después, la Argentina espera.
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Argentina Inesperada es una sección que propone ahondar en los motivos y sentimientos de aquellos extranjeros que eligieron suelo argentino para vivir. Si querés compartir tu experiencia podés escribir a argentinainesperada@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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