Con gastos casi nulos y el arte de darse maña, la aficionada a la decoración Gabriela Rombulá le dio completamente otra cara a su casita de Adrogué
A penas uno hace clic en www.laflorindadeco.blogspot.com.ar lo asalta una bocanada de aire fresco, un cierto romanticismo que exuda la pantalla. En dos minutos queda claro qué cosas le gustan a Gabriela Rombulá, de profesión paisajista pero decoradora aficionada: las flores, los tonos pastel, la exaltación de los detalles amorosos.
Es esta misma línea la que Gabi siguió en la ambientación de su casa en Adrogué. "La idea de mudarme a una casa fuera de la Capital me venía dando vueltas hace rato: tenía la necesidad de contar con más espacio para trabajar tranquila, de tener un patio, un jardín y ¡un perro! Fui a ver varias hasta que di con ésta. Enseguida me gustó, porque es súper luminosa y todos los ambientes dan al verde."
Por otro lado, buscaba algo que no necesitara grandes cambios, una casa donde pudiera poner a prueba aquello que mejor sabe hacer: transformar. "Los ambientes tienen una coherencia en los colores (predominio del blanco, tonos pasteles), e intenté darles un estilo campestre con toques franceses. La mayoría de los objetos y muebles vienen conmigo de mi departamento anterior, pero para hacer más evidente el cambio, a muchos los pinté de otro tono."
Además de ser su vivienda, en esta casa funciona el showroom de La Florinda, su marca de objetos y muebles reciclados. Y acá también dicta talleres de técnicas decorativas. "La idea surgió no bien me mudé: tenía el lugar ideal para hacerlo y las ganas de transmitir lo que aprendí. Los talleres son jornadas de un día: además de enseñar distintas técnicas, es una linda ocasión para compartir una tarde entre mujeres."
Producción: Alejandro Altamira | Texto: Carmen Güiraldes.
LA NACION