Un prócer en el fin de la tierra
Escenario de leyendas en Galicia, Finisterre es un lugar de peregrinaje donde también José de San Martín tiene un curioso tributo
Finisterre o Fisterra tiene una magia especial. Por un lado, porque queda en La Coruña, Galicia, tierra de leyendas, de inmigrantes esforzados y paisajes majestuosos. Por otro, por el mito que porta: durante mucho tiempo fue para generaciones el fin de la tierra (del latín finis terrae), donde terminaba todo, en un mundo que se creía plano y soportado por cuatro elefantes arriba de una gigante tortuga.
Llegar hasta allí desde Santiago de Compostela requiere de un par de horas en auto, pero el camino hacia la Costa de la Muerte vale le pena. Se puede hacer una pasada por el pueblo de Iria Flavia, de origen romano y donde está enterrado el premio Nobel de Literatura Camilo José Cela. Otra por el hermoso Padrón, cuna del famoso pimiento y sitio por el que pasó el cuerpo del apóstol Santiago en camino hacia su tumba. Pueblos de pescadores repletos de mariscos y pulpos, como Muros, Corcubión y Carnota, donde se encuentra uno de los hórreos más grandes de Galicia (granero típico para guardar el cereal lejos de la humedad y los animales).
Finisterre está al otro lado de la ciudad de Boston, océano Atlántico mediante. Los romanos pensaban que era el punto más occidental del mundo conocido. No sólo es emblemático por su historia y su posición geográfica; también lo es porque representa el fin del camino de Santiago, donde los peregrinos queman sus zapatos y terminan un increíble recorrida a pie que suele significar un antes y un después para quienes lo emprenden. Según la tradición, allí se levantaba una vieira para luego regresar y demostrar que uno había llegado al fin del mundo. El símbolo del camino de Santiago es justamente este molusco, que acompaña a los caminantes a lo largo del emocionante periplo.
El viento pega fuerte en este maravilloso lugar, hasta el punto que uno teme caer por entre las piedras al acercarse al faro que corona el cabo: el mismo data de 1868 y es la segunda atracción gallega más visitada después de la catedral de Santiago de Compostela. La tierra se mete en el mar, que golpea sin cesar con enorme belleza. En el extremo hay una línea de escalones y uno se asoma al fin del mundo. Pude imaginar lo que sentían los que por años se acercaron al lugar con la creencia de estar ante un límite o frontera para la humanidad. El agua y luego la nada.
Hay una cruz y una antena, con un lugar calcinado donde los peregrinos cumplen el rito de quemar su calzado. Además, un monumento que se conoce como la bota del peregrino: un zapato hecho de metal que parece real, ubicado sobre las rocas.
Al regresar hacia el continente, detrás del faro, nos encontramos con una sorpresa. ¡Un busto de José de San Martín! ¿Qué hace acá? ¿Cómo llegó? La historia es singular. Fue inaugurado el 22 de julio de 1980 tras haber sido retirado del pueblo de Corcubión por un acuerdo municipal. El alcalde decidió trasladarlo por considerar que San Martín no tiene vinculación especial con la villa y por necesitar su lugar para una estatua del prócer local Benito Lago, por todo lo que hizo a favor de Corcubión. La resolución despertó la oposición de grupos sociales y políticos que salieron en defensa del libertador de América, pero no pudieron revertir la decisión.
La realidad es que había una interna entre el alcalde y su antecesor, que había puesto la estatua, y San Martín pagó la factura con su traslado. Pero salió ganando, porque terminó en un lugar único y con mayor trascendencia mundial. En el busto se lee un texto llamativo: Héroe de España y de América. Nunca dice que bajo su conducción los ejércitos americanos lograron derrotar a los españoles y abrir un amplio proceso de independencia en América del Sur.