Viajamos a Barreal, en la provincia de San Juan, para conocer la finca de la decoradora Ana Azzano, un paraje mágico en el corazón del Valle de Calingasta
En un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo viajamos a uno de los tantos lugares increíbles de nuestra patria y volvemos a visitar la espectacular finca de la diseñadora de interiores Ana Azzano, quien encontró su hogar natural en el remoto pueblito de Barreal, San Juan, envuelto por los Andes y las Sierras del Tontal.
La casa está íntegramente construida con ladrillos de adobe hechos en la finca durante el verano, y a antigua usanza, con moldes de cobre, tierra, viruta y agua, todo secado al sol.
Ana sumó a la tradicional arquitectura de la zona una dosis justa de estilo personal, que tiene en su fórmula mucho de admiración por el estilo Santa Fe de Baja California. De ahí la inspiración para las columnas de madera traída de Mendoza con capiteles diseñados por ella misma y realizados por el restaurador Alberto Ledesma. "Soy una gran admiradora de Georgia O’Keefe, su obra y su vida en el desierto: por eso la cabeza de vaca sobre la chimenea", agrega.
"Las columnas de madera, además de sostener las dos aguas, satisfacen una necesidad de simetría que para mí es esencial en la decoración".
"Armé un gran living dividido en un lugar de estar con la vista a la cordillera y otro rincón más pequeño al lado a la chimenea". Otro factor esencial para ella son las bibliotecas: "Nunca debieran faltar, son el alma de una casa". Así se idearon nichos de material que luego se completaron con estantes decapados de blanco (Alberto Ledesma para La Campiña).
Otra característica del lugar son los pisos de ladrillo: económicos, dan un toque rústico y cálido, y tienen fácil mantenimiento. Las texturas nobles hechas por manos artesanales de la zona también son una constante.
Carlos Gómez Centurión, reconocido artista y arquitecto sanjuanino, pasó veinte días en la cordillera pintando a 4000 metros de altura. Este cóndor surgió de esa expedición
"El espesor del adobe permitió colocar las ventanas en el filo exterior con un marco que, en los lados, está inclinado para darle mayor perspectiva de fuga a las vistas exteriores".
"La mesa que marca la isla de la cocina es lo primero que compré para esta casa y quise que todo pasara a su alrededor", cuenta Ana. Sobre ella, lámparas con pantalla de hierro (Paul French Gallery). La mesada está revestida con azulejos blancos y tiene una alzada terminada en picos, un sello distintivo en los trabajos de la diseñadora.
Las sillas vienen del Puerto de Frutos del Tigre, mientras que la mesa es otro de los trabajos del restaurador Alberto Ledesma. En ella, textiles traídos de viajes que Ana convierte en manteles o individuales; servilletas de lino y platos blancos.
El nicho de material sobre la cama enmarca una talla del Sagrado Corazón comprada durante un viaje: "Me gusta hacer calar algún nicho en las paredes porque generan un quiebre, brindan apoyo, marcan áreas y potencian un juego de planos y de sombras sutiles, pero muy atractivos".
"Elegí el blanco y negro porque que me encanta su contraste". A ello le agregó un toque personal: se animó a combinar dos tramas y a revestir con una de ellas el muerete de la bañadera y el cuadro de la ducha con terminación escalonada.
Afuera puede azotar el viento, pero, en el interior, el espesor de los muros de adobe y los techos con madera y rollizo de caña propician una acústica y un clima ideal: receta mágica para el buen descanso.
"Entre el paisaje, el aire de montaña y el silencio de las noches barrealinas es difícil no inspirarse y escribir para uno o para los demás. Esa es la razón de este escritorio. La máquina de escribir está lista para quien quiera usarla. Nunca es tarde para empezar una carrera de escritura".
"Me gusta el ‘azul azulejo’ porque es un color frío que contrasta divinamente con la calidez del adobe".
"Durante la obra, le pedí al constructor que reforzara una parte del techo para poder subir a ver las estrellas. Los cielos nocturnos aquí son únicos: hay gente que viaja especialmente para tener la experiencia de contemplarlos".
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