Los arquitectos al frente de AB Estudio levantaron su casa en un lote verde del Bajo de Beccar. Con una mirada responsable, asumieron criterios de eficiencia en su diseño, construcción y uso cotidiano
Donde hoy tienen su casa, había una deteriorada construcción de 1937, tapada por la vegetación imparable de la ribera. Tentados por una idea ambiciosa, la demolieron para empezar de cero. O casi: reservaron los materiales de obra originales para darle forma a una arquitectura consciente que se adapta a su filosofía de vida. Porque para Sofía Arzani y Santiago Boffi, dueños de AB Estudio, la sustentabilidad es un hábito: “Vivimos tranquilos con menos cosas, maximizando recursos e intentando que nuestras acciones diarias tengan el menor impacto en el medio ambiente”. Con esa actitud, construyeron una vivienda de perfil austero, que combina buen diseño y funcionalidad en ambientes libres e integrados. El proceso constructivo usó escombros de obra para rellenar el jardín, madera del viejo techo para los revestimientos y aberturas originales para los muebles de diseño propio. Por si fuera poco, la casa tiene doble vidriado hermético como aislante térmico, recupera el agua de lluvia y tiene un techo vivo que está preparado para futuros conectores solares y celdas fotovoltaicas. Es el lugar también del compost casero: “Nada de materia orgánica sale a la calle”. Todo se aprovecha para hacer la diferencia.
- La casa se desarrolla en tres plantas dentro de un lote longitudinal de 12,30x5,4m. Desde la calle se puede acceder a la planta baja o al nivel intermedio.
- El área social se resolvió como una planta libre, con fluidez de espacio y ventilación cruzada. La claraboya ilumina cenitalmente el sector.
- Los dormitorios se diseñaron en el tercer nivel: los cuartos de los chicos miran al jardín y el principal tiene una barrera verde en el balcón que aísla los ruidos de la calle.
- En la cubierta, el techo vivo se preparó con una membrana aislante (Sika), un manto drenante (Maccaferri Argentina), un retentor de agua, turba y compost. En palabras de sus dueños, no requiere mantenimiento y desarrolla su ciclo natural. Ahí también hacen pruebas sobre la vegetación que tolera un clima de mucho viento y sol perpetuo.
- El garaje tiene un tanque de 6 mil litros que recupera el agua de lluvia para riego e inodoros. Las canillas de agua corriente se utilizan para bañarse y cocinar. “Tratamos de usarlas lo menos posible”.
Texto: Soledad Avaca Cuenca
Javier Csecs y Violeta Quesada