Como doctorada en Química, alcanzar ciertas metas en Argentina resultó complejo; abrirse al mundo la llevó al amor, a un destino inesperado y a replantearse los valores de la vida...
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Melisa Mariel Gianetti no podía salir de su asombro. Todo a su alrededor era demasiado diferente a lo que jamás había visto en el suelo italiano que acababa de dejar atrás, y más aún, en relación a la Argentina, su tierra de origen y residencia hasta la adultez.
El contraste impactó tan fuerte como el frío, y tras su sorpresa inicial, un sinfín de interrogantes invadieron sus pensamientos, entre ellos la pregunta: ¿Quién me mandó a tomar la decisión de vivir en Noruega?
Llegó una tarde del 5 de enero de 2023, pero sus ojos se encontraron con una noche plena que se había instalado desde aproximadamente las 15 hs. Su nueva jefa la recibió en el aeropuerto con un abrazo que Melisa supo que tenía la intención de ser cálido y, aun así, a ella le llegó helado, tan helado como el estacionamiento en aquella jornada de unos cuantos grados bajo cero, repleta de nieve por doquier y viento salpicado por copos que golpeaban el pequeño auto de su jefa, cargado con las cuatro valijas, dispuesto a dejarla en su nuevo hogar.
Los motivos para dejar Argentina: “No veía chances de entrar a la carrera de investigador de CONICET”
De pronto, la querida Argentina había quedado muy lejos, esa tierra agridulce en la que Melisa había logrado cumplir varias metas y en la que otras parecían negarse a ella. Estudió licenciatura en Química en la Universidad de Mar del Plata, trabajó dos años para una farmoquímica de la ciudad y después se trasladó por cinco años a Buenos Aires para realizar su doctorado en Química en la UBA: “Que fue, creo, la mejor movida profesional que hice”, asegura.
Aquel movimiento estratégico le permitió abrirles las puertas al mundo y realizar dos estadías de tres meses cada una en la Universidad de Princeton: “Ver que todos a mi alrededor viajaban fue un poco salir del cascarón marplatense y ver otras realidades”.
“Decidí, finalmente, irme de Argentina porque no veía chances de entrar a la carrera de investigador de CONICET, a la que me había presentado en el llamado del 2019″, continúa Melisa. “Se sabe que acumulando un poco de experiencia en el exterior las chances de entrar a la carrera aumentan, busqué un lugar para hacer un postdoctorado y eventualmente en el futuro volver a presentarme a la carrera desde afuera”.
La joven decidió realizar su postdoctorado en Milán, donde el plan era quedarse un año, que se transformaron en tres, tras la decisión de no volver a presentarse para el CONICET. Fue entonces que llegó la oportunidad de realizar un nuevo postdoctorado en Trondheim, Noruega, lo que ahora no solo implicaba dejar más lejos aún a su familia argentina, sino también despedir al amor que había hallado en Italia y lanzarse a emprender una relación a la distancia.
“Mi familia y amigos lo tomaron bien, con la nostalgia de saber que me estaba yendo porque el trabajo que quería hacer no estaba en CONICET, que es un poco el mandato que nos inculcan mientras hacemos el doctorado, los pasos son: doctorarte, hacer un postdoctorado y entrar a la carrera de investigador”, asegura.
“Me apoyaron todos y también me hicieron sentir que me iban a extrañar muchísimo. Las despedidas fueron dolorosas aunque las viví con la tranquilidad de saber que si algo andaba mal me podía tomar un avión y volver a Mar del Plata en cualquier momento. Un poco lo viví así siempre. Hoy estoy todo el tiempo conectada charlando horas con familia, amigas, mi novio en Italia, pero los abrazos y los mates no son los mismos que las videollamadas”.
Silencio, idioma, maquillaje, seguridad y la burocracia: “No es la idea de primer mundo que me imaginé”
Al principio no se dio cuenta, pero con el correr de los días, Melisa comenzó a percibir con fuerza el silencio extremo en todos los espacios noruegos. No se trataba solo de la naturaleza calma o las noches sin barullos, ese silencio lo halló también en el horario del almuerzo, en la cocina de la oficina, o mientras preparaba su mate.
