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La esquina de Balcarce y Estados Unidos, en pleno barrio de San Telmo, es histórica: marca el punto exacto donde Don Juan De Garay, allá por el año 1580, indicó el inicio de la ciudad de Buenos Aires, entonces al borde de la barranca junto al Río de la Plata. Una placa en la fachada señala que allí, precisamente, se encuentra el vértice S.E del tejido urbano en la época de su fundación. “Es sorprendente, pero justo aquí empezaba la ciudad”, afirma Samuel Luque, desde aquella icónica ochava que aún conserva sus calles adoquinadas.
Hoy, en esta antigua casona funciona Café Rivas, uno de los bares preferidos de los turistas y parroquianos del barrio. “Si pasan por la puerta es inevitable que se saquen fotografías junto al reloj colgante y la enredadera de la Santa Rita con flores violetas. De hecho, en más de una oportunidad han sucedido propuestas románticas de noviazgos hasta incluso de casamientos. Tiene algo mágico. Cuando la vi por primera vez me enamoré”, dice el emprendedor gastronómico que actualmente está al frente de este bistró con aires parisinos.
El cálido sol se cuela por los amplios ventanales de madera. La tarde invernal está calurosa, la temperatura parece primaveral. En las mesas bajas con cómodos sillones de la vereda, protegidas bajo el toldo rayado rojo y blanco, una vecina disfruta de su café acompañada de sus dos perros.
Mientras ella lee las noticias desde su celular, sus mascotas observan detenidamente a cada transeúnte que pasa por la zona. A simple vista se percibe que son habitués. Al traspasar la antiquísima puerta del bar, uno enseguida viaja en el tiempo a la Belle Époque: con su boiseries, pisos de madera y la barra de mármol de Carrara con altos taburetes. Complementan el salón mesas con sillas, un alargado sillón de pana púrpura y las distinguidas lámparas de cristal y bronce. Además, cuenta con un entrepiso con barandas con esterillas y mesitas. Allí, todos los jueves por la noche, se ubica la banda de jazz para sorprender a los comensales con su música en vivo.
Previo a transformarse en Rivas, en esta centenaria casona, situada en Estados Unidos 302, hubo diferentes emprendimientos. En una época aquí funcionó el conocido café concert “El Nacional”. Dicen que uno de sus dueños era saxofonista y que sus salones se han presentado grandes figuras del rock nacional, entre ellos, Charly García y Fito Páez. “Me han contado que tocaban acá en el primer piso para 20 personas y amigos de la casa”, cuenta Luque, ubicado en una de las mesas frente a la gran barra. Años más tarde, la esquina se transformó en un bar llamado “Los Loros” y luego mutó a una pizzería. Recién a fines de la década del 60 se transformó en café. “Abrió sus puertas en 1967. Hace aproximadamente cinco años le han hecho la última reforma y ahí adquirió su identidad definitiva”, cuenta Samuel, quien desde febrero de 2023, junto a otro socio, se hizo cargo del negocio.
Cuenta que antes él era un cliente habitual y que solía pasar a beber Gin tonic o Negroni en la barra. “Venía siempre porque me gustaba su estética, música y coctelería. Cuando me surgió la oportunidad de tomar las riendas del emprendimiento gastronómico, no lo dudé. Mi idea es mantener toda su estética igual porque me parece maravillosa, pero le busqué una vuelta a la propuesta gastronómica. En el último tiempo incluímos más variedad de platos”, adelanta.
Para Samuel el bar tiene una mística especial. “Es un lugar bien porteño”, asegura y en esa línea armó un menú especial con clásicos argentinos reversionados y también guiños a diferentes sabores del mundo: de Francia, España e Italia. De hecho, la carta viene presentada con un lindísimo diseño Art Nouveau.
Para comenzar la gran estrella de la casa son los buñuelos de espinaca con Llajua y limón. “Tienen un montón de parmesano, ralladura de limón, sal, pimienta y nuez moscada”, detalla uno de los camareros. Otra de las nuevas incorporaciones es la tortilla con chistorra, que suele salir bien babé; y el revuelto de gramajo con huevos de campo, que trae arvejas, jamón y una lluvia de ciboulette.
Para los fanáticos de los pescados, ofrecen chipirones y gambas con pirerrada (con pimientos, cebolla y tomate) y puré amarillo; y los langostinos Patagónicos envueltos en panceta. Dentro de los principales, pican en punta la milanesa de bife de chorizo con papas triple cocción y salsa romesco y el risotto de hongos con camembert y pesto. Además, hay variedad de pastas artesanales: desde sorrentinos caprese, ñoquis romanos con vegetales, pasando por lasaña a la boloñesa. De postre, el protagonista es el flan mixto casero y la tarantela.
Los fines de semana un clásico del Rivas es el brunch. Por las mesas desfilan los café con leche y tostones con huevos benedictinos con palta, salmón ahumado y salsa holandesa o con guacamole, jamón crudo, huevo mollet y tomates secos. También cuenta con variada pastelería: cheese cake de frutos rojos, torta Matilde con chocolate y el suave bizcochuelo relleno con frutos rojos y bañada en chocolate blanco.
Mientras cae la tarde, detrás de la barra el bartender prepara un “Niño Guapo” un cóctel a base de vodka, ron dorado, naranja, cordial de ananá y limón. El salón ya está preparado para el show de jazz de la noche. En la esquina varios turistas le toman fotografías al reloj y a la Santa Rita. Les quedará para siempre una postal de San Telmo.
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