Un poco de humor finlandés
Los hermanos cineastas Aki y Mika Kaurismäki tienen dos bares en Helsinki donde el sarcasmo, el derrotismo y la sofisticación conforman un cóctel de lo más curioso
No hay luz más mágica que la de un atardecer finlandés: el azul del cielo no se encuentra en otros lugares y se entremezcla con el dorado de los faroles de la calle. Como el tráfico es escaso por las noches, la ciudad parece una escenografía que acompaña sin cesar a quien la camina.
Estos cruces entre realidad y ficción se acentúan si uno va a parar al bar Corona o a su hermano ruso, el Café Mockba, en el número 11 de la tranquila, pero céntrica calle Eerikinkatu. Por un lado, porque pertenecen a los hermanos Aki y Mika Kaurismäki, entre otros dueños. Por otro, porque remiten a escenas de estos famosos cineastas, que se transformaron para muchos en el producto de exportación más conocido del país nórdico.
Y si esto es así, no puede faltar en estos bares ese toque de humor finlandés que puebla sus films, definido como un contundente cóctel de sarcasmo, derrotismo y sofisticación, en dosis homeopáticas.
Si bien algunos pósters en las paredes hacen referencia explícita a títulos de los laureados directores, y hay fotos para recordar al fallecido Matti Pellonpää, aquel inolvidable actor de prominentes bigotes que protagonizó La vida bohemia o Sombras en el paraíso, no se intenta evocar la peculiar atmósfera de estas películas. Según Samuli Viljanen, uno de los responsables de este curioso espacio, eso simplemente sucede: "Aki filmó varios fragmentos de sus películas en el Café Mockba –aclara–. O sea que uno está de hecho en una escenografía de un film, por así decirlo. Y varios de sus actores vienen seguido a tomarse un trago". También lo hacen los propios hermanos cuando están en el país.
Si ninguno de ellos está, parroquianos fineses –algunos con bigotes estrambóticos– parecen tomar su relevo: con su tono de murmullo al hablar y cultura alcohólica sin par, emulan ante tus ojos una posible escena de las películas de los Kaurismäki, tan ascéticas que llegaron a ser descriptas como cine autista por algunos críticos cinematográficos.
Polémica en el bar
En línea con la estrategia antimarketing de los bares de los Kaurismäki, conocidos por todos en Helsinki gracias al de boca en boca y no por anuncios publicitarios, Viljanen reflexiona cuando se le consulta qué filmaron los hermanos en el establecimiento. Y termina encogiéndose de hombros y admitiendo que no sabe, en una respuesta que no se logra percibir si es irónica o no.
Después de un arduo trabajo, este cronista está en condiciones de afirmar que el Café Mockba aparece una vez transcurridos una hora y seis mintuos de El hombre sin pasado, aquel melancólico film en el que un recién llegado a Helsinki es brutalmente golpeado en la cabeza y debe empezar de cero en la ciudad sin saber quién es y a qué venía. También aparece en esa película una extraña rocola, exhibida ahora con orgullo en un rincón del Mockba, que acompaña al personaje sin nombre desde el minuto 25 y le permite atemperar los malos tragos de su vida con un poco de rock and roll.
El bar tiene un cine en el sótano, mayormente usado en funciones privadas y festivales cinematográficos, y la bebida más popular es el Jaloviina (One Star), una mezcla de coñac y vodka sólo apta para finlandeses. Se trata de un brandy de corte, o mejor dicho, cortado. Es decir, de la mezcla de coñac con una bebida blanca de alta graduación que tomada sin cuidado puede hacerte ver no una, sino varias estrellas. Los finlandeses son fieles a su Jallu, nombre cariñoso para la Jaloviina, que significa algo así como licor noble.
Aunque no haga publicidad, el bar Corona es una auténtica institución en Helsinki: hace 22 años que existe y se ha vuelto tan popular que llevó a los Kaurismäki –siempre deseosos de huir de las multitudes– a inaugurar al lado el Café Mockba. Y este último espacio sí que parece imposible de encontrar en otro lugar que no sea la capital finlandesa. Tal vez por eso sea una parada obligada del tour de tres horas que se ofrece en Helsinki para conocer el imaginario de la ciudad que inspiró a los hermanos, pese a que el propio Aki admitió (quizá fue otro de sus chistes) que prácticamente todas las locaciones que usaron en sus películas "fueron demolidas un año o dos después de cada rodaje".
"Con el bar Corona ya en pleno funcionamiento, los Kaurismaki pensaron que podía ser una buena broma abrir un viejo bar soviético al que nadie quisiera ir. Así podían volver a tomar sus tragos sin ser molestados –dice Viljanen–. Por eso, la selección de bebidas del Mockba es realmente limitada y el servicio es lo más frío posible. El personal no sonríe nunca."
Si a eso se agrega la vieja música soviética de fondo, los pósters de películas de los Kaurismäki escritos en alfabeto cirílico, y las largas esperas para ser atendido, este remedo de bar soviético de la Guerra Fría no es lo ideal para quienes busquen excelencia. En rigor, el espacio intenta homenajear fuera de tiempo a aquellos bares que proliferaban en hoteles internacionales y en otros ambientes rigurosamente vigilados de la extinta Unión Soviética. Sólo eran admitidos quienes portaban pasaportes extranjeros o los privilegiados que podían pagar lo que consumieran en divisas internacionales.
Los habitués solían ser diplomáticos extranjeros, miembros de la nomenklatura comunista, espías y mujeres de vida ligera que trabajaban de incógnito. El ciudadano de a pie ni podía soñar con acercarse: la tenencia de moneda extranjera estaba prohibida. ¿Qué mejor ambiente entonces para una novela de espías? ¿Qué mejor escenografía para una película?
Cowboys de Leningrado
Pero los Kaurismäki, expertos en nadar contra la corriente, no han hecho nunca un film de espionaje. Sí se rieron de la Guerra Fría en el film Los cowboys de Leningrado van a América, que narra la historia de una banda ignorada en Siberia que prueba su suerte en los Estados Unidos y... ¿triunfa? Su antisueño americano se concreta cuando la banda acepta tocar rock and roll, gracias a las órdenes de su tiránico manager, encarnado (otra vez) por el impagable Pellonpää, que ahora observa con mirada indulgente (¿gardeliana?) a los parroquianos desde su retrato colgado en las paredes.
Actualmente, los roces entre la Unión Europea y la Rusia de Vladimir Putin a causa de Ucrania tienen a Finlandia en vilo por el futuro de su economía. De todos modos, y más allá de los vaivenes de la política internacional, el chiste ruso de los Kaurismäki parece seguir causándoles gracia a sus compatriotas. Y si uno los imita, es decir, si uno apela al humor y permanece en el Café Mockba a pesar de los pequeños sinsabores, tal vez pueda llegar a entablar conversación con los huéspedes y llevarse el premio no menor de conocer un poco más a los finlandeses.
Viljanen recomienda a los turistas que se aventuren a este lugar no hacerlo los fines de semana, para evitar la excesiva afluencia de parroquianos. Tal vez prefiera incluso que concurran en una gélida noche de invierno. Así podrán darse cuenta de que el proverbial ascetismo finlandés no es más que calor humano.
Fotos gentileza Café Mockba y Corona