Valeria jamás hubiera imaginado que algo así de hermoso y fuerte podía crecer en un espacio inmensamente oscuro y tantas veces angustiante.
Su historia comenzó en un penal, en la aspereza de los pabellones y el corazón de la cárcel, en un ambiente en donde lo que prima son las situaciones de violencia, el estrés y la convivencia junto a personas que atraviesan uno de los peores estados de vida posibles. Justo allí, en un lugar en donde se puede esperar que exista de todo menos el amor, ellos se conocieron.
Trabajaban juntos y, al comienzo, no fueron más que compañeros. Ella estaba en pareja hacía años sin estar enamorada y al tiempo supo que a él le sucedía algo similar. Las horas compartidas los llevaron a sostener largas conversaciones y descubrirse casi idénticos en varios aspectos y extremadamente opuestos en otros.
Tal vez tenía que ver con el entorno, la conciencia de la libertad y su valor, que se revelaron como dos seres amantes de disfrutar el momento, vivir intensamente y degustar de las pequeñas cosas de la vida. Los deleitaban las charlas nocturnas en sus tiempos libres, junto a una cerveza, y ambos valoraban mucho la amistad. Ella sonreía todo el tiempo, parecía fuerte, como si nada la afectara; él se presentaba serio, muy serio, hasta el punto de parecer duro.
El celestino
Un día iniciaron una conversación, de esas sin sentido que parecen no conducir a nada. Pero sus miradas se cruzaron entre las palabras de manera especial y algo había nacido. Sin embargo, ellos no fueron los primeros en asimilarlo. "El día a día, lleva a que algunos de los internos se vuelvan allegados al encargado. Esto quiere decir que pueden estar cebándole mate o cocinar, nada más. Y uno de ellos, un personaje único, notó nuestras charlas y miradas y nos dijo: acá puedo oler el amor. Él fue nuestro celestino y nos dio el coraje para animarnos a decir lo que estábamos sintiendo", recuerda Valeria con emoción.
Pactaron verse y ella le dijo que solamente serían uno o dos encuentros. Él sabía que serían más. El destino quiso más.
Desde el comienzo, fueron de esos amantes que se buscan constantemente y, entre conversaciones y caricias, encontraron lo que a cada uno le faltaba en su casa: afecto, dulzura, piel, cuidado y verdadero interés; hallaron esos "cómo estás hoy mi tesoro" de cada mañana, y que a ella la derretían cada vez que los leía. "Desde que estoy con él no dejaron de faltar los cómo te fue, cómo te sentís o qué estás haciendo; esos mensajes que te llenan el corazón y te hacen saber que el otro te quiere y está pendiente. Entre nosotros nació algo tan simple, sencillo y puro", afirma ella, "Todo es hermoso: compartir tiempo de amor, consejos, charlas y silencios".
La fuerza del tiempo
Un año más tarde, lejos de apagarse, su amor creció más intenso. En los encuentros clandestinos surgieron los te quiero y esas caricias profundamente sentidas de quiénes ya se conocen. "Pero cada uno sabía el lugar que ocupaba en la vida del otro, sin reproches, sin planteos, solamente disfrutando del momento, haciendo que cada beso sane, cada caricia de calor, y cada mirada lea lo que hay en el interior", reflexiona ella algo melancólica.
Deseaban estar juntos siempre y cada vez más, y sin embargo ser exclusivos no podía ser. "La imposibilidad de cortar con nuestras parejas era netamente económica", afirma Valeria, "Este es un motivo más normal y complejo de lo que uno cree. A veces no es tan sencillo decir `me voy´ tan solo porque uno así lo desea. Sumado a que ambos tenemos hijos".
Pero, a pesar de las trabas, un día Valeria tomó coraje. Sintió que podía valerse por sí misma y comprendió que su matrimonio, más allá de su enamorado, era insostenible. "Me separé hace cuatro meses", cuenta, "Él todavía continúa con su vida de casado, algo que no me molesta, no me perturba, ni me produce ningún tipo de rencor".
Gracias por tanto
Hoy, la historia de los dos amantes que se conocieron en la cárcel continúa más fuerte que nunca. Pasaron de los `te quiero´ a amarse y desear con toda su alma tener que ir a trabajar para poder compartir los roces, las charlas y el mismo aire.
"Sinceramente nos hacemos bien, estamos pendientes el uno del otro, buscando `hacernos el aguante´. Es más que una relación sexual, hay sentimientos. Nos vemos y somos felices. Reímos mucho, nos escuchamos y nos decimos que todo va a estar bien. Hay una necesidad de estar y ayudarnos a aliviar el peso de la realidad", afirma Valeria, "Sufrimos cuando uno está mal y el otro no puede hacerse presente. Hace poco él estuvo enfermo, por lo que quedó una semana en reposo y el único medio de comunicación era el celular y fue desesperante. Lo que más quería era poder estar ahí, cuidarlo... Hasta que caí en la realidad, en el lugar que ocupo, y entiendo que no puedo, que hoy no soy yo quien tiene que estar ahí".
Sin embargo, aun cuando la realidad no la acompañe, Valeria siente infinita gratitud, y asegura que su historia es lo más hermoso que le tocó vivir.
Siente que el amor que nació entre ellos supo transformar las miserias y la oscuridad de la vida presidiaria en un lugar anhelado, mágico y lleno de luz.
*Si querés contarle tu historia a la Señorita Heart, escribile a corazones@lanacion.com.ar con todos los datos que te pedimos
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