Inesperadamente, a Lola le descubrieron un tumor (ependimoma) en la médula espinal a la altura de la quinta cervical; pese a la dura rehabilitación el cáncer le permitió salir a la superficie más fuerte, agradecida y neutral.
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“Me llamo Carolina Lanusse. Tengo 50 años, un hijo maravilloso de 20. Estoy en pareja hace más de 15 años con el amor de mi vida, quien me bautizó como ´Lola´, previo a dos matrimonios y dos divorcios, uno de los cuales me regaló a Nico. No estudié en la universidad, pero hice la Universidad de la vida: me fui de mi casa muy chica, a los 17, y me dediqué al esquí. Incluso, hice doble temporada en Andorra en la década del 90 y Valle Nevado (Chile). Es un deporte que amo y aprendí de muy chica en mi amado pueblo San Martín de los Andes, donde mis padres eligieron mudarse en 1976, cuando era una pequeña aldea de montaña de 5000 habitantes”.
De esta manera elige presentarse Lola en su blog y se le iluminan los ojos cuando describe su vida como sinónimo de deporte, al aire libre, esquiando, haciendo mucho trekking. Sin dudas, se trata de una mujer que siempre fue muy activa, arriesgada, vital.
También podría comenzar a contar su historia cuando a los 18 años sufrió una caída muy fuerte en Las Leñas, que le dejó algunas secuelas y de a poco fue dándose cuenta de que el esquí no iba a ser para toda la vida.
O, por último, presentarse diciendo que es nieta de Alejandro Lanusse, expresidente de facto de la Argentina entre 1971 y 1973, al que se refiere como “una persona que parecía una cosa y era otra, que estaba serio y distante, pero no lo era. Demostraba afecto de otra manera, estaba habido de recibir amor. Tal vez, no sabía cómo pedirlo y en eso me siento muy identificada con él. Su orden y su disciplina, toda esa conducta que a mí me ayudó tanto para salir adelante, porque yo tenía que ser muy disciplinada en la rehabilitación y eso lo heredé ciento por ciento de su ADN. Era un hombre muy correcto, muy responsable y eso también creo que lo heredé. Era una persona maravillosa, solo que había que conocerlo en profundidad”.
“Era una bomba de tiempo”
Sin tener un solo síntoma y estando muy fuerte físicamente, en mayo de 2016 a Lola le encontraron un tumor (ependimoma) en la médula espinal a la altura de la quinta cervical. Fue un hallazgo, ya que nada indicaba lo que tenía en el lugar más sagrado del cuerpo humano, el canal de la vida, como le gusta llamarlo.
“Era una bomba de tiempo que si no la hubieran detectado, muy probablemente no estaría contando el cuento. A pesar del dolor físico y emocional que experimenté, más la rehabilitación que fue durísima, el tumor fue mi gran maestro. Estoy convencida que llegó a mi vida porque mi alma así lo pidió para venir a encontrarme con mis demonios, a bajar a las profundidades y oscuridades de mi ser para poder contactar con ellos y poder salir a la superficie más fuerte, más sana, más agradecida, más neutral”.
Sin embargo, Lola pasó momentos muy difíciles. Cuenta que era agotador mentalmente porque con la información recibida por los terapeutas que la asistían, ella realizaba un ejercicio mental visualizando lo que le indicaban. “Lo imaginaba a ojos cerrados para luego intentar hacerlo. Para dar un paso, por ejemplo, además de todo eso, tenía que mirar a los pies para darles la orden, sino los miraba no se movían. Y así con cada gesto o pequeño movimiento. Así como un bebé, necesitaba dormir y descansar porque todo me demandaba mucha energía física y mental”.
Su vida cambió 180 grados
En el proceso de rehabilitación, Lola aprendió de nuevo a caminar y para todo dependía de alguien: la bañaban, la peinaban, la vestían, se movilizaba en silla de ruedas y en una moto eléctrica para personas con discapacidad para subir y bajar escaleras. Además, tuvieron que adaptar el baño y la cama.
“Mi vida cambió completamente desde el momento en que hubo que adaptar físicamente algunas cosas para que yo pudiera hacer otras. Por ejemplo, manejar con un almohadón, esquiar con poca sensibilidad. Pero aprendí a adaptar mi vida para que nada sea un límite y poder hacer todo lo que me gusta. Y cambió porque le tomé valor a las cosas desde otro lugar y le di importancia a lo que realmente la tiene y me di cuenta que es importantísimo no perder tiempo ni energía en cosas que no tienen importancia”, afirma.
Lola dice que no le tuvo miedo a la muerte por ella, sino que temía morirse por el hecho de dejar solo a su hijo que en ese entonces tenía 14 años. “Dejarlo sin su brújula, sin su norte, en plena adolescencia, habiendo vivido conmigo toda mi vida. Esa posibilidad era la que me angustiaba”.