A las cenas a las 18 (e incluso a las 17 hs) no pudo acostumbrarse, ni tampoco halló demasiado atractivo en la falta de espontaneidad para salir a tomar algo después del trabajo, y menos aún, para una invitación a algún restaurante o un hogar. De comer afuera, sin embargo, Melisa decidió olvidarse con mucho pesar. A pesar de los sueldos altos, el costo de vida lo halló elevadísimo, sobre todo cenar fuera de casa: “En Noruega pienso en ahorrar para ir cada tanto a Italia. Mi relación con el milanés que conocí se afianzó. Un año y medio después estoy tachando los días para volver a Italia y poder vivir en la misma ciudad, queremos apostar todo y estar cerca”, revela Melisa.
“Acá, por otro lado, se necesita estudiar mucho para entablar una conversación”, continúa. “El nivel de inglés de la población, sin embargo, en general es muy muy alto, yo los siento casi nativos en inglés, cosa que no pasa en Italia. No hablar el idioma si estás por poco tiempo no es un problema. Para el que se quiere quedar a vivir el idioma pasa a ser necesario. Hay muchos cursos disponibles, la universidad donde trabajo los ofrece y tienen muy buen nivel. Apenas llegué hice el primer nivel pero eran A1 y A2 juntos, muy intenso. Me gusta estudiar idiomas y sobre todo cuando vivo en lugares donde el idioma no es el mío”.
“Más allá del silencio, también lo veo como un país todo maquillado, todo es de marca, las mujeres se maquillan muchísimo y se visten muy bien aunque sea para ir al súper con 10 grados bajo cero, hay muchísimas peluquerías y siempre llenas, ¡no sé cómo! Un colega chileno de mi grupo de trabajo me dijo: ¿viste qué hay muchas peluquerías pero casi no hay librerías? Extraño pero real”, continúa. “Por otro lado, en todas las casas que entrás te tenés que sacar los zapatos, incluso lo hice cuando fui a ver departamentos para alquilar. A veces puede ser incómodo andar en medias siendo una visita. ¡Y no te van a despedir a la puerta cuando te vas de su casa! Para mí es extrañísimo, simplemente decís chau y te ponés los zapatos y te vas. Tampoco sé si esto es solo idea mía o para algún argentino es normal”.
“La inexistencia de la inseguridad es algo muy positivo. Dejan todo afuera, sólo hay cercas de madera muy lindas pero más bien decorativas”, describe Melisa. “Acá trabajan duro pocas horas y después disfrutan mucho la naturaleza y el tiempo libre. Es algo que estoy experimentando por primera vez desde que trabajo. Disfrutar y tratar de apagar la cabeza del trabajo una vez afuera de la oficina. Culturalmente es muy fuerte esta costumbre en Noruega. Se trabaja fuerte y se disfruta el tiempo libre fuerte”.
“Algo que veo negativísimo es la burocracia. Para abrir una cuenta de banco se tarda más o menos dos meses, ya que todo es por correo postal. Usan mucho la comunicación por correo, no estaba acostumbrada y no siempre es una ventaja. Aparentemente es por cuestiones de privacidad y legales, pero no es la idea de `primer mundo´ que me imaginé. Con los turnos médicos todo funciona mejor”.
Trabajar como química y en física teórica en Noruega y el mundo: “Nuestra formación argentina es excelente y nunca me hizo sentir menos”
Si bien Melisa se recibió de química, desde el 2020 comenzó a trabajar en física teórica, un área que le permitió desarrollarse incluso en pandemia. En la misma línea, siguió en la Norwegian University of Science and Technology (NTNU), donde logró trabajar junto a una profesora muy reconocida en su campo de estudio, la tribología, que estudia los fenómenos de fricción, lubricación, adhesión y desgaste: “Está siendo una experiencia muy enriquecedora porque, si bien el país no me gusta, el ambiente laboral es muy ameno y es el único motivo por el que viviría un tiempo en un lugar así”, manifiesta.
