Patricia Wouters se mudó a Noruega en el 2002, después de mantener una relación a distancia durante casi tres años y tras la llegada de su hija, Sara, al mundo. Dejar su tierra le resultó sumamente difícil, no solo por todo lo que implicaba volver a empezar con una beba recién nacida en un país tan diferente, sino porque sus otras dos hijas – ya adolescentes y de un matrimonio anterior - se quedarían con su padre en Argentina.
En su lugar de origen, Mendoza, Patricia trabajaba como profesora de Comunicación Social en colegios secundarios, mientras que su pareja tenía un buen puesto en una empresa multinacional de Kongsberg, Noruega. La posibilidad para él de conseguir un trabajo similar en Argentina era prácticamente inexistente, por lo que la mejor opción era que ella se fuera a vivir a Escandinavia. Partir fue duro, pero estaba convencida de que hacía lo correcto; el tiempo le demostró que no estaba equivocada. Gracias a su decisión, ella asegura que sus hijas tuvieron posibilidades de crecimiento personal y cultural a las que no habrían accedido si no hubiese emigrado: estudios en Noruega, viajes, idiomas, oportunidades laborales, amistades de diversas partes del planeta y tanto más.
A pesar de poseer un título universitario, contar con un máster en Comunicación Corporativa e Institucional y estudios de filosofía en la Universidad de Oxford, encontrar un empleo en el país nórdico no fue sencillo. Luego de varios años de trabajos temporarios su tenacidad le abrió las puertas a un puesto fijo, justo para la época en la que había comenzado a adaptarse a un clima que puede llegar a ser muy crudo y a una comunidad que ella siente especial en relación a las palabras: "Para los noruegos tienen un valor matemático, no las derrochan. Las escuchan con extrema atención y cuando les toca el turno de hablar van derecho al punto, sin rodeos ni preámbulos. Hablan poco y bajo, les encanta el silencio, gustan de los colores, sabores y olores neutros, y se sienten muy incómodos con la ostentación de cualquier tipo. Es una cultura de `bajo contexto´, donde lo que importa es qué se dice, a diferencia de Latinoamérica, el sur de Europa y países africanos, que son culturas de `alto contexto´ en donde pesa más quién lo dice y cómo lo dice, que lo que se dice", argumenta al respecto Patricia, que se encuentra finalizando un libro acerca de la cultura escandinava y es autora de una obra sobre filosofía estoica.
Casi dieciocho primaveras han pasado desde su partida, tiempos en los cuales la mujer de 52 años tuvo que enfrentar numerosos desafíos, pero en los que jamás imaginó a un mundo atravesado por las circunstancias actuales, golpeado por una pandemia que cada nación enfrenta de diversos modos. Y, sin embargo, aun a pesar del escenario evidente, Patricia siente que se halla frente a una sociedad muy minimalista en gestos y expresiones faciales y en donde, hasta hoy, le resulta muy complejo interpretar lo que piensan o sienten.
Residente en un país con un total de 8152 contagios registrados hasta el 12 de mayo del 2020 - 228 fallecidos, 32 recuperados y una tasa de mortalidad del 2,8%-, y en una entrevista para LA NACIÓN , Patricia Wouters comparte sus impresiones acerca de vivir en Noruega en tiempos de coronavirus.
-¿Qué opinás de las medidas específicas que se implementaron en Noruega y cómo ha respondido el ciudadano?
Noruega fue uno de los primeros países europeos en reaccionar con medidas drásticas ante la epidemia. Mientras los demás países se mostraban más o menos reacios a aplicar medidas demasiado severas, Noruega impuso normas bastante duras en la fase temprana de la pandemia. Eso fue acertado. La primera ministra anunció el 12 de marzo el cierre de guarderías, escuelas primarias, secundarias, y universidades del país. También se ordenó el cierre inmediato de peluquerías, gimnasios y piscinas y se prohibió la celebración de eventos culturales y deportivos. Todos los establecimientos del sector hotelero tuvieron que parar su actividad, incluidos bares, pubs, y restaurants y se impuso el teletrabajo para casi todas las empresas y organismos públicos.
Ahora, nunca hubo confinamiento total o "lockdown". Siempre tuvimos libertad para circular, hacer ejercicio al aire libre, visitar amigos y familiares. El gobierno dio una serie de recomendaciones a seguir, y dejó en manos de cada persona la última decisión sobre cómo comportarse.
Basándome en las cifras, creo que el método que empleó Noruega fue bastante exitoso: al aplicar medidas severas, pero no extremas, los números de la pandemia no han sido, hasta el momento, tan terribles como en otros países de Europa.
A partir de las dos últimas semanas de abril se comenzaron a normalizar las actividades de a poco: algunos niveles escolares, una parte del sector gastronómico y retorno gradual al lugar físico de trabajo. Sin embargo, todavía estamos lejos de volver a la normalidad pre-coronavirus.
-En relación a la actividad laboral, ¿cómo han impactado las medidas en la atmósfera cotidiana de tu comunidad?
El impacto de la pandemia ha sido fuerte, sobre todo para un país como este, que no está acostumbrado a cimbronazos imprevistos. Los sectores más golpeados fueron aquellos relacionados con el turismo (hotelería, restaurantes, etc), los servicios como peluquerías y gimnasios, y los comercios de venta al público. Una situación similar a la de la mayoría de los países afectados por el virus.