La importancia de valorar los pequeños grandes logros
Todos los días Lola se proponía algo diferente, aunque fuera muy pequeño, y de esa manera fue logrando cosas. “Cada logro fue como subir el Everest. Cuando pude por mis propios medios lavarme los dientes, peinarme, ponerme el corpiño, cosas que parecen tan elementales que a mí me costaron tanto tiempo y tanto esfuerzo, era alegría, motivo de festejar, de agradecer profundamente. Me acuerdo como si fuera hoy el primer día que pude desde la silla de ruedas poner los platos sucios en el lavavajillas. Cada logro era un triunfo inmenso”.
El 4 de agosto de ese 2016, a menos de tres meses de su cirugía, le pidió a sus amigas que la llevaran a esquiar con el sistema de esquí adaptado. Necesitaba sentir la montaña y la nieve, sabía que algo internamente iba a cambiar. Las chicas la subieron a Chapelco con su collarín cervical y en silla de ruedas. “Salir de casa en camioneta y a la montaña después de tres meses de encierro fue mágico y al llegar a la base no podía parar de llorar de alegría. Cuando pasaban cosas así, mi cuerpo empezaba a temblar tanto como en un ataque de epilepsia, que me dejaba agotada. A pesar de todas esas trabas y dificultades me sentaron en el esquí adaptado (ella no sentía desde la tira del corpiño para abajo y los dedos meñiques, anular y medio) que está preparado para eso. Me llevaron apara que me deslizara sobre mi tan amada nieve. Fue tanta la energía que generó mi cuerpo que sentí que las endorfinas, serotoninas, dopaminas y oxitocinas explotaban”, sonríen.
Hacer catarsis y ayudar desde la experiencia
Después de vivir todas esas experiencias, que eran como una montaña rusa de emociones, Lola decidió abrir su blog para empezar a contar lo que le estaba pasando, incluyendo algunos toques de humor con los que lo había transitado.
“En la época de la pandemia me di cuenta de que la gente había quedado muy afectada. Entonces, pensaba que si todavía había personas que estaban deprimidas, estaría bueno poder compartir todo esto que me pasaba y cómo lo di vuelta para que quedara en claro que se siempre que uno quiere se puede hacer algo. Querer es poder y cuando uno tiene una intención válida desde el corazón y la pide profundamente, desde ahí el universo otorga”.
Como le había tomado el gustito a los posteos del blog, Lola fue más allá y se animó a escribir, junto a Luis Laffargue, Volver a la montaña. Una historia de superación, con el objetivo de hacer catarsis y de ayudar, desde su propia experiencia, a las personas que se encuentran atravesando una situación traumática.
“El proceso de escritura fue maravilloso, fue largo, volvieron a aparecer recuerdos que estaban archivados y que mi mente los trajo para seguir sanando. Fue un proceso de reparación en profundidad, fue una demostración de amor porque pude volver a transitar todos los momentos más tristes y más oscuros con mucha compasión y en una profunda paz”.
¿Por qué el título Volver a la montaña?
Tiene un significado muy profundo. La montaña es el lugar donde me crie, donde vivo con mi hijo, donde me nutro, donde voy para alinearme conmigo misma. La montaña es la manifestación más maravillosa del planeta tierra en su mayor expresión, donde se juntan el cielo y la tierra, es un lugar mágico. Si vas a una cumbre sentís una explosión de alegría interior. Es mi templo, donde me reencuentro y me fortifico.
¿Cómo es tu vida en la actualidad?
Mi vida hoy es maravillosa, elijo estar con quien vivo: mi marido y mi hijo. Mis días son de mucha introspección, sigo trabajando muy profundo en mí tratando de dar todo lo que puedo para los que me rodean, conectándome profundamente con la naturaleza, agradeciendo infinitamente vivir en la montaña que es donde yo me anclo, donde me nutro; Estoy rodeada de seres maravillosos con los que elijo vivir cada día como si fuera el último de mi vida.
Un mensaje para quienes atraviesan una situación adversa
Todo se puede, hay que creer, sostener en el tiempo, confiar mucho en que somos seres poderosos y podemos transformar realidades. Ojalá con mucha fe en lo que crean, lo que sientan que los contiene, que los cuida y que los guía.
Que sepan que la vida es un regalo maravilloso, que cada momento del día tienen que vivirlo a full. Que les digan a las personas que quieren, que las quieren. Aprovechen el hoy, el aquí y el ahora. Que no se queden en el pasado. Y no se enganchen en el futuro porque de esta manera se pierden el hoy que es mágico y maravilloso.
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