“Respecto de mi trabajo en sí, lamentablemente es un trabajo mal pago tanto en Noruega como en Italia y Argentina. La investigación estatal tiene poco financiamiento. Aunque la infraestructura, los equipos y los materiales estén disponibles más fácilmente en Europa, las condiciones laborales generales no te llevan a `hacer plata´ y tener una vida acomodada, al menos es lo que veo a mi alrededor y desde mi experiencia. Pagan bien, pero no guau. Yo vivo bien, me doy mis gustos, pero siempre sin exagerar”, agrega Melisa, quien en la universidad trabaja en el Departamento de Ingeniería Mecánica e Industrial.
“Oportunidades creo que hay muchísimas, sea en Italia o en Noruega. Sólo que hay que estar dispuesto a hacer los esfuerzos más que nada emocionales que eso implica. Nuestra formación argentina es excelente y nunca me hizo sentir menos respecto de gente de otros lugares. Es más, pienso que siendo nuestras carreras más largas que en Europa, nos dan solidez no tanto en lo formal, sino en el manejo de la vida laboral con pares y superiores que creo que es un poco floja en Europa”.
Los regresos a la Argentina, la investigación desgastante y los grandes aprendizajes: “No dejar pasar ni una posibilidad…”
Melisa jamás olvidará la primera vez que tocó suelo noruego. Ella hoy no duda en decirlo: no le gusta el país escandinavo, aunque le maravilla cómo en él cambia el paisaje del invierno al verano, donde los escenarios abandonan el blanco absoluto por el verde lleno de flores en cada rincón, en especial los jardines. También aprecia a la Navidad, la estrella del invierno, salpicada de luces como en las películas.
Entonces piensa en la Argentina, en cómo eso de “poner la casa linda” se ve postergado por las crisis. A su tierra volvió en dos oportunidades, donde le impacta que todo pareciera estar detenido en el tiempo, así como el crecimiento de sus sobrinos.
“Me hace mal no vivir más de cerca de ellos. También ver a mis papás más viejos, me hace mal no estar ahí para ellos y con ellos siempre. Pasé la pandemia lejos, mis hermanos no viven tampoco en Mar del Plata y me pesaba mucho que tengan que arreglárselas solos”, dice conmovida.
Pero a pesar de la distancia y a pesar de que Noruega no es el país de sus sueños, Melisa no se arrepiente, sino que absorbe, aprende y se enriquece: “Descubrí que soy flexible para adaptarme a distintos ambientes laborales y culturales y aprendo de eso todos los días. Eligiendo estar acá pero sabiendo, ya después de unos años de nómade, dónde me quiero establecer. Vivir en distintos lugares te permite después poder elegir y todo es ganancia, las personas que conocés en el camino estarán siempre ahí para cuando quieras visitarlas en aquellos lugares donde pasaste lindos momentos”, asegura.
“Aprendí a improvisar, en todo. Aprendí que me gusta vivir en países donde no se habla mi idioma; Italia me ganó porque aprendí muy bien su lengua gracias a los cursos de la universidad y ahora con un novio italiano mi nivel aumenta todos los días”, continúa. “En este lío de mudanzas de continente y de país, en pocos años estoy considerando dejar la investigación por ser muy desgastante mentalmente y probar volver a trabajar como química más de laboratorio y tal vez volver a enseñar, que me encanta. Espero poder insertarme en Italia de esa manera en el futuro cercano, junto con Christian que es parte de mi aventura de la vida. Él tiene una profesión muy distinta a la mía y estoy aprendiendo a darme el tiempo para disfrutar de lo que hay afuera del trabajo, que no me resultó fácil en el pasado”.
“Pero lo más importante, aprendí a vivir a pleno el presente, no dejar pasar ni una posibilidad que pienso que puede ser buena y a decir que no cuando es necesario”, concluye.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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