La belleza de este lugar es efímera: explota en marzo y se apaga a fines de mayo, tan solo ocho semanas de la primavera europea en la que siete millones de bulbos de tulipanes florecen en las 32 hectáreas del parque holandés Keukenhof, el jardín de flores más grande del mundo. Aquí, extensas cintas de flores de distintos colores dibujan líneas sinuosas en un bosque con lagos, puentes, laberintos vegetales y un molino. El colmo de la hermosura, la belleza en su versión más obvia, pero no por eso menos cautivante.
En los dos meses que el parque abre al público, más de un millón de personas disparan compulsivamente sus cámaras y celulares atraídos como abejas por los colores de las flores. Posan y ensayan gestos para la selfie con los tulipanes de fondo y pierden el sentido del ridículo entre las plantas: no falta quien se pose sobre unos zuecos holandeses gigantes o quien ensaya grotescas poses para fotografiarse enmarcados por un mar de narcisos. No importa la impericia fotográfica que se tenga, porque aquí hay pocas chances de que algo se vea feo.
Keukenhof, ubicado en la localidad de Lisse, entre Amsterdam y La Haya, condensa una parte importante de la historia del país: los tulipanes, flor nacional, fueron los protagonistas involuntarios de una de las primeras burbujas económicas del mundo. La tulipomanía -así se llamó a este fenómeno especulativo de masas, el padre de los muchos que se darían después en distintos puntos del planeta- ocurrió en el siglo XVII, cuando los bulbos se convirtieron en un insólito sinónimo de ostentación y riqueza, para finalmente llevar a la tierra de los pólders a la quiebra.
Aquí son inofensivas flores arraigadas a la tierra de a miles en diseños paisajísticos que cambian edición tras edición. En cada primavera, además, las temáticas también cambian y suelen tener que ver con algún ícono o símbolo holandés. En 2015, por ejemplo, año del 125 aniversario de la muerte del pintor Vincent Van Gogh, el Pabellón Orange Nassau estuvo dedicado enteramente a reproducir gigantografías y maquetas de las obras del genio local; ese año, además, 250 metros del suelo de uno de los jardines fueron dedicados al retrato de Van Gogh, compuesto por flores de distintos colores. En 2019, la 70ma edición, el tema que recorrió el parque fue el Flower Power.
Keukenhof en neerlandés significa huerto o jardín de la cocina, y su nombre tiene que ver con el pasado del parque. La propia institución cuenta que el origen de Keukenhof se remonta al siglo XV, cuando en las tierras de la condesa Jacoba van Beieren (1401-1436) se cultivaban hierbas, frutas y verduras para abastecer al castillo de Teylingen. Jacoba gobernó Holanda entre 1417 y 1433, cuando tuvo que renunciar a sus tierras. En 1641 se construyó en ellas el castillo Keukenhof y la finca creció a más de 200 hectáreas; recién en 1857, los jardines a su alrededor fueron remodelados por el arquitecto y paisajista Jan David Zocher y su hijo Louis, cuyo diseño, a la manera de los jardines ingleses, sigue hoy siendo la base de Keukenhof.
No fue hasta 1949, cuando veinte de los principales productores y exportadores de bulbos de flores del país convirtieron al lugar en una inmensa vidriera para exhibir sus cultivos a potenciales compradores. Un año después, los productores abrieron el parque al público.
En 2020, el parque abrirá entre el 21 de marzo y el 20 de mayo, no bien comenzada la primavera. Entonces, como todos los años, millones de bulbos florecerán en un espectáculo sincronizado que cerrará el telón en ocho cortas semanas.
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