En general, se vive un clima de incertidumbre generalizada. En el plano familiar, a mi marido no le afectó directamente. La empresa para la que trabaja siguió operando más o menos con normalidad, pero, como en todos lados, se respira cierta inquietud ante lo que pueda pasar. Yo trabajo en una consultora en capacitación empresarial en Oslo y notamos que la actividad se redujo bastante.
De todas maneras, el Estado otorga ayuda social y el gobierno ha puesto en marcha varias medidas para mitigar los efectos de la pandemia en la economía. La idea es que los bancos e instituciones financieras otorguen préstamos a empresas en dificultades. Los préstamos serán garantizados por el Estado noruego. El marco de soporte estatal es de aproximadamente 20.000 millones de dólares. Ese dinero proviene mayormente del Fondo del Petróleo (en noruego: Oljefondet).
-¿Qué es el Fondo del Petróleo?
El Fondo Gubernamental de Petróleo del Estado noruego se estableció en 1996 y es el mayor fondo soberano del mundo. Se encarga de invertir los ingresos del gas y petróleo en el extranjero.
Con el descubrimiento en los años 60 de las enormes reservas de petróleo (es el séptimo a nivel mundial) y de gas natural (el tercero), Noruega pasó de ser un país bastante pobre a ser uno de los más ricos del mundo. Con la crisis del petróleo de 1973 los políticos noruegos empezaron a plantearse que sería bueno ir acumulando reservas financieras para poder hacer frente a las oscilaciones de los mercados de materias primas y para prepararse ante el futuro agotamiento de combustibles fósiles. Así nació la idea de crear un Fondo del Petróleo, una reserva para mitigar situaciones difíciles a futuro.
Por esa razón, hoy, ante una situación global excepcionalmente grave, Noruega tiene solidez y recursos suficientes para atemperar las consecuencias de la crisis. Sin embargo, eso no quiere decir que la pandemia no haya causado problemas serios. Varias empresas se vieron obligadas a reducir personal temporalmente, otras están viendo cómo sobrevivir. Por ejemplo, la aerolínea Norwegian atravesó una situación muy complicada y estuvo a punto de ir a la quiebra. La semana pasada, finalmente, lograron rescatarla con ayuda estatal.
-¿Cómo describirías el estado emocional que se vive allí?
Creo que el mayor impacto se produjo al principio, cuando el Gobierno decidió aplicar "las medidas más extremas desde la Segunda Guerra Mundial", como lo definió la primera ministra Erna Solberg. Fue un shock porque, como decía, los noruegos no tienen demasiada experiencia en esto de encontrarse de repente frente a situaciones imprevistas y cambios bruscos. Pero no tuvieron ningún problema en seguir al pie de la letra las recomendaciones del Gobierno relativas a mantenerse en casa y no salir si no es absolutamente necesario. La gran mayoría actuó y sigue actuando con sentido común y responsabilidad.
Hay una serie de factores culturales que explican esto, creo yo. Por un lado, la gente aquí está más acostumbrada que en otros países (Argentina, por ejemplo) a trabajar desde el hogar y a pasar más tiempo en casa con su familia. En parte por el clima, en parte porque la vida social aquí es menos intensa que allá. Tampoco hizo falta insistir demasiado en mantener la distancia social en los espacios públicos. En general las personas la mantienen por razones culturales: el contacto físico en las relaciones sociales no es tan frecuente ni tan cercano como lo es en otras culturas.
En lo personal, he aprovechado este tiempo de encierro para, además de trabajar, darles forma a proyectos personales y cultivar intereses. En conclusión, desde el punto de vista práctico el impacto ha sido profundo, pero, dentro de todo, llevadero. Ahora, el hecho de cambiar totalmente la forma de vida de un día para otro, y de ver y leer todo el día noticias sobre tanta gente que muere alrededor, en Europa y en el mundo, afecta en lo emocional. Pero los noruegos, fieles a su temperamento nórdico, toman las cosas con calma y expresan sus emociones de manera minimalista.
-En tu caso, ¿qué sentimientos te atraviesan en esta situación como argentina, lejos de tu tierra y tus seres queridos?
Para mí ha sido particularmente difícil. Desgraciadamente todo este tema del coronavirus apareció apenas unos pocos días después de atravesar en Argentina una situación familiar muy triste. Por suerte pudimos viajar para allá en Navidad con mi marido y Sara y pasar unos días con mi familia. Pero bueno, estos meses han sido y siguen siendo muy duros.
Nadie sabe cómo va a seguir todo esto, ni cuándo vamos a poder viajar. Mi hija mayor, Victoria, vive en Córdoba y mi otra hija, Marianela, en Nueva Zelanda, por lo que toda esta situación de los viajes me afecta de manera especial. Pero bueno, a pesar de todo intento mantener un espíritu optimista.
A propósito, se me viene a la mente un proverbio escandinavo muy antiguo, de la época vikinga. El mensaje es muy simple, pero me parece especialmente valioso para estos tiempos que estamos viviendo. Dice así: "Por más larga que sea la noche, siempre amanece".
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