Fundado por los Asuncionistas, el Santuario de Nuestra Señora de Lourdes es una gruta similar a la ubicada en los Altos Pirineos franceses dos templos que conforman un lugar único de notable valor religioso, histórico y arquitectónico
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Las tres torres se destacan imponentes en ese contexto de casitas bajas y callecitas arboladas que definen la vida del saludable tiempo pueblerino que caracteriza a Santos Lugares, esa zona cercana a la ciudad de Buenos Aires que se escabulle en el noroeste. El Santuario de Nuestra Señora de Lourdes es la joya arquitectónica y el conmovedor centro de fe al que llegan millones de fieles cada año para venerar, pedir y agradecer. Para reverenciar a esa Virgen que se le reveló a Bernadette Soubirous en apariciones a lo largo de seis meses en la pequeña gruta de Masse-Vieille, Francia.
En el Partido de Tres de Febrero, a media hora del Obelisco, una gruta similar a la que se levantó en Lourdes para celebrar la epifanía espera a quienes se acercan desde toda la Argentina y desde los países limítrofes.
“Los santuarios son los reservorios de la fe”, sostiene en el encuentro con LA NACION el Padre Luis Ramón Rendón, vicario parroquial y Asuncionista desde más de cincuenta años, párroco de Nuestra Señora de Lourdes, donde ofrece sus oficios religiosos y vive desde 1993, tiempo solo interrumpido por una estadía de doce meses en Roma y otra de cuatro años en Mendoza.
Este rincón de feligresía es de tal magnitud que, desde los pisos más altos de los edificios de los barrios del norte porteño, se puede apreciar nítidamente la faraónica construcción conformada por dos templos ubicados en niveles diferentes.
La recorrida por los distintos sectores del santuario hace que el visitante ingrese en un tiempo distinto con el sonido de las aves o el acompasamiento de las copas de los árboles. Una postal de música sacra que obliga a la introspección.
Desde lo alto
El recorrido comienza desde lo alto, como si se buscase atrapar los secretos de la revelación celestial de primera mano. LA NACION pudo acceder al campanario de la torre mayor, luego de desandar el camino por decenas de peldaños de cemento rústico que conforman una escalera semicubierta que va permitiendo observar la impresionante vista.
Una baranda hace que la escalada resulte más sencilla, aunque el vértigo hace su jugada. Abajo va quedando la gruta arbolada cada vez más pequeña, mientras comienza a percibirse la inmensidad de Campo de Mayo, la localidad de San Martín y buena parte de la ciudad de Buenos Aires.
La torre menor parece minúscula desde lo alto y atravesar el nivel del campanario invita a reflexionar sobre la imponencia de los sonidos que salen de allí en cada festividad para abrazar religiosamente y con fe a un radio de por lo menos un kilómetro a la redonda.
Es hora de bajar y de encontrarse con los misterios de este santuario ubicado a pocas cuadras de la que fuera la casa del escritor Ernesto Sábato, otro de los orgullos de los Santos Lugares.
Del gótico al neorrománico
En 1920 se nombró como parroquia a la gruta que ya congregaba fieles y dos años después se colocó la piedra fundamental dando inicio a la construcción de las iglesias. “En Francia, la gruta está a un costado del templo y acá al frente, pero, más allá de la orientación, aquella es muy similar la que se encuentra en Santos Lugares”, sostiene el padre Rendón.
El santuario de Nuestra Señora de Lourdes consta de dos templos, ubicados uno sobre el otro. Para la construcción se contrató al arquitecto Etienne Quichet que era francés y vivía en Argentina y realizó varias construcciones en Buenos Aires. Sin embargo, en el proceso del proyecto original hubo altibajos y hasta se tuvo que cambiar de empresa constructora. Con los años, se perdieron aquellos planos, pero un investigador recuperó algunos que estaban en descarte. Parte de ese acervo está en posesión de las autoridades del lugar.
Al igual que la Sagrada Familia de Gaudí, todo un símbolo de Barcelona, la obra no está terminada. La cruz de acero inoxidable de la torre principal fue puesta con la ayuda de un helicóptero que la acercó y varias fueron las personas que estaban en la punta de la construcción esperándola para insertarla. Se intentó varias veces y se tuvo que cancelar la operación en algunas jornadas con mucho viento, hasta que finalmente se pudo. Hasta la punta de la cruz la altura total es de 72 metros. Tal es la dimensión de la obra que la última de las torres se erigió recién en 1972.
Desde varias cuadras a la redonda se pueden apreciar las construcciones que, al acercarse, resultan imponentes. Lo Neorrománico del ladrillo a la vista contrasta con el blanco de las torres.
