Abierta/cerrada; opaca/transparente; cubierta/ al sereno; sostén/mirador. Con su contrapunto de abstractos, esta cabaña le sigue dignamente la corriente al entorno.
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Tomar la eternidad del Delta y proponerle a ese paisaje un agregado sintético y actual. Y, a sus habitantes, un modo de vivirlo sin sentirse invasores ni extranjeros: todo lo contrario: los pone en contacto con él, pero dándoles sucesivos momentos de privacidad en solo 36m2. Eso lograron (y por ello fueron premiados) los arquitectos Lucía Hollman y Agustín Moscato, de estudio AToT, cuando respondieron al pedido de hacer un refugio que pudiera acomodar a cuatro personas.
Los pilotes de cemento y el revestimiento de metal se convierten en un blando interior de madera que lo toma todo, pero se abre en ventanales de piso a techo que no cortan la fuga.
Una banco de madera corre de un ventanal a otro. En el primer sector puede ser una cama extra; en el comedor enfrentado a la cocina, es asiento para la mesa de patas torneadas.
Están los pilotes -que mantienen las crecidas a prudente distancia sin alejarse tanto del río-, la madera, la chapa. Elementos que conectan con lo tradicional, pero en una planta cuadrada que explota el uso de cada metro disponible y los duplica en una terraza.
En la terraza, muebles sencillos de madera rústica que la intemperie se encargó de colorear de gris. Más allá de un aguacero, no parece haber límite para lo que puede durar cualquier sobremesa.
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