Un pionero de la soberanía
El litigio diplomático por Malvinas se mantuvo adormecido, salvo por José Hernández, que hizo campaña desde su diario para esclarecer acerca de la legitimidad del reclamo argentino
José Hernández pasa a la Historia por el máximo poema nacional, el Martín Fierro, pero su vida presenta otros matices de interés. Periodista, político, y propagandista, actuó en la escena pública del siglo XIX y protagonizó importantes debates. Trabajó como redactor en el diario Nacional Argentino, que respondía al gobierno de la Confederación con sede en Paraná. Pero cuando el gobierno cancela las suscripciones que lo financiaban abrió su propio periódico, el Río de la Plata, y construye una carrera política desde la prensa, como tantos otros en la época.
Se dedica a escribir las andanzas de Fierro en una pieza del hotel Argentino (frente a la actual Casa Rosada). Lo hace, según cuenta, "para combatir el tedio de la vida de hotel". El éxito fue rotundo: vende unos 48 mil ejemplares, en total unas 11 ediciones. Lo leían los ilustrados y los peones en las pulperías. Tal repercusión le valió escribir una segunda parte, La Vuelta deMartín Fierro, donde domestica al gaucho y lo pone al servicio del estado roquista. Su primera edición es de 20 mil ejemplares, sale con ilustraciones 7 años después del primer Fierro y lo presenta ya como escritor consagrado.
Todo lo anterior es tan fuerte que oculta un aporte histórico de Hernández: haber sido pionero en la defensa de la soberanía de las Islas Malvinas, un tema que hasta la década de 1930 no obtuvo verdadero interés periodístico ni político.
Nadie criticó a Rosas cuando entre 1841 y 1842 –a través de Manuel Moreno, su representante en Londres– intentó ceder el dominio de Malvinas a cambio de la cancelación de la deuda acumulada del empréstito Baring. Rosas firmó un tratado con Gran Bretaña en agosto de 1849 para poner fin al bloqueo de Buenos Aires, en el que no se hizo mención al reclamo argentino. Se hablaba de restaurar nuestra perfecta amistad con Inglaterra.
El litigio diplomático se mantuvo adormecido, salvo por Hernández, quien hizo campaña desde su diario para esclarecer acerca de la legitimidad del reclamo argentino. "Los pueblos necesitan del territorio con que han nacido a la vida política, como se necesita del aire para libre expansión de nuestros pulmones. Absorberle un pedazo de su territorio es arrebatarle un derecho, y esa injusticia envuelve un doble atentado, porque no sólo es el despojo de una propiedad, sino que es también la amenaza de una nueva usurpación", escribió con total lucidez en las páginas de El Río de la Plata en 1869.
Su intención era llamar la atención de la dirigencia, de la opinión pública y puntualmente de los gobiernos de Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento sobre la cuestión. Se basa en información recopilada por un militar llamado Augusto Lasserre y le adjudica la pérdida de ese territorio a las circunstancias desfavorables en una época indecisa, cuando el país se estaba tratando de organizar tras las guerras de independencia y en un tiempo de luchas internas entre unitarios y federales.
Las considera territorio prestado a los ingleses, un poco contra nuestra voluntad y las ubica como cruciales en lo estratégico porque su posición geográfica las hace la llave del Pacífico y por su proximidad a la costa sur de nuestro territorio; también por sus inmejorables puertos para el comercio y navegación, el valioso ramo de la pesca, la cría de ganados vacuno y lanar, para la cual se prestan maravillosamente sus fertilísimos campos.
Citando a Lasserre, reconoce que las islas permanecen poco o nada conocidas por la mayoría de sus legítimos dueños y responsabiliza a los gobiernos por la invisibilidad del tema: "No quiero dejar pasar esta oportunidad sin deplorar la negligencia de nuestros gobiernos, que han ido dejando pasar el tiempo sin acordarse de tal reclamación pendiente".
A nivel informativo, agrega datos poco conocidos que acerca Lasserre, como que para entonces muy pocos argentinos permanecían en Malvinas: "Los que aun existen allí no pasan de veinte, todos ellos empleados como peones o capataces en las estancias".
Aquellas publicaciones de Hernández en noviembre de 1869 son de una gran importancia histórica por sentar las bases de un reclamo que dura hasta nuestros días. Unos años antes de su obra cumbre literaria, alerta como periodista a sus compatriotas y señala sin titubear: "Esos derechos no se prescriben jamás".
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