“El templo de arriba es Gótico puro y es lo que se considera el santuario, ya que desde las rampas que se elevan hacia el ingreso finalizan su recorrido las peregrinaciones. El de abajo, de estilo Neorrománico, se lo denomina la Cripta y ese el templo parroquial propiamente dicho, ya que allí se realizan la mayoría de las misas y oficios religiosos como casamientos y bautismos”, describe el padre Rendón.
Ambos templos, que pueden aojar a unos 1200 fieles, permiten ser recorridos en 360 grados, lo cual garantiza que se pueda también apreciar el lugar desde el altar, una foto generalmente reservada a los sacerdotes. El templo de la planta baja es más barroco que el superior y en sus galerías laterales permite venerar a diversos santos. En cambio, el otro templo es más acético, de un blanco inmaculado y mucho menos ornamentado.
Ambas iglesias son de acústica perfecta, lo cual permite la realización de conciertos de órgano, la presentación de coros y espectáculos como el que se llevó a cabo con la presencia de Zamba Quipildor interpretando La misa criolla o las funciones de la Orquesta Municipal de Tres de Febrero.
En el frente del complejo se emplaza la gruta al aire libre, donde hay varias hileras de asientos enmarcados por un sector destinado a la colocación de velas que los fieles depositan acompañadas por un deseo. Del otro lado, varios muros de gran altura tienen adosadas centenares de placas con nombres propios y agradecimientos. “Virgencita gracias por sanar a mamá”, “Virgen de Lourdes gracias por curar a nuestro hijo”. Las leyendas conmueven y esperanzan.
Tanto la gruta inferior como los templos cuentan con sus imágenes de la Virgen de Lourdes. “La que se encuentra en la gruta es de hierro, pesa 400 kilos, y fue traída de Lyon, Francia. La del templo inferior es de madera y la que está ubicada en el superior fue donada por peregrinos que la trajeron de Francia”, comenta el párroco.
El santuario también cuenta con una capilla donde, hasta hace poco, se llevaban a cabo los bautismos que ahora se realizan en el templo principal para poder albergar a una cantidad mayor de fieles.
Paseo de la fe
Quienes visitan el lugar pueden pasar varias horas recorriéndolo. Una santería muy surtida ofrece imágenes, velas y bijouterie religiosa. Más allá, un predio arbolado con mesas y sillas denominado “descanso del peregrino” es el espacio elegido por quienes desean organizar un picnic o simplemente tomar un refrigerio.
Una fila interminable de canillas permite llenar libremente recipientes traídos por los visitantes o untar el rostro o mojar las ropas con la llamada “agua de fe”. “El agua bendecida se ofrece en la secretaria parroquial”, aclara el sacerdote.
En la parte posterior de los templos, se encuentra el cementerio donde descansan los cuerpos de los religiosos que pasaron por el lugar y un cinerario donde es posible, tomando un turno previo, depositar las cenizas de los seres queridos que se desea que descansen en el sitio sagrado.
Pegado al cementerio y el cinerario, un árbol atípico llama la atención. Debajo una placa explica que se trata de un hibakujyumoku, ejemplar descendiente de árbol sobreviviente al bombardeo atómico de Hiroshima.
El complejo luce reluciente gracias a una reciente puesta en valor y a la implementación de una vistosa iluminación nocturna de las fachadas que fueron posibles por la donación personal que realizó el empresario de laboratorios Alejandro Roemmers.
De Francia a Santos Lugares
“La Congregación nace bajo el carisma del padre Emmanuel D´Alzon, en 1850 en Francia. Se dedica a la compasión y construcción del Reino de Dios y tiene tres vías para hacerlo, el amor a Cristo, a la Iglesia y a la Virgen María”, explica el Padre Rendón, quien diferencia entre Lourdistas y los Agustinos de la Asunción, como debe mencionarse a los Asuncionistas.
Más allá de la fe que se profese, la visita a Lourdes es realmente atractiva y relevante desde el punto de vista histórico, arquitectónico y cultural. El desarrollo del santuario está directamente relacionado con la Congregación Asuncionista a la que pertenece y a la que también corresponden el Colegio San Román de Belgrano y el Colegio Lourdes en Santos Lugares.
“Los padres asuncionistas iban mucho a Francia, lugar que estaba frecuentado por un padre chileno que los invitó a todos a visitar su país en 1890. Veinte años después de esos encuentros, llegó a la Argentina el Padre Román, el primer Asuncionista en Argentina, que se instaló en lo que se llamaba la villa de Santos Lugares, un lugar de quintas que abastecía a Buenos Aires. Así que nuestra historia acá comienza en 1910″, rememora el Padre Rendón, quien está acompañado en su labor eclesiástica en Lourdes por otros tres sacerdotes, dos de ellos inmigrantes africanos, uno de ellos es el sacerdote Medardo Kahindo Vyangavo es el párroco de Lourdes.
