El tiempo no reflejó su importancia en las luchas de la independencia, pero en tiempos de Güemes demostró su heroísmo y estrategia
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En nuestros tiempos si alguien dijera “soy espía” seguro nuestra mente imaginaría el estereotipo al que estamos acostumbrados: un súper agente secreto con tecnología y aparatos extravagantes. Pero contextualizar a este espía a principios del siglo XIX, en el norte argentino y mujer ya no sería tan fácil esa concepción, pero debería. María Loreto Sánchez Peón fue la primera espía argentina, algo así como una “James Bond” de su época.
El plan maestro del ejército invisible
Tras vencer en Vilcapugio y Ayohuma los españoles ocuparon la ciudad de Salta, para entonces, las damas de la alta sociedad, en una actitud noble y heroica, se pusieron enseguida bajo las órdenes de Güemes formando un ejército invisible -imposible de detectar- que hacía de las suyas a favor de la causa patriótica y de la liberación. Establecieron una insospechada red de espionaje que hizo estragos entre las tropas realistas.
María Loreto Sánchez de Peón, pese a ser una reconocida dama salteña, tenía una mirada revolucionaria y una mente estratega. Creó una red con sus hijos pequeños y sus criados para espiar al enemigo realista e informar a los patriotas qué sucedía. ¿Su ventaja?: aprovechar la sociabilidad y afición a las fiestas que la caracterizaba, el encubrimiento ideal. Con tal fin, recorría grandes distancias montada en su caballo para llevar información sobre el accionar de los enemigos, datos que ponía –astutamente- en el ruedo de su pollera.
Sin embargo, conseguir aquella información no era fácil. Entrar a las fortalezas enemigas era el objetivo primordial, y para lograrlo Loreto no limitaba su ingenio: tomaba un carbón con el cual pintaba su rostro para ocultar y endurecer sus rasgos y en los momentos en que los oficiales realistas pasaban lista, ella, que portaba un choclo y dos bolsas, una a cada lado, escuchaba de manera sigilosa e iba desgranando el maíz según un código establecido: por cada soldado presente, doña Loreto depositaba un grano en una bolsa, y por cada soldado ausente, los volcaba en la otra bolsa.
De tal forma, cuando finalizaba la jornada de trabajo, nuestra heroína depositaba diversos mensajes en el hueco de un árbol a orillas del río Arias, donde las mujeres que bajaban a fregar la ropa los agarraban y ocultaban entre sus telas, todos ellos destinados al jefe del ejército patriota, colaborador de Martín Miguel de Güemes. En ese mismo árbol, María Loreto Sánchez Peón retiraba los mensajes que le llegaban a ella, seguramente con directivas venidas desde Salta. El rol cumplido por María Loreto le facilitó a Güemes, en más de una ocasión, el saber con exactitud la cantidad de soldados enemigos que en determinadas batallas iban a pelear.
El general del ejército español, Pezuela, informaría al virrey del Perú en una comunicación interceptada por los patriotas que: “Los gauchos nos hacen casi con impunidad una guerra lenta pero fatigosa y perjudicial. A todo esto, se agrega otra no menos perjudicial que es la de ser avisados por horas de nuestros movimientos y proyectos por medio de los habitantes de estas estancias y principalmente de las mujeres, cada una de ellas es una espía vigilante y puntual para transmitir las ocurrencias más diminutas de éste Ejército.”
La jefa de inteligencia que murió en el olvido
En 1817 doña Loreto se entera en una fiesta, y por boca de un oficial realista que estaba perdidamente enamorado de ella, que el general La Serna intentaría invadir suelo patrio entrando por el Valle Calchaquí, y para que no haya oponente alguno, el mencionado general organizaría un evento festivo en el poblado. Gracias a la rapidez con que actuó “la María”, quien dio aviso a las tropas criollas sobre la pronta expedición española, se organizó la defensa y se la pudo vencer.
María creo una red de espionaje continental llamada “Bomberas”, compuestas por mujeres de distintas clases sociales entre quienes se destacaron Juana Moro de López, Petrona Arias y Juana Torino. Pasó a ser la jefa de inteligencia de la vanguardia del ejercito del norte.
Los realistas entraron en sospechas de las actividades de las damas salteñas y comenzaron a vigilarlas. Así es como pasó doña Loreto la experiencia de estar presa en el Cabildo, mientras su esposo estaba en Guachipas y partía hacía allí la expedición realista. Las “Bomberas” inmediatamente se organizaron para dar aviso. Más allá de su estatus social, su firme convicción por la causa patria no le permitió flaquezas efectuando actos increíbles para la época y sobre todo para su aparente rol: una delicada dama de la alta sociedad. Su pasión trascendió a sus hijos que continuaron con su ejemplo: el teniente general Eustaquio Frías y Pedro José Frías Sánchez fueron figuras destacadas en la lucha por la independencia.
En los próximos años, mientras el país se sumergía en dolorosas guerras civiles, doña María vivió todo el drama argentino posterior inmersa en el silencio más absoluto, ignorada y pobre. A pesar de sus hazañas inolvidables, sus esfuerzos no le merecieron más que una mísera pensión. Pese a todo y hasta su muerte, a los 93 años, lució en el peinado moños con los colores de la patria.
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