"Si logro reproducir estos videos tengo oro en mis manos", pensó esa mañana María Luz Giambastiani mientras buscaba unas fotos familiares en una computadora vieja que había desempolvado de un armario para rescatar aquellas imágenes. No recordaba la clave para acceder a aquellas preciadas carpetas que alguna vez habían formado parte de su rutina laboral. Pero se arriesgó y con eso su vida se reseteó.
Sus días habían transcurrido de forma habitual hasta ese 19 de marzo en que se decretó la cuarentena obligatoria en toda la Argentina. Todos los días iba a trabajar a su consultorio de Osteopatía en el barrio de Belgrano, salía a correr cinco veces por semana, iba al gimnasio, se encontraba con amigos...."Cuando me vi privada de salir a correr, busqué maneras de hacer entrenamientos que me generaran las endorfinas y el bienestar que encuentro habitualmente en esa actividad. Pero nada era comparable al running. Hasta que, mientras buscaba unas fotos familiares en una computadora en desuso, me topé con unas coreografías de Body Attack, un programa de entrenamiento aeróbico, intervalado, de alta intensidad, que combina movimientos atléticos con ejercicios de fuerza y resistencia y que yo conocía bien por mi pasado como profesora de educación física. Si lograba reproducirlos, iba a ser un gran día, fue todo lo que pensé, explica María Luz Giambastiani, Licenciada en Terapia Física y Osteópata.
Desde su infancia había estado en contacto con el deporte. Su papá, médico y referente en su vida, le había transmitido su pasión por el cuidado del cuerpo y la salud. Y, si bien una carrera universitaria vinculada a ese área había formado parte de un posible futuro, cuando llegó el momento de decidir, su opción fue hacia otro lado. "Cuando estaba cursando 6° año del secundario para entrar directo al primer año de la facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aire -hice la secundaria en el Colegio Nacional Buenos Aires, que depende de la UBA, y al hacer 6°, no tenía que hacer CBC en ese momento-, decidí que no iba a hacer Medicina, sino que quería estudiar el Profesorado de Educación Física".
Había vivido con mucha presión su paso por el colegio. Y, para su personalidad exigente, ese no había resultado un buen combo."La decisión fue casi repentina. Me di cuenta que no quería seguir pasando diez años de mi vida estudiando con el nivel de exigencia que venía teniendo. En ese momento, mi única certeza era que amaba hacer deporte. Así fue como empezó mi carrera".
Poner el cuerpo
Los años de estudios pronto dieron sus frutos. Al Profesorado siguió el instructorado en fitness en la Escuela Rectora de Aeróbica. Allí conoció a Gabriela Retamar, directora de la escuela e ícono del fitness mundial. "Ella fue un gran referente para mi y quien me abrió las puertas para hacer las clases que, en ese momento, eran nuevas en el país y estaban revolucionando el fitness: las clases pre-coregrafiadas de Body Attack, Body Combat, Body Pump". Comercializadas por la cadena Les Mills, las clases no tardaron en hacerse populares entre los argentinos y, con el paso del tiempo, María Luz terminó trabajando para esa empresa como entrenadora y formadora de los instructores que quisieran dar ese tipo de programas de entrenamiento.
"La de Body Attack siempre fue la clase que yo más disfrutaba dar. Se generaba una energía tan linda, la pasábamos tan bien que para mí nunca fue un sacrificio ir a trabajar, al contrario, era un privilegio. Sin embargo, en esa época tenía a mi cargo seis clases por día, viajaba con la empresa dando módulos de entrenamientos para instructores los fines de semana, o los tenía que dar en Buenos Aires. Mis fines de semana eran o de trabajo o de estudio. No paraba, descansaba poco, estaba realmente agotada".
Hasta que una mañana su cuerpo dijo basta. Antes de salir de su casa, una sensación de angustia la invadió y paralizó. El llanto se apoderó de ella y entendió que algo le estaba pasando, aunque todavía no lograba distinguir qué. "Suspendí mi día de clases, suspendí mis actividades de la semana, los viajes que tenía pendientes y comprendí que si seguía así, sin parar, mi cuerpo iba a colapsar en breve. Ese ritmo era insostenible para mi y con el paso de los años, iba a ser peor".
Refugio mental
Entonces decidió empezar a estudiar Kinesiología. Mientras, para sostenerse económicamente, continuó con sus clases, aunque con otra frecuencia e intensidad. Dejó su trabajo como entrenadora de Les Mills, pero continuó dando las clases en gimnasios. En forma paralela comenzó a entrenar a algunos alumnos en forma personaliza porque necesitaba tener otro ingreso y, de a poco, fue cambiando clases de gimnasio por clases con particulares. De esa manera pudo pagar la facultad. Una vez más, con trabajo y esfuerzo, logró hacerse camino. Cuando estaba en segundo año de la facultad, obtuvo una beca otorgada por el centro de Kinesiología de Jorge Bombicino, una clínica con orientación muy deportiva. A cambio de la beca, tenía que hacer rotaciones ahí y esa posibilidad fue un gran aporte a su carrera. "En la clínica conocí a Martín Ungaretti, que es mi compañero y amigo desde hace casi diez años y fue con él, con quien comencé a trabajar como kinesióloga y decidí estudiar otros 5 años más, para obtener mi título de Osteópata". Con el tiempo fue armando su propio consultorio en el que atiende a Julieta Pink, Carla Czduznowsky, Pablo de León y muchos referentes del atletismo argentino como la corredora Mariela Ortiz, entre otros.
Un viejo amor
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Y fue gracias a la cuarentena que se reencontró con un viejo amor: el Body Attack. Y con ese hallazgo sus días cobraron otro sentido. Puertas adentro, con la música, la intensidad y la energía de la clase, logró entrenar como estaba precisando y encontrar eso que necesitaba, a falta de kilómetros recorridos sobre el asfalto.
"Un día, un poco motivada por ex alumnos que me escribían pidiéndome que diera clases de attack online, amigos que necesitaban moverse, pacientes que no querían quedarse quietos y la locura de mis amigos runners que necesitaban transpirar de alguna manera en sus casas, decidí compartir una clase, sin tener idea de lo que se podía llegar a generar. Y hoy me siento agradecida por la repercusión que tuvo: que me digan que los ayudé a salir del sillón, que la clase les roba sonrisas, que se vieron motivados a moverse nuevamente, o que los he podido ayudar a transpirar y que eso les cambia la energía…para mi el objetivo está más que cumplido".
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María Luz mantiene siempre su mirada optimista. "Cada uno sabrá qué cosas positivas le dio esta cuarentena. A mí, sin lugar a dudas, fue un regalo: poder dar mi aporte a la salud de todos aquellos que me abren las puertas de sus casas para entrenar conmigo, la posibilidad de reinventarme, de volver a mi etapa de profe que tanto disfruto, y de generar un intercambio hermoso de energía que tanto necesitamos en estos días difíciles".
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