Fue en aquellos primeros años del Siglo XX cuando se instaló una capilla dedicada a San Antonio, ubicada en la esquina de lo que hoy es el santuario. Fue el paso inicial, pero, como los sacerdotes venían de Francia, dedicaron la devoción a Lourdes, construyendo pequeñas grutas que llamaron a promover peregrinaciones desde Buenos Aires.
El padre Randón recuerda que “eran grutas provisorias hasta que, en 1915, los religiosos recibieron un telégrafo que les informaba que un padre de Chile estaba a punto de morir, lo cual motivó una promesa, si el sacerdote se curaba construirían una gruta”. A los tres días, llegó la noticia que el padre chileno estaba totalmente sanado, así que los religiosos Asuncionistas comenzaron a construir la gruta que está implantada desde 1916 y que es la que actualmente se deja ver. A la sanación se la llama el Milagro de Lourdes.
Ante aquel fenómeno, las peregrinaciones desde Buenos Aires, de personas con diversas dolencias físicas, comenzaron a ser cada vez más masivas. “Lourdes se especializa en los enfermos, por eso siempre es común ver a gente con padecimientos que se acerca a orar”, explica el Vicario Parroquial del santuario.
¿Por qué Lourdes?
“Bernardita, que está enterrada en Francia, era una chica de la ciudad de Lourdes, en la zona de los Altos Pirineos, proveniente de una familia acomodada ya que su padre tenía molinos. Sin embargo, como eran molinos de agua, cuando surgió la electricidad el hombre se fundió y la familia terminó viviendo en lo que había sido un calabozo en condiciones muy precarias y muertos de frío. En una jornada en que la joven fue a buscar leña, cerca de un río, se encontró, en una gruta, con la Virgen, eso sucedió el 11 de febrero de 1858″, explica el padre Rendón. Desde aquel día, a Bernardita se le apareció la Virgen dieciocho veces, lo que motivó que la gente se comenzara a juntar para ver qué pasaba.
El fenómeno fue creciendo, a tal punto, recuerda el párroco que “se llegaron a juntar más de cinco mil personas. Ante ellos, Bernardita hacía gestos raros, se pasaba barro por la cara y, en una oportunidad en la que rascó la tierra con una piedra, brotó un manantial que aún existe”.
Luego de un tiempo, cuando un cura del lugar le pidió a Bernardita que le preguntara la identidad a esa mujer que se le aparecía. Bernardita cumplió y explicó que la bella figura le respondió: “Yo soy la Inmaculada Concepción”.
Cuando eso sucedió, hacía cuatro años que la Iglesia había declarado el Dogma de la Inmaculada Concepción, entonces el párroco entendió que lo que Bernardita decía era para tomar en serio. “La Virgen confirmaba lo que la Iglesia había declarado antes”, sostiene el párroco de Lourdes.
En Lourdes, Francia, hay una oficina dedicada a estudiar milagros que tiene cerca de 3.000 pedidos, y se reconocieron cerca de 75 milagros. “Si bien en Argentina no podemos hablar de milagros, mucha gente da testimonio de sanación, razón por la cual, cada 11 de febrero, se acercan más de 220.000 personas y, durante todo el año, es incalculable la cantidad de gente que visita a la Virgen, que siempre espera con los brazos abiertos”, sostiene el sacerdote Luis Ramón Rendón, quien explica que “la problemática más recurrente tiene que ver con salud, pobreza y soledad. Viene mucha gente que se siente dejada de lado, humillada y maltratada, pero acá tenemos una consigna: los que llegan con la frente gacha se van con la cabeza en alto, porque se sienten dignificados por la fe, que es el motor que los trae”.
El ir y venir de visitantes es constante. Algunos llevan sus bidones para cargar con agua, otros encienden sus velas, luego de algún pedido. “Acá es importante venir y expresar la fe a través de los símbolos, el agua de Lourdes es muy importante, es el agua de la fe, igual valor tienen las velas, pero, lo más importante es la gente rezando, hablándole a Dios y a la Virgen. Muchas veces recibimos a no creyentes o hasta evangelistas, porque de la Virgen nadie se olvida”, finaliza el Vicario Parroquial de Lourdes, consciente del valor de ese lugar de peregrinación, epifanía y fe ubicado en los Santos Lugares tan cercanos a la ciudad de Buenos Aires y donde se respira un aire renovador.
Santuario Nuestra Señora de Lourdes:
Avenida La Plata 3757, Santos Lugares, Provincia de Buenos Aires.
Santuario y gruta abiertos de 7.30 a 19.
Templo inferior cierra de 12 a 15.30
Templo superior abre solo los fines de semana y festividades
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