Eusebio Guiñazú, Pato Albacete, Julio Farías y Manuel Carriza forjaron una entrañable amistad en sus años como fowards del seleccionado. Hoy, además, son socios en un proyecto vitivinícola que ya exporta sus primeras botellas a Francia
- 7 minutos de lectura'
La fundación de “2456″ tiene fecha cierta: la noche del 17 de agosto de 2013, en Sudáfrica, el día que los Pumas recibieron la paliza más estrepitosa en su historia. Fue contra los Springboks, el equipo local, en medio del Rugby Championship. La derrota fue contundente: 73-13. Esa noche, Eusebio Guiñazú, Patricio Albacete, Julio Farías y Manuel Carriza, que habían llorado sin pudor en el campo de juego, se encontraron en el lobby del Hotel Nelson Mandela Square para ahogar sus penas en una copa. Entre todas las opciones que ofrecía la barra del cinco estrellas, los cuatro eligieron malbec.
Aquella derrota, así como el vino que los acompañó esa noche, siguen intactos en la memoria de estos cracks del rugby, que casi 10 años después dieron forma, en el Valle de Uco, Mendoza, a su primer proyecto conjunto: “2456 wines”. El nombre del emprendimiento tiene una explicación lógica: 2, 4, 5 y 6 son los números de las camisetas que usaron en el seleccionado nacional. Esa misma secuencia la utilizaron también para nombrar el grupo de Whatsapp que los reúne.
El vínculo con el vino
Eusebio Guiñazú, mendocino de pura cepa, fue el ideólogo de este emprendimiento que vio la luz hace tres años, horas antes del debut de Los Pumas en el mundial de rugby de Japón 2019. En aquella oportunidad presentaron su primera botella en un bar porteño. Prometieron un lanzamiento con toda la pompa, entre vides, en Mendoza, pero quedó postergado por la pandemia del covid-19. Finalmente, el 5 de noviembre último, con el equipo completo, “2456 wines” presentó lo mejor de su producción: un espumante (de la mano del enólogo Pepe Reginato), un Blend 2019, un Malbec 2019 y un Malbec Gran Reserva 2018, de Gonzalo Mazzotta.
Manu Carriza, rosarino radicado en Biarritz, Francia, y unido a Euse desde la adolescencia -cuando compartieron la selección juvenil de rugby de Argentina, Los Pumitas- se remonta nuevamente a aquella inolvidable derrota en 2013: “Fue un disparador. Tras el quiebre con el seleccionado pensamos en el vino como una forma de continuar unidos, de mantener esta amistad evolucionada”, rememora el “número 6″.
En el proceso del lanzamiento de “2456″, fueron cosechando miles de anécdotas gratificantes. Más allá de haber retomado el contacto diario, lo que los llena de orgullo fue haber debutado vendiendo el producto en Francia, el país donde los cuatro jugaron durante años. “Creo que por algo suceden las cosas…Francia, que es muy especial para todos nosotros. Fue el primer país que nos compró el vino, incluso antes de comercializarlo en el mercado interno”, agrega Eusebio, el jugador “número 2″.
El reencuentro de los ex Pumas, días atrás, en Mendoza, fue memorable. Llevaban mucho tiempo sin verse las caras, trabajando por whatsapp. En el primer abrazo, revivieron antiguos festejos con el seleccionado argentino. Después, recorrieron los viñedos, recordaron viejos tiempos, se rieron de lo mismo que siempre y brindaron, por supuesto.
“El tiempo no había pasado, la confianza y el amor seguían intactos porque nos seguimos eligiendo como amigos y ahora, también, como socios”, acota Pato Albacete, el “número 5″, actualmente radicado en Buenos Aires tras una destacada carrera en Europa. E insiste: “Cuando la amistad es genuina, no hay forma de que las cosas fracasen. Hemos sufrido juntos el desarraigo, la conquista, la angustia y el dolor, además del exilio profesional. Y eso es un respaldo, por eso nos sentimos hermanos”.
Sobre su relación con el vino, Eusebio comenta: “Heredé la actividad vitivinícola de mi abuelo y de mi papá, que falleció imprevistamente en 2015. De repente, me encontré resolviendo temas que mi viejo había dejado pendientes. Fue allí cuando empecé a invitar a los chicos para que visitaran la provincia con la idea de invertir y desarrollar esta idea, siempre sobre la base de nuestra amistad”.
Su padre era comisionista de vino a granel y en Mendoza, un referente importante en el mercado de la uva. “En cambio, nosotros intentamos diversificarlo y abocarnos a los vinos finos, aunque la base estaba”, diferencia.
“Este producto –sintetiza- representa una historia de conquista, la de salir a los mares y luchar juntos, por eso la expusimos a través de los estandartes, es decir, nuestros números de camiseta que nos acompañaron durante toda la carrera”.
La sinergia no solo se evidenció en este proyecto, sino en varios otros, como la página web rugby.com.ar y Blue Rugby Travel, una experiencia de diseños de viajes de alto impacto.
Para Julio Farías, el mayor del grupo y quien se sumó al equipo en 2010 como el “número 6″, la sociedad comercial que conforman es el resultado de haber compartido habitaciones, giras, concentraciones y viajes. En definitiva, las alegrías y las derrotas que conlleva el deporte.
El tucumano, que tras brillar en Europa se radicó en sus pagos, evoca entre risas su incursión en Los Pumas, en 2010. En su primer concentración, en un hotel de Montpellier, le tocó compartir habitación con Albacete. “Era mi debut, había ingresado al seleccionado de grande, a los 32 años, y me encontré con un tipo serio, que no me hablaba y marcaba distancia. No fue fácil. Primero mantuvimos una relación de amor-odio hasta que aflojó y se destapó como un tierno”, recuerda.
Sin embargo, esa indiferencia se transformó en hermandad: “Defendimos la camiseta argentina en el mundo y eso hizo que la amistad trascendiera el deporte. Se consolidó en Europa, cuando nos enfrentábamos con nuestros clubes y cuando nos reuníamos para celebrar juntos Navidad o Año Nuevo. Cada vez que teníamos tiempo libre, fijábamos un punto de encuentro y hacia allá corríamos”.
La derrota de 2013 contra los Springboks marcó un punto de quiebre en la carrera de los cuatro. “Sentíamos una punzada en el corazón porque sabíamos que era el final. Estábamos en desacuerdo con muchas de las decisiones que se tomaban y ese sentimiento nos consolidó como grupo”, sostiene Julio.
Sus vidas después del retiro
Pato Albacete, que se inició en el club Manuel Belgrano de Buenos Aires y que partió a Francia a los 21, dice que le resulta gratificante haber apostado nuevamente a la Argentina tras vivir 16 años fuera del país.
Antes de emigrar, había empezado a cursar Administración de Empresas, carrera que terminó mientras jugaba en Francia. “Se lo había prometido a mi padre, no le podía fallar”, cuenta. Luego, hizo un máster de Marketing y Negocios Internacionales. “Fue una forma de tener herramientas para lo que se venía, porque el rugby tiene un principio y un fin. Creo que es una cualidad que tenemos los cuatro”, insiste.
Euse Guiñazú tiene base en Mendoza y, si bien está abocado a la industria del vino, ya puso en marcha varios proyectos individuales y grupales. “Mi cabeza no deja de generar ideas”, dice.
Manuel Carriza, que aprovechó el lanzamiento del vino para visitar a su familia en Rosario, descubrió en Biarritz una faceta emprendedora que desconocía. Está casado con Pilar, es papá de dos nenas y se dedica al café de especialidad en su local Lobita Café. “Mi mujer está abocada a la pastelería y yo, al café en un mercado enorme y variado, donde los clientes se acercan sin necesidad de ir a buscarlos. Biarritz es un destino de alta gama, una metrópolis turística por excelencia y la degustación de nuestros productos crece”, cuenta.
Julio Farías está de novio con Natalia y tiene tres hijas: Valentina, Anna Sophie y Joaquina. Cuando regresó a Tucumán, instaló una droguería, donde también vende insumos para sanatorios y centros médicos.
Temas
Más notas de Todo es historia
Más leídas de Lifestyle
Para considerar. El alimento que un cardiólogo recomendó no incluir jamás en el desayuno
Secreto de jardín. El fertilizante ideal para hacer crecer las plantas en tiempo récord: se prepara en casa y es barato
¿Es así? Qué personalidad tienen las personas que se bañan por la mañana
“Nunca dejó de ser un nazi”. La historia desconocida detrás de la detención de Erich Priebke: un pintor belga y una confesión